Thursday, February 22, 2007

la cosa tiene su gracia, ya tenemos idolos. No me monteis la batallita de ver quien es mas punky



No sé qué hacer con los sensibles.
Deberían caerme bien porque sienten las cosas supuestamente en serio.
Últimamente más que eso, lo que veo es un fascismo recubierto realmente insoportable.
Todo les llega, todo coquetea con las profundidades. Todo me recuerda una mala copia de River Phoenix.
Ojo que los sensibles no tienen necesariamente que ver ni con paseos por el bellas artes, ni con aficiones peluqueras ni con tener buen gusto.
Prefieren ofenderse a enojarse.
Prefieren la cara hacia adentro que hacia fuera.
Suelen hacerle a la arruga y a no terminar ciertos libros porque son tan sensibles que no los pueden terminar.
Son los anti Billy Cristal en Cuando Harry conoció a Sally, que comenzaba a leer los libros por el final por si se moría antes de terminarlo.
No los confunda y a no ser que ande en un día demasiado piadoso aléjese de ellos.
Son peores que los metrosexuales, porque estos por lo menos suelen ser tan vanidosos que se defienden y en ese acto permiten una discusión o por lo menos una cierta resistencia.
Mi radar ante los sensibles muchas veces se prende cuando me acerco a la tierra de la fomedad.
En primer lugar suelen acercarse a ciertos tipos de sensibilidad y no a otros lo que me da mucho que pensar.
En segundo se creen que uno con ellos debe actuar como si estuviera ante la reencarnación de Buda.
3ro. Odio como respiran como si en realidad te hablaran.
4to. Suelen tocarte.
5to. Me caen mejor los neuróticos que sufren un poco su cuerpo.
6to. Cada vez que aparecen en público es como si te hicieran un favor.
7to. Dan más consejos que alcohólico anónimo en su 6to año de aniversario.
8vo. Y los consejos suelen siempre expeler un cierto aire de alguna de estas 4 trinidades:
Coelho, Castaneda, Osho.
Krishnamurti, Kill Bill, Kurosawa.
Feng shui, arte marcial y algún transpersonal de moda.
Abandona a tu ego, abandona tu ego, deja tu ego de lado. Te lo digo YO.
Nunca me han gustado los trios y si algún día me gustaran preferiría otros.
En todo caso parece que amo la materia.
Parece que sí creo en la “mística” pero jamás le podría poner un nombre.
En todo caso sí creo entender el por qué del perfeccionamiento en defensa personal de muchos, no ya de los sensibles sino de los místicos, ya que pueden volverse tan insoportables que están obligados a defenderse.
Recuerdo cuando Maradona dijo una vez, estoy más solo que Kung fu y es cierto.
David Carradine siempre se iba solo con su bolsito hippie y no necesitaba séquitos. No hablaba ni hacía gestos demostrando que el no hablar la lleva.
No hacía clases sino que la mayor parte del tiempo caminaba.
Tocaba una flauta hecha por él y no comprada en New York.
A veces pasaba hambre y no conocía el sushi.
Era un desadaptado y no pensaba todo el tiempo en encontrarse a sí mismo.
El silencio muchas veces era eso y no una eterna enseñanza.

Wednesday, February 21, 2007

Santa Maria de los Buenos aires si todo estuviera mejor



He aprendido que mientras más largas y deprimentes son mis perdidas de conciencias literarias, si es que podemos llamarlas así, menos son los comentarios, pero más las visitas.
Lo que podría ser una interesante reflexión acerca de esto terminará siendo lo que es.
Otro post rosa con cara de diario de vida cenicientil hollywoodense.
Y si no es eso, será un paseo por la montaña rusa del déficit atencional o tal vez otra cosa.
Un tributo a la atención flotante o un respeto irrestricto a que la atención tenga por fin, su día sabático.
Coreen conmigo por favor y en mayúsculas, porque el blogspot discrimina a las cursivas o a los idiotas como yo que no saben ponerlas : PUTA QUE ES MALA ESA PELÍCULA QUE DAN EN EL CABLE.
Prefiero la versión NBA de Otelo 100 veces.
Hasta puede caerme bien Paris Hilton pero las hermanas Olsen, son unas descerebradas.
ACLARACIÓN: ESTO ES UNA METÁFORA, LA VERSIÓN DE LA CENICIENTA NO ES DE LAS HERMANAS OLSEN.
PUEDEN LEER ESTO DE MANERA OJALÁ MENOS PATÉTICA QUE ESAS ACLARACIONES DE ALGUNAS PELÍCULAS QUE DICEN LO SIGUIENTE:
TODO LO QUE USTED VEA SÓLO ES PARA MOTIVO DE ENTRETENCIÓN.
NO ES QUE PENSEMOS ESO.
O MÁS BIEN, SI ES QUE LO PENSAMOS NO ES QUE LO ESTEMOS PENSANDO, SINO QUE USTED ES EN REALIDAD MENOS QUE UN BONOBO.
Este blog suele estar lleno de ese tipo de disculpas pero parece que me estoy cansando, así que esta tal vez sea la última. Perdón, la penúltima.
Vengo con el cerebro frito de publicidad y que siga escribiendo puede ser la prueba final de mi estupidez.
El coro esta vez es en lo que quiso ser negritas y nuevamente es en mayúsculas : PUTA QUE ERES PEOR QUE LA CENICIENTA DEL CABLE.
Hasta mi perra llamada Gala, hace complots contra mí abriéndole la puerta de mi pieza a mi nueva gata llena de pulgas para que se acueste en mi cama.
Bravo por ella. La amo más aún por inaugurar un sindicato estilo groucho marx.
Si groucho dice nunca me haría miembro de un grupo que aceptara gente como yo, ella, a pesar de mearse de miedo cada vez que la he retado por comerse la comida de la nueva gata, se acuesta en el sillón del living y le deja la cama a una perfecta extraña.
O sea, merece todos mis respetos.
Otra razón más para amarla, como si necesitara más en todo caso.
Ahora no necesito de su coro que aplauda, porque le acabo de dar un pedazo de entraña, residuo del domingo en casa de mi viejo.
Ella no entenderá, que es un premio por su amor a la diferencia o por su deuda a los gatos que alguna vez la criaron, pero yo sí.
El día que muera terminaré este blog para no tener que escribir de eso y para que esto no pase a la historia como el blog de las muertes de Buckley, Smith, Valentín y Gala. En Valentín se termina pero no en Gala.
Ahora tal vez le deba a ella un poco de coherencia porque me mira como preguntándose dónde se esconderá si es que alguna vez la presento como mi perra.
Ese tal vez es el problema de que la recogí casi al mes de edad de la calle.
Que te aceptan como si uno fuera Marlon Brando en la oficina de la boda de su hija en el padrino 1.
SEGUNDA ACLARACIÓN: ACA NO HAY, PORQUE SI NO LA VIERON, NO SE LAS VOY A CONTAR.
Sigo con mi postulación al psiquiátrico para agradecer a todos los publicistas que no me leen, y aún más a los que no me leen y trabajan conmigo, para decir que si me costó dormir, es porque hoy me sentí dicotómicamente dicotómico.
O sea, creo que no resuelvo esto ni con un 4 ni con un dos al cubo.
Primera vez que me pasa que me fascinó escribir los guiones de una campaña pero también es la primera que pierdo un zapato que sé que no encontrará ninguna princesa.
Hoy no dormí con el enemigo sino que escribí para el enemigo.
No fue la marca. No fueron mis jefes. No fue el tono a escribir. No fue trabajar hasta muy tarde. No fue cierta vendida de pómada ya casi asumida.
Tal vez fue un poco haberlo pasado bien.
Tal vez fue aceptar, que las bolsas medianas del super se llevan lo mejor de lo que uno hace.
Tal vez criticar esto mismo y decir que no es lo mejor sino lo que queda fuera de la estrategia, sea mi razón Olsen.
Más que tal vez, empiezo a odiar las estrategias.
Incluso el otro día regalé flores porque realmente quise y que sonara a estrategia casi me hizo desistir, pero un puto girasol me convenció.
Ya había elegido unos lilium y otras flores preciosas anónimas y si no hubiera sido por el girasol se habrían quedado ahí.
Tal vez esperando marchitarse.
Tal vez esperando que las comprara algún ser siniestro para enmendar lo que lo hizo siniestro.
Tal vez esperando la ignorancia de haber sido cortadas y ya no girar ni para un puto lado.
Me pongo bien mamón y digo que por lo menos, yo sí, hice que giraran para un lugar que sí me interesaba.
No sé si ese lugar girará hacía m,í pero por lo menos no las compró un guatón de la UDI para quedar bien con alguien.
Hoy quise escribir un libro o una carta para esa mujer que quiero que deje de quitarme el sueño para dormir con ella, pero hoy también tengo que levantarme.
Y hoy también quiero dejar de escribir a estas horas.
Y tal vez hoy también deje de creer en estas verdades que aparecen cuando todos duermen, como si sólo valiera la pena conversar con el teclado si es que nos creemos una excepción iluminada.
ESTA FRASE LAMENTABLEMENTE NO ES MIA.
No pretendo ser normal pero sí me está gustando cada vez más descansar.
No del día ni de la noche sino de mí.
Y aunque a muchos les fascine hacer mierda a Calamaro y a su honestidad brutal mientras un par de i loves en inglés suenan mejor, debo decir que una canción del estilo de son las nueve, me puede hacer ordenar ansiosamente por lo menos un 10 % de mis discos para encontrarlo.
Acá está y hasta con el librito.

Son las nueve, yo creí que eran las tres
todavía no pude comer
dejar de temblar no era un juego
era fuego
y habrá que pagar la cuenta del incendio
pero aquellas maratones
sin parar de escupir canciones
fueron buena pesca y tal vez
el dolor desaparezca
y algún día podamos repetir lo peligroso
del arma cargada de polvo
que en la mano
de un artesano de canciones
puede merecer la pena
si el veneno no envenena
puede merecer la pena son las nueve, yo creí que eran las tres
¿qué diferencia hay?
el sueño va a llegar mejor, o igual
desmayar el cansancio de vivir
ayer si decidí que terminé
en mi casa fui un león
más allá de los horarios
rompí algunos records
varios tiempos coronarios
pero fueron las canciones
mi recompensa
canciones de dolor real
pero canciones no más
canciones partidas por la mitad
pero canciones no más
canciones de amor perdído
pero canciones no más
canciones que confiesan todo
pero canciones para mí, y los demás
pero sí los demás
terminan por derramar una lágrima o cantar
será un premio
más valioso que el dinero
eso ya lo tengo
y la tristeza también.


¿Para qué se preguntarán que busqué, si no estamos en la biblioteca en búsqueda del tiempo perdido?
Para no perderme y a la vez para dejar de perderme respondo.
No soy Calamaro y algunos podrían decir que eso es bueno.
A esos, debería dedicarles un capítulo blog estilo descubra su propia aventura pero hoy no, así que buenos días y ojalá que si cumplieron bien sus labores matrimoniales, parejísticas u onanísticas, tengan un buen día.
Y si es más productivo que el mío mejor.
A los que crean que tenemos una complicidad snob, también buenos días.
A los que crean que la frase anterior ya es snob, los respeto, pero también buenos días.
A los demás, les digo que estamos con un solo paracaídas y no sé cuantos somos.
Les digo también que comiencen a desconfiar de que esto ya lo escucharon porque aunque suena parecido, no lo es.
Ojalá les pase algo parecido a lo que me pasó hoy a mí cuando en el computador del lado de mi pega sóno algo de David Byrne y yo dije que no era de él y me miraron con ojos de:
¿Otra vez Pablo te las vas a dar de original? O en versión de mi persona mundial preferida: ¿Otra vez vas a creerte una excepción?
PRENDAN SU ALARMA ANTI SNOB PORQUE ESTO SÍ QUE LO ES.
Ojalá les pase que se iluminen con algo que consideren una estupidez, tal vez más grande que el Everest, pero que aún así los deje tranquilos.
Resulta que camino a mi casa, más tarde que la chucha pero más temprano que ahora, recordé cuál era el puto tema. No sé para qué porque sólo sirve como una reivindicación de lo snob que puedo ser.
Tal vez sirva sólo para decir y a toda honra o por lo menos, disculpen no tengo otra.
Resulta que a David Byrne se le ocurrió en su último disco, tocar un tema de Lambchop llamado “The man who loved beer” y yo no lo sabía.
Claro que cuando pasé delante del computador y dije: Esto no es de él, me miraron con cara de: ¿Otra vez Pablo con tus impulsos de discusiones nimias?
Es de David Byrne. No discutas. Así es, casi tanto como que hoy es Martes y mañana Miércoles.
Asumo que cada día soy más inseguro y si siempre fui amigo de la dudeza privada ahora le he agregado la pública, así que me fui cabisbajo con mi duda esta vez más pública que privada.
Me fui a escribir para mí mismo 100 veces en mi pared que soy un pesado de mierda.
Eso hasta que trajeron unas escudo, unas heineken y unas corona.
En la lata de Heineken decía beer y ahí supe por qué David Byrne puede ser padre de Talking Heads, de Luaka bop si quiere y casi de la llamada World music, pero no de esa canción.
Esa canción se llama the man who loved beer y dice así:

to whom can i speak today
the brothers they are evil
and the old friends of today
they have become unlovable
to whom can i speak today
the gentleness has perished
and the violent man has come down on everyone
to whom can i speak today
the wrong which roams the earth
there can be no end to it
it is just unstoppable
death is in my sights today
and when a man desires
to see home after many years in jail
february through december
we have such a tragic hue


Y esa canción y ese grupo ya me han robado demasiados años de mi vida por lo que no es casualidad que lo haya olvidado y envidio a los que la escucharon con David Byrne. Y me pregunto si siendo tan grande tenía que meterse con los chicos gigantes.
¿Ese que toma sólo té verde porque se mete con los que aman la cerveza?
¿Ese que ya contó las historias verdaderas por qué tenía que remover otras?
¿Ese que encima me recuerda a esa mujer que me recordó que el último disco se llamaba naked por qué tenía que volver así?
Me cansé de olvidar. Y me gustaría cansarme de muchas cosas. Y lo deseo.
Eso sí, parece que de ahora en adelante me gustaría compartir gran parte de mis olvidos.
Si quieres te dejo mis zapatos, mis mentiras y todo lo que no haga que deje de ser lo que me tiene acá a estas horas.
O por último, te cambio todo eso por dormir contigo.

Sunday, February 18, 2007

anda a la esquina a ver si llueve



Una teletón literaria podría habérmela imaginado aún estando sin página en blanco.
Una horaria ya me cuesta más.
Nunca pensé que las letras g b y t fueran tan importantes y jamás que a la t, uno la necesitará tanto.
De hecho, para hablar de ella, sólo necesité una b y 7 t y ninguna g.
Aunque ya esto es una contradicción porque dije un ninguna que ya es una, o si nos ponemos sentidocomun, podemos decir, que una no es ninguna.
Están ya las 3 que tuve que plagiar de otros lados porque mi teclado no acepta ninguna de ellas.
g b t es lo que está debajo de mi página para poder cortarlas y pegarlas.
Se sienten importantes las muy histéricas y recién me doy cuenta lo que implica una teletón tipográfica o ser como hasbún, que teniendo todas las letras, saluda al país diciendo buenos días malgastándolas.
¿A quién elegirían las letras si tuvieran sindicato?
¿A ese que no se cura ni a sí mismo?
¿Por qué a él lo dejan escribir y se rebelan conmigo?
Desde hoy la g, la b y la t son super numerarias.
Podrían ser Gabriela, Beatriz y tania pero por suerte no lo son porque se dejan cortar y pegar.
Podrían cansarme como ellas pero lo hacen más, porque las necesito mucho más para seguir.
Podrían pasar de ser letras que se suplen o volverse irremplazables.
La verdad es que es bien difícil seguir sin ellas sin hacer esto insoportable.
Y peor es darme cuenta que todas las letras son femeninas.
No es el g, el b, el o el k o el t.
Puedo decir el teclado pero no los letras.
Y puedo escribir con el teclado pero decir que sin esas tres, todo es muy poco fluido.
Muy calculado.
Muy como voy tratando de ir pero intentándolo demasiado.
Ríndete, si no te responden no hagas trampas con el cortar pegar.
Si no se dejan tocar no lo hagas ni creas que si sucede escribirás una obra maestra.
No cambies de teclado si extrañarás eternamente el otro.
Si esto fuera un blog, diría que te odio un poco.

Sunday, February 11, 2007

el sentido no sabe nadar y la nada es campeona olimpica



No cambies nunca.
Ya no eres el mismo de antes.

En estas dos líneas creo que se juega gran parte de lo que se pide y se entrega en las relaciones de pareja.
De partida.
¿Quién es el que juzga ese cambio?
¿El que lo ve de afuera o el que cambia?
¿Si el que cambia es este testigo del cambio del otro, no verá cambios en todos lados?
¿Los cambios en el otro no será miedo a sus propios cambios?
Y por otra parte.
¿No estamos todos destinados a cambiar?
No me imagino que alguien siga igual por ejemplo si entra a trabajar y se va a vivir solo.
Si conoce a alguien que lo hace pensar dos veces y se enamora de eso.
Si ya no es tan fácil volver llorando a la casa de tus padres.
Si los fracasos cada vez pesan más y se confunden a veces con la sobreexigencia.
Si la edad ya no te hace pensar en lo que vendrá sino en lo que se devuelve o cae.

Si eso que cambia no estaba presupuestado para las certezas del que va más lento, cambiaste para peor y se suele enarbolar el famoso “Ya no eres el mismo que yo conocí”.
Si los dos cambian rápido hacia el mismo lugar, pueden aburrirse, competir o disfrutar de la novedad.
Si el que va más rápido empieza a encontrar al otro paleolítico, puede enarbolar diversas formas del Yo cambié y tú eres el mismo.
Lo único que te ha cambiado es la guata y la variedad de caprichos idiotas que has aumentado con el correr de los años.
En la guerra a veces hay mejores tratos que en las relaciones de pareja.
Por lo menos en la guerra, a veces se muere rápido o el sufrimiento proviene de supuestamente un enemigo oficializado.
Lo más parecido a esto, en una casa en común, es cuando se hace necesario un mapa que delimite a los países en conflicto.
Tu lado de la cama. Tus horarios. Tus obligaciones.
Es el ejercicio de comprobar a lo que se ha llegado y la PSU para que uno de los dos salga a otra vida.
A veces la guerra guerra no nos pertenece. Si ni elegimos el país en el que nacer menos a veces elegimos defenderlo con sangre.
En la guerra si el otro no está de acuerdo lo matamos.
En las relaciones lo más cercano a esto, es desear que el otro por fin se convenza, de que hace rato que es un muerto o que sería beneficioso para los dos que se muriera.
Matarlo así nomás no tiene gracia.
Tal vez por esto, la mayor parte de los crímenes llamados pasionales terminan con el asesino suicidándose.
Si no estás conmigo prefiero que no estés.
Que lógica más patética.
Prefiero a los que dicen voy a dedicarme prolijamente a hacerte la vida imposible.
Esos por lo menos traman y el otro en algún lugar puede defenderse o intuir que los últimos raros sucesos en donde las cosas le han salido demasiado mal, coinciden con un quiebre, un rompimiento o como se dice ahora una separación.
¿Qué quiere decir realmente esta palabra?
Intentaré una pequeña explicación de lo que me parece.
Podemos hablar sin decir nada. Este blog a veces es un buen ejemplo de esto.
Podemos estar todo el día con alguien y en realidad estar con nosotros mismos ya que se espera que el otro no sea otro sino una segunda parte de uno y viceversa. La famosa media naranja pero sin complemento.
A veces las parejas que hablan en plural retratan esto.
“Nos encantó la película”.
Uno de los dos puede ser que no tenía ganas de discutir y se dedicó a asentir. Es notable cuando ese que asiente tiene que argumentar la razón de su encantamiento con dicho film. Los costos de su idiotez se redoblan al tener que encima defenderla.
Debo agradecerles en todo caso por hacer divertidas muchas cenas aburridísimas.
Si tiene la mala suerte o la estupidez de estar con alguien que hable por él, sólo tiene que poner cara de estar pensando y antes de que pueda decir algo la susodicha hablará por él.
Si se pone a soplarle y él la sigue, ya estamos en presencia de un idiota profesional y tengan cuidado porque a veces contagian.

Entonces volviendo a lo anterior, muchas veces la separación es sólo la muestra física de algo que incluso antes era peor porque no se nombraba o quería pegarse con cola fría.
Lo más triste es que buscar el rastro del momento en donde las cosas empezaron a despegarse o cuándo es que la pared que pintaron juntos se empezó a descascarar, es un ejercicio inútil.
Es estéril la mayor parte de las veces, ya que lo haces ya desde el odio, el cansancio o la indiferencia. Es como que el no tan depresivo le diga al depresivo que no se preocupe porque todo va a estar bien.
Lo que es a veces la idiotez vestida de buenas intenciones.
¿Cómo va a estar todo bien si justamente lo que lo tiene deprimido es no poder ver eso?
Otra de las posibilidades es que se olvidó, conciente o no, de tragarse la píldora de la felicidad con el desayuno o los matinales, y la realidad, o su construcción más bien, lo tiene triste de verdad en sus dos sentidos, por lo que puede decir que la realidad es la depresiva.
El sentido que dice que en verdad está triste y el otro, que puede entenderse como que mucha verdad suele deprimir, crear nihilistas o gente que está tan colmada de verdad, que si no la predica puede llegar a explotar.
En las parejas también hay predicadores y si están más avanzados, videntes.
En un principio, si es que las visiones son compartidas todo es hermoso, incluso uno. Es tan así a veces que el destino es el que te compra la ropa, decide que no es necesario arreglarse antes de salir porque te aman a veces incluso con viruela.
Sólo es cuestión de esperar a ver que milagros vienen.
Todo es una señal de que no están equivocados en estar juntos.
Todo es una catarata de milagros, sonrisas y frases dichas al mismo tiempo, lo que comienza a generar la confianza para poder reír estúpidamente.
No importa, el amor es más fuerte decían en la película de Tanguito.
Pero no estemos tan seguros, porque si se trata de buscar la otra cara, tenemos a kitchens of distinction titulando un disco love is hell.
Muchas veces esa estupidez feliz te impide pensar, porque ¿para qué pensar si somos estúpidamente felices?
Si un ratón está por ejemplo en una caja y se lo alimenta y se le dan todas las comodidades probablemente se demore mucho en empezar a pensar como salir de ahí pero si hacemos el ejercicio contrario, tenemos a todos los torturadores pro ciencia que se dedicaron a estudiar la conducta a partir por ejemplo de la deprivación.
¿Cuántos casos hay por ejemplo de músicos que cuando se enamoraron cagaron?.
Se pusieron a escribir idioteces porque lo pasaban mejor sin escribir.
Muchas veces entre un cuerpo y una página en blanco no hay donde perderse.
¿Cuántas obras salieron producto de la desesperación, la pobreza o la locura?
No quiero hacer una apología al poeta maldito ni decir que la realidad está en lo más profundo de la cloaca, sino sólo hacer una constatación de lo que me parece un dato repetido.
Cuando ya pasó esta etapa de absolutismo idiotizante o ya se empezaron a cansar de él, hay que empezar a defender en lo que ya están metidos.
Empieza a veces a aparecer el futuro como consejero.
Que en el futuro esto, que en el futuro esto otro.
Y el tiempo empieza a veces a vivirse a crédito.
El sexo se empieza a convertir a veces en una tarea que hay que hacer antes de que te den permiso para salir a jugar y a veces también encuentras, que los intentos de novedad del otro son forzados, torpes y demasiado calculados.
Puedes culparte tú, puedes culparla a ella, puedes culpar a la relación pero ya la culpa está en todos lados. Puedes matarte tratando de arreglar el jarrón baleado por la mágnum de harry el sucio, empezar a mirar para el lado o derechamente salirte de la cancha y pedir cambio.
Luego…….
Novedad, novedad, novedad.
O
Soledad, soledad, soledad.
O películas hasta decir basta, que te recuerden que las parejas perfectas existen y no tienen nada de perfectas.
O las canciones.
O la botella que en realidad es una relación pagada.
O la culpa que no se cansará hasta que te sientas un desconocido para ti mismo y te venderá la pomada de que tienes que hacer algo para remediar todos tus fracasos.
Si te toca alguien que realmente se cansa, el único remedio es dedicarte a hacer todo el ridículo posible en un ser humano. Esperando que toques alguna fibra que no tienes la más puta idea dónde está.
Si te toca alguien que quiere hacerte sentir culpable, puedes llegar a odiarla rápidamente por el cansancio de rebelarte eternamente o puedes empezar a probarte el disfraz de marioneta.
Suele suceder que estas dos posiciones se intercalan bastante seguido de la siguiente manera:
Me rebelo porque así me siento más yo mismo, con el costo, de que de tanto existir rebelándote hacia afuera terminas siendo lo contrario del otro pero no eres nada más que un espejo invertido.
Y una vez que te rebelaste te da culpa y la expiación se transforma en querer ser lo que esperan de ti. Otra vez te pierdes.

En este terrible laberinto sólo tal vez se encuentre la salida sin creer que afuera estará la felicidad y animándote a decir que la vida es un laberinto. Que tendrás que acostumbrarte a que se rían de ti queriéndote porque es lo más real que podrás tener.
Lo otro dura poco. Si no se rien de ti en algún momento tus defectos serán realmente defectos y no diferencias.
La torpeza será un error y no un intento, que ya dijo algo, aún saliendo de lo planeado.
A Bridget Jones la deportarán.
Ya no nos reiremos de nuestras torpezas sino que convertiremos la risa en una orden disfrazada.
En un puta que me haces ver mal frente a mis amigos, en vez de ser una complicidad ante lo que a veces ninguno de los dos maneja pero se comparte como la última comida del ahorcado.
Tal vez esto último sea lo más cercano que puedo llegar para definir o más bien rodear lo que algunos llaman amor.
No sé realmente que es eso.
Carver titula un libro “de qué hablamos cuando hablamos de amor” y yo digo que a veces hablar o balbucear o callar es hablar del amor o la falta de él.
Ya no sé que es y creo acercarme justamente más a eso que llaman amor.
González dice:
caminando en el frio me pregunto
si no ha nacido alguna chiquilla
que no sepa amar
y quiera inventar una nueva forma

El gigante a veces de Lloyd Cole arriesga aún más:

I believe in love, Ill believe in anything
Thats gonna get me what I want and get me off my knees
Then well burn your house down, dont it feel so good
Theres a forest fire every time we get together
Doo doo doo, doo doo doo doo doo doo
Doo doo doo doo doo, doo doo doo doo doo doo

Smog se despacha un himno sobre el arrepentimiento y donde la ausencia es 100 veces más presente que la presencia. Démonos un tiempo se le llama a esto.

All your women things
All your frilly things
Scattered 'round my room
Right where you left them
When you left them
Scattered 'round my room

All your hardness
All your softness
And your mercy

All your bridges and bras
Your cotton
and gauze
All your buckles and straps
Releases and traps
All your screws
and false nails
Oriental winks
and Egyptian veils

Oh all of these things
I gathered them
And I made a dolly
I made a dolly
A spread-eagle dolly
Out of your frilly things

Why couldn't I have loved you
This tenderly
When you were here
In the flesh
So tenderly

How could I ignore
Your left breast
Your right breast

How could I ignore
Your hardness
Your softness
And your mercy

Well it's been seven years
And the thought of your name
Still makes me
Weak in the knees

How could I ignore
Your left breast
Your right breast


Merrit como siempre, desliza en la ironía, la razón por la que la verdad le putea tanto.

It makes you blind, it does you in
It makes you think you're pretty tough
It makes you prone to crime and sin
It makes you say thing off the cuff
It's very small and made of glass
and grossly over-advertised
It turns a genius into an ass
and makes a fool think he is wise
It could make you regret your birth
or turn cartwheels in your best suit
It costs a lot more than it's worth
and yet there is no substitute
They keep it on a higher shelf
the older and more pure it grows
It has no color in itself
but it can make you see rainbows
You can find it at the Bowery
or you can find it at Elaine's
It makes your words more flowery
It makes the sun shine, makes it rain
You just get what they put in
and they never put in enough
Love is like a bottle of gin
but a bottle of gin is not like love

O sea que el amor es como una botella de gin pero una botella de gin no es como el amor.
No explicaré por qué amo tanto a ese señor de magnetic fields. Ni diré por qué el amor es como una botella de gin pero una botella de gin no es como el amor porque ya cité demasiado explícitamente.
Lo que me hace arriesgarme a decir porque se me acaba de ocurrir, que una buena definición de uno mismo, es una cita a ciegas.
Uno, porque no sabemos cuando Jekyl se llevará bien con hyde.
Dos, porque gran parte de los que somos es una cita de momentos, de palabras dichas aún cuando todavía no sabíamos hablar e incluso nuestro nombre es también una cita.
Esta cita que ya lleva 5 páginas me ha cansado bastante, por lo que debo multiplicar eso por 5 para imaginar, que si es que alguien ha llegado hasta acá con la secreta esperanza de por fin encontrar la lógica, debe querer matarme.
Y escupirá sobre la tumba, cuando vea el precipicio por el que caerá lo que sí explicaré a continuación, que no es ni mi amor por Merrit ni el dilema de la botella de gin.
Es más bien una eyaculación precoz del intento de hablar sobre el amor.
¿Suena feo?
Me conformo con que suene.
Lo explicaré a puro insomnio y palabras cansadas, que también a veces se parecen al amor, si es que es posible que él alguna vez se parezca a sí mismo.
Iba a empezar este final diciendo Sólo te salva y recordé ese poema de Benedetti que ahora encuentro siútico que decía no te salves, no te salves, no te salves. La platea ruge de emoción pero ¿quién no quiere salvarse aunque sea en la forma de no salvarse?
Tantas metáforas idiotas que describen el lado oscuro del corazón y camas que se tragan gente porque el dueño no se las traga, venden una idea que fabrica los mismos rambos que son el enemigo.
Si no me salvo ni ahora ni nunca ¿qué me dice que cuando no me estoy salvando si me salvo?
Si no puedo querer con desgana ¿querer no acepta el desgano como parte del comienzo o el fin de las ganas?
Ya lo dice Daniela Romo:
Dame un beso No No
Dame un beso No No
Despues de hacer la guerra haremos el amor
Es increible que bien saben las caricias tras la reconciliación

A veces la desgana del otro da ganas. A veces demasiadas ganas traen pocas ganas. A veces que alguien tenga que ganar desgana. ¿Entonces por que ese fascismo disfrazado de NO?
Niño deja ya de joder con la pelota que eso no se dice que eso no se hace que eso no se toca. Niño, no te salves porque si lo haces quedarás del lado de los que gritan el que se salva es Pinochet.
Si le hiciera caso a todos los no de Benedetti no estaría escribiendo esto porque ya me habría muerto de un infarto por no dormir sin sueño o pensarme sin sangre o me habría atropellado un auto por no quedarme inmóvil al borde del camino.
El que se salva no puede estar con él y el que no se salva puede salvarse, enarbolando el no salvarse como el nuevo estilo de baile.
En una de esas voy a necesitar que me salven, si es que a los fanáticos de Benedetti les cae mal esto y contradiciendo a su maestro, deciden no salvarme de ellos mismos una vez que quieran sacarme la chucha.
Bueno, vuelvo desde la tierra del déficit atencional para llegar hasta acá y decir, que eso que llamamos amor, podríamos llamarlo “eso que llamamos amor” y pensarlo, dentro de muchas otras cosas, como una forma de salvarse o de condenarse queriendo salvarse.
Si no están de acuerdo conmigo no se salven y punto.
A mí me salva que se rían de mí pero no para que cuando no haya nadie más, me pasen el manual de Carreño.
Me salvan las mujeres que sorprenden y no las que hablan para caer bien midiendo las palabras, no para decirlo mejor sino para acomodarse más a la platea.
Me salva más la torpeza arriesgada que la perfección calculada.
Me salva el cálculo cuando está a veces al servicio de la sorpresa y no de no aceptar hacer las cosas mal.
Me salva el hecho de que no me quieran salvar siempre.
Me salva la que se ríe si no eres un actor porno que marca la tarjeta a la 1 y se va a las 10 de la mañana.
Me salva la que a veces para muchos no salva a nadie.
Me salva la que me tiene escribiendo esto con un dolor de garganta que no me quiere salvar de él.
Me salva haber entendido una vez que “El otro también existe” para dejar de intentar salvar a todos de mi tiranía.
Me salva esto mismo de la que quiere culparte de todos sus males y del atraso que tuvo en la búsqueda del tiempo perdido. O sea, del atraso que tuvo en dejarte.
Me salva la que puede escuchar más que lo que espera que sea una confirmación de lo que ya pensaba.
Me salva la que puede bailar hasta las 10 de la mañana o ver una película sin que esto último sea lo que uno debiera hacer en el futuro para ser realmente adulto.
Me salva la que no está de acuerdo conmigo y discute a muerte pero no lo hace porque quiere convencer a los demás de que en realidad no soy así.
Todo esto me salva pero no es ni una parte de “eso que llamamos amor” porque también hay que no querer salvar.
Abandonémonos, salvémonos cuando uno lo quiere y cuando no también, odiémonos, separémonos.
Todo entra porque no sé aún, que mierda es “eso que llamamos amor”.
Lo que si sé, es que algo tienes para decir al respecto.

Saturday, February 10, 2007

en busca del tiempo perdido




Te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta.
Y quiero decirte algo más.
Te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta.
Y para terminar, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta, te falta.
Discrepo.
Me faltas.

Friday, February 09, 2007



Hay despedida pero no se mueve ni una mano de izquierda a derecha.
Hay fotos pero sólo para repartir.
Hay miradas pero como las de un burrero pasando por la aduana.
Hay señales pero las que muestran el hastío.
Hay palabras pero de cortesía.
Hay historia pero debajo de la alfombra.
Hay una alfombra roja pero para todo lo ex.
Hay lo que ya no está.
Hay ay ay ay.

Le Beau Bizarre



El alcohol tiene un gusto amargo
El día era ayer
Y la orquesta en un traje algo antiguo
Toca el vacío de mi vida
Desintegrada.

Christophe

Wednesday, February 07, 2007

dancing with myself



En las películas gringas que no llegan a ser demasiado malas sino tal vez un poco, llego a reflejarme en esos discursos públicos que intentan ser una prueba de amor. Todas esas copias de Dustin Hofmann en su papel de graduado, antes de que la acumulación de títulos lo dejara sin nada que decir y la multiplicación de tics le dejara la cara con mueca de Oscar.

Esos momentos donde uno hacía público su amor y como una fórmula matemática, se hacía más fuerte de manera proporcional a la gente presente o a la cantidad de rosas enviadas.

Recuerdo el momento en el cual estaba poniendo música en el cumpleaños de un amigo, con el afán explícito de divertir a la gente o a ese público que dará cuenta de la validez de su amor, convirtiendo tu primer nombre en algo empezado en Tony.

Las mismas cuatro letras que se han hecho famosas en la filosofía electrónica de las pistas chilenas y que yo cambiaría sin dudar, su apellido por Camo o Caluga.

Siguiendo sus enseñanzas (las de Caluga que sabe reírse de sí mismo) me subí a ese podio/confesionario armado de mi nariz roja de juguete e intenté citar a la cultura popular en forma de presente absoluto. Ayudando a los bailantes para que no tuvieran que buscar demasiado en su memoria y pudieran convencer a sus pies de que sus movimientos no pondrían en jaque a su identidad.

No hago ficción si digo que en ese momento recordé a Woody Allen cuando dijo alguna vez que en una cama donde hay dos también hay seis. Los dos participantes y sus respectivos padres.

Dejando de lado la visión psicoanalítica, me gustaría preguntarme lo siguiente:

¿Cuántos bailan cuando bailan dos? O extremándome y rozando la polémica, me gustaría preguntar si los que bailan solos no están también acompañados.
Lo digo porque creo haber sido testigo de la cantidad de espejos que los miran y de algunos movimientos calculados en relación a sus miradas de reojo. Movimientos por los cuales Tony Manero habría cambiado sin dudar sus zapatos por una pistola, porque se habría dado cuenta que el horizonte se vestía de competencia.

¿Bailar puede ser un riesgo? ¿Puede salir de lo calculado? ¿Cuál es la relación que tiene la música con la historia?

En un intento de respuesta peleo con mis palabras para no volverme un viejo nostálgico, de esos que piensan que todo pasado fue mejor mientras su amante es el presente.

No crean que no intento ser más claro o que las vueltas que doy son un signo del estilo categoría cine arte, sino que a veces me fallan las palabras.
Me encantaría dominarlas porque podría al mismo tiempo dominarme a mí mismo y dejar de escribir espacios vacíos o soledades que fantasean un lector.

Cuando ya no sé a quién le escribo o su por qué, voy en busca de ese pariente cercano y a veces rico en su pobreza, llamado memoria.

Es así como no puedo dejar de recordar la cara adolescente de otro amigo bailando ‘Pretty in pink’, en una pista que esperaba ansiosa, los pies que festejaran el cumpleaños de ese otro amigo cumpleañero.

Recuerdo que esa noche mi amigo no bailó sólo con ese alguien que le devolvía sus pasos, sino también con lo que él fue cuando sus pies apuntaban hacia otro lado u otro tiempo.

Es así como puedo preguntarme si uno puede bailar con su pasado y convertir a su acompañante, si es que lo hay, en quien estaba ahí cuando de las cincuenta veces que escuchamos esa canción, la vigésima quedó anotada en el calendario.

Esa descripción de fechas que nos habría encantado no anotar en ningún papel o foto y que ilusionamos que el fuego haría desaparecer incluso las cenizas. Esas colillas de cigarro que si apagamos nos apagan también a nosotros, o esas cartas que al quemarlas también nos queman e intentamos ahorrarnos el sufrimiento guardándolas en un cajón.

Aún a riesgo de sonar como Arjona( que ya es demasiado sufrimiento) creo que todas esas mujeres que odiamos, tienen una madre llamada memoria que las hace existir aunque no estén presentes.

Hijas y madres que nos encantaría asesinar cuando nos juegan malas pasadas y ya no están allí desde hace años para que el cuchillo sirva de algo. Si quisiéramos hacerlo, deberíamos saber que tienen la habilidad de cambiar los rostros antes de que lleguemos a ver doble y tengamos la excusa de la borrachera.

Es ese pasado, aún no reciclado, que se niega a dejarnos en la forma de nuestro presente.

Ese tiempo que intentamos borrar girando las agujas hacia el otro lado pero que al mismo tiempo nos hace dejar de ser marionetas de “lo que se lleva” sin que sepamos quién lo lleva.
Algunos lo llaman moda y otros lo emparejan a una novia incomprendida o a unos hermosos sostenes a los que les molesta ser quitados porque son más por lo que ocultan que por lo que muestran.
Ese presente continúo que tiene vergüenza de su pasado y cree que lo anterior es sinónimo de involución o de “primitivo”. Haciendo creer a muchos que, por ejemplo, la música puede existir en tiempo de zaping.

En esa actualidad tan de moda de los dejays, que escuchan música en el compás que dictan los demás. No siendo capaces de asumir la paternidad de sus hijos de vinilo de 17 minutos que sólo saben girar en piloto automático y reniegan de sus padres en una rebeldía idiota que los hace aún más presentes.

Una vez presencié una de esas catarsis colectivas que algunos llaman fiestas electrónicas donde el gesto de bajar el volumen y volver a subirlo generaba unas cinco llamadas a Help o la ingesta de 600 cc de agua mineral y debo admitir, que envidié a ese maestro de ceremonias y al manejo que tenía de sus discípulos, pero lamentablemente, si no creo en Dios, menos creo en sus apóstoles.

Creo más en las chicas de rosa y en esos gestos medio kitsch que saben reírse de sí mismos mezclando el pasado y el presente sin querer parecerse a Molly Ringwald, ni copiar sus gestos y su ropa, sino sólo tratar de entenderla donde el tratar no es una simple palabra sino algo que sabe que es un intento.

Creo en ese gran amigo congelado que se paró a bailar con su novia pero también sacó a bailar en el mismo momento, a todas las que fueron o podrían haber sido sus novias, mientras coreaba: “cuelguen al dj porque la música que pone (ahora debiéramos decir toca) no dice nada acerca de mi vida”.

armas cargadas de polvo



Hay ocasiones en las cuales no entender demasiado bien un idioma nos obliga a construir un sentido donde tal vez no lo hay e inventar nuestras propias canciones: a veces no somos ni más ni menos de lo que contamos o cantamos acerca de nosotros.

Es así como podemos pensar que aun entendiendo bien las palabras, el sentido lo pondrá nuestra historia.

Este intento de prólogo tiene su origen dos días atrás, cuando escuchaba una canción llamada ‘Loneliness is a gun’, de House of Love que tarareé mucho tiempo diciendo “girl” al final de la frase.

Me di cuenta ayer mientras intentaba escribir algo de este gran grupo (que conozco hace menos tiempo del que me gustaría).
Lo interesante de todo esto es que equivocarme no cambió mucho el sentido de lo que yo suponía que decían, ya que la soledad no se equivoca al tener nombre de mujer, ni compararse a veces con un arma.

Mi equivocación me lleva a pensar en lo iluso que soy a veces, al creer que uso las metáforas a mi antojo cuando en realidad en general son ellas las que me usan a mí. Es así como creo que escucho canciones cuando a veces ellas me escuchan a mí o, en los peores momentos, se rien de mí, demostrando con silencios que ellas existen para mí pero yo no existo para ellas.

Es como cuando creo que tomo pero soy tomado, cuando creo que me aman y amo, cuando creo que puedo creer en algo y aquí estoy estampado en un cuaderno que me escribe mientras escribo. Situándome frente al mundo como si no pudiera existir sin mí, como si fuera dueño de lo que en realidad me adueña…

¿Será posible escuchar sin escucharnos? ¿Será posible escribir sin escribir una pérdida?

No lo sé, y acepto sugerencias mientras escribo y al mismo tiempo sé que por buenas que sean las sugerencias, existen sólo en el tiempo de las ilusiones, existen en el tiempo de un vacío que no es esta columna, si es que creemos que una columna intenta llenar algo o por lo menos pararse en un vacío.

Existen ilusiones de cada una de las cosas que uno necesita y nadie puede darte. Tal vez por eso, se escriben deseando un más allá de ellas mismas. Incluyendo en el presente que las escribe el pasado que las ha hecho posibles y el futuro que desean.
En otras palabras, el vértigo que significa ilusionar lo que ni las palabras pueden detener.

Ese lugar en que “gun” puede ser “girl” y seguir siendo canción, ya que el error sólo existe si lo miramos desde afuera.
Si lo escribimos después de habernos dado cuenta que la palabra no era “girl” sino “gun”. ¿Qué hacemos con el tiempo anterior? ¿Lo pensamos como un error o una mentira?
No lo creo, e incluso las palabras que pudieran remediar el error son las mismas que ya cobraron un sentido haciendo de un arma una mujer.
Es como cuando decimos que no quisimos decir lo que dijimos usando palabras que no pueden borrar lo que ya pasó, y nos transforman en las marionetas de lo que creían que eran manos. Como si las palabras fueran esclavas en la ilusión de no ser nosotros los esclavos. Como si ellas no nos hablaran o como si pudiéramos controlarlas sin que al mismo tiempo nos hagan existir.

Palabras escritas en femenino, palabras que se escapan de nuestro abrazo, palabras peores que un arma en su insistencia, palabras que son las mujeres que no entendemos, palabras que se juntan y hacen canciones. Canciones con nombres de mujer, como “Suzanne” en la lluvia y todas las Suzannes que no son las de Leonard Cohen sino las nuestras.
Lluvias que no son la de John Cusack en Alta fidelidad, que sabemos que llegaran en los peores momentos.
Lluvias y paraguas dentro de la casa con las peores malas suertes, que no entran dentro de los guiones que no podemos escribir y las canciones que escuchamos porque el que las ha escrito ha estado en ese lugar donde ya no estamos, donde nos faltan las palabras que hacen una canción.

Esas canciones que ya han sido para ser escuchadas existen porque fueron un acto de otro en un lugar que intentamos que sea el nuestro. Acto más allá de la comunicación que intenta vender más celulares, ya que no sólo no queda claro a qué o quién se dirigen sino que podríamos pensar que están escritas como un intento de responder a esta pregunta.
Es así como tal vez no haya un momento más patético que un artista hablando de su obra: creo que si hay palabras para explicarla, mejor no la hubiera hecho.

Momento que se hace cada vez más repetido en forma de resumen o reseña de película o disco, instalando en nuestro escaparate mental el lugar en que algo podría ocupar su lugar.
No crean que si hablo de discos o películas he dejado de hablar de mujeres, ya que también es posible congeniar nuestras ilusiones con las descripciones que otros nos dan antes de una cita a ciegas o de esos sitios o teléfonos que prometen encontrarse con esa cosa tan terrible que algunos llaman la media naranja.
No crean tampoco que hoy he decidido perder mi tiempo y el de las palabras, sino que si han tenido la paciencia de haber llegado hasta acá, debo decirles que justamente todo lo que pueda decirse siempre queda corto.
Si ironicé acerca de los celulares es porque existen momentos en donde la mejor intención de comunicar no sólo es entendida de la manera más inversa, sino porque ni nosotros tenemos claro lo que se quiso decir.
Hagan el ejercicio de contar cuántos momentos eternos de romanticismo han surgido del hecho de querer decir algo más allá de lo que se dijo. Como cuando nos llenamos de explicaciones y nos hacen callar porque el intento de usar las palabras para explicarnos pudo más que nosotros.
A modo de ejemplo, no citaré a Tarkovski ni a Misoguchi sino a Renee Zelzweiger diciéndole a Tom Cruise en Jerry Macguire, “me derretiste con el hola”, demostrando que si no es el destinatario de la explicación el que se derrite será uno el que se derretirá buscando las palabras que logren ese efecto, muestra de que la comunicación –más que las palabras– es un intento de enfrentarnos a esas extrañezas perfectas que hemos decidido llamar “mujer”, como una forma de nombrar eso que hace de Arjona no sólo un ignorante sino un cara-de-raja, ya que si Neruda o Picasso dijeron algo, fue un intento de decir lo que no pudieron en forma de postal.
No como esa forma de identificación barata arjoneana, que hace de los dos el estandarte patriotero de lo que pudiera ser “la mujer”, de lo que pudiera querer la mujer, borrando justamente lo que pudiera no sólo hablar de mujeres en plural sino también el hecho de que si nos ponemos a hablar de complementos cualquier cosa puede complementarnos.
Le creería si fueramos legos, puzzles o piezas de ajedrez, pero si ni nosotros “los hombres” sabemos cuál es nuestra mitad, cómo mierda nos vamos a unir con esa otra mitad que ni siquiera conocemos.

Es así como del intento de explicación de una equivocación llegué a hablar de las mujeres, tal vez porque hablar de mujeres implica una explicación o una equivocación. Tal vez porque todo este rodeo de un rodeo era sólo para hablar de una mujer en particular. Tal vez porque esa mujer en particular obliga a escribir sobre ella. Tal vez porque no sólo uno escribe sobre ella sino que escribe porque la ha confundido con un arma. Tal vez porque a las mujeres haya que explicarlas. Tal vez porque sólo es posible hablar de la confusión entre “girl” y “gun” haciendo un rodeo en forma de homenaje a eso desconocido que hizo de una chica un arma y de un arma una chica.
Tal vez porque me pagan por caracteres escritos y no llego a fin de mes.
Tal vez porque la soledad y la noche también son mujeres que no nos dejan dormir.

bajaremos



Hoy me detuve a pensar en la dicotomía que diferencia al cine de entretenimiento del cine arte; nosotros, simples mortales, nos la tragamos tan fácilmente, y nos demoramos en ella lo mismo que en decidir entre unos pop corn salados o dulces en el mesón de los aperitivos (creados justamente para que funcionen como antesala o durante la proyección, en salas cada vez más cómodas).

Es un juego que, en ese momento, se transforma en una experiencia ya digerida y pensada para nosotros, que nos ahorra la duda de si algo se nos quedó entre los dientes o si se transformó en uno de esos aparatos horribles que cepillan los dientes, donde el antes, el después y el ahora dejan de depender de nosotros.

¿Tanto nos sobra la plata? O, dicho de otra manera: ¿Tendrán que limpiarnos el culo y llamar water a lo que ha triunfado como la marea que borra nuestras huellas?
¿Tan fácil es que nos impongan héroes llamados water, que plantan sus banderas mientras borran su pasado llamado "mierda" (o desecho, para los oídos más doctos)?
¿Por qué el nombre se lo queda el que limpia? ¿Por qué no lo llamamos, por ejemplo, "mierdadero"?

Se estarán preguntando por qué empecé hablando de cine y terminé con los baños.

La idea indirecta para responder a esta interrogante tiene que ver con la duda sobre las categorías con las cuales nombramos a las cosas: la idea es que no nos compliquemos con lo que nos dicta nuestra emoción (si es que ya no está convertida en “inteligente”) o nuestra mirada, intentando enfocar eso que todavía no ha sido nombrado.
El cine, en este caso, se convierte en un cómplice de acuerdo a nuestros planes, y no, por ejemplo, en un enemigo o un desconocido que hay que conocer antes de poder ponerle un nombre.

Es así como podemos elegir las películas o los discos en relación con lo que queremos o deseamos ser, no con lo que aún no sabemos.

Los datos de boca en boca dicen que no hay que ver El último beso con una pareja que aún no es pareja, así como The mind of the married man puede ocasionar discusiones que no estaban dentro de los planes, si estamos cerca de un 14 de febrero.

Esta manera de pensar las cosas nos quiere hacer creer que ellas nos hablan antes de hablar, vendiéndonos prólogos que nos salven de la distancia insalvable entre nosotros y el mundo.
Eterna duda ante lo que se nos presenta: si el entretenimiento es un fin en sí mismo o la explicación pobre de una industria sin voz propia que se escuda en el peor de los facilismos, el cine ya no se diferencia de una revista Caras en la consulta del dentista.

Me duele escuchar que se discute en televisión acerca de lo que fue uno en la época hippie, como si fuera una talla o un mal necesario para llegar a ser lo que son ahora, como si fuera tan fácil creer que hemos evolucionado y tenemos la autoridad para poder reírnos tan fácilmente del pasado.

Debo decir que justamente me da risa lo que da risa: no me siento mal aceptando que Cinderella, Poison y Bon Jovi empapelaban mi pieza y me hacían sentir “rebelde”: Mis certezas actuales también dudan de sí mismas.

Es así como cuesta definir que el pasado es realmente pasado, ya que no sé qué de eso es presente en mí. De ahí la dificultad y lo hermoso de las alfombras convertidas de vez en cuando en piedras. O las comedias que debieran hacernos reír pero que nos dan pena por su estupidez o su falta de sutileza donde supuestamente debíamos sentirnos identificados.
Se asemeja a esos prólogos que cuentan el libro o la película dándonos datos para que identifiquemos nuestro estado de ánimo o lo que somos y la elijamos antes de dudar o antes de verla.
La identidad se ha convertido, así, en algo que podemos cotizar en el mercado de nuestras relaciones gracias a los que se visten de benefactores, que nos dan el crédito que hace posible que algún publicista iluminado diga que no hay nada más difícil que pedir prestado: es la máscara bancaria de un ser anónimo al que tendremos que pagarle igual.

En este punto me pongo dicotómico y no puedo dejar de pensar en que si ellos no son los idiotas, entonces lo somos nosotros.

O yo soy más estúpido de lo que creo o eso es justamente pedir prestado, aunque el anónimato del banco no nos dirá nada, porque sólo le interesa cobrar.
El banco se transforma, así, en el amigo cómplice que nos permite tensionar lo más posible la imagen frente a los otros, a través del secreto bancario.
Es una nueva forma de confesión ante los dioses, que han evolucionado y se han hecho una imagen de marca, transformando un negocio en una cercanía firmada ante notario. En un Marlon Brando con alzhemeir, convertido en sobrino de unos papeles firmados ante notario, que olvidaron ese beso vengativo o la mano que dio ayer.
Ahora, en vez de agarrar otra mano, cree válido dar vuelta la cara y agarrar un cuchillo mientras el acuchillado te saluda sin saber que el destino a veces no es propio.

Así llegamos al amigo que nos aconseja cómo y cuándo entretenernos, a ese cine de entretenimiento o a la música en el computador bajo el titulo de "accesorios".
Escuchar algo que nos facilita un nombre, de acuerdo a lo que todavía no hemos podido nombrar. Una especie de ascensor en el que sólo debemos apretar el botón de lo que deseamos, saltándose el paso del tropiezo: primero hay que bajar.

Como diría el gran Palo Pandolfo de Don Cornelio y la Zona, aún existe la gente que coreará conmigo “bajaremos, incontenibles, hasta donde el diablo pueda olernos”. A lo que podría agregar que ojalá no sea el diablo metrosexual de Axe:

Merezco morir hoy, sí, me merezco morir
Telas hindues cubrirán el cuerpo muerto
Y abrazando los nidos retozan las luces con ella
Una larga caída, un desfonde un...
Otras telas, otros colores, sin música ni histriones
Bajaremos, incontenibles, hasta donde el diablo pueda olernos
Cubriremos profundos olores pestilentes
Risutas pavadas ventrales, quizás tambien cerebrales
Merezco morir hoy, sí… me merezco... moriiiiiiir
Telas hindues cubriran el cuerpo muerto
Y abrazando los nidos, retozan las luces con ella
Bajaremos, incontenibles, hasta donde el diablo pueda olernos
Cubriremos profundos olores pestilentes...
Hola, hola... Hola... Eempeceeeeeemos...
Hola, hola… hola... Empeceeeeeeeemos.

Gentlemen



Puedes correr pero no puedes esconderte. Clubber Lang. Mr T.

Las canciones son como las mujeres, aunque suene misógino como esas grandes verdades de Greg Dully de Afghan Whigs superando lo políticamente correcto sin temor a odiar lo desconocido. No como algo lejano, sino más bien como eso que ni el sentido ni las sábanas logran recubrir.

Ese vestido de un modista pasado de moda llamado verdad que llega siempre tarde a la pasarela de las palabras manoseadas. Ese espejo que teme mirarse a sí mismo por dudar de si verá algo o por el temor a que eso que ve no logra ser externo a su mirada, sino más bien su propia construcción.

En este sentido quiero pensar hoy en esas mujeres más grandes que yo, que no logran encajar en esa categoría deseada por los identificados con “la nueva masculinidad” o ese engendro llamado metrosexual que no se le habría ocurrido ni a Ridley Scott en su mejor época. Esos aliens vestidos de categorías que terminarán devorándonos a todos.

Mujeres que no entendemos, porque tal vez no haya nada que entender y lo que pensábamos que era romance huele en ciertas ocasiones a tarjetas Village en descuento.

A amor con sacarina, o a jugo de naranja más naranja que las naranjas.

Esas mujeres que nos muestran un camino y luego borran la huella dejando a Hanzel sin Gretel y sin migas ni para las palomas.

Las mujeres que pueden decirte “te quiero así como eres” y después sin ni un atisbo de contradicción: “ya no eres el mismo”, mostrándonos que nuestro afán por querer ordenar las cosas no es sino una ficción.

Ese don increíble de poder destrozar las palabras y en el mismo momento, a lo que creíamos que éramos. Llevándonos a ese lugar en donde uno duda si lo que partió por una crítica a Arjona es en realidad Arjona riéndose de uno.

No quiero ni pensar y me contradigo pensando, que tal vez en algunas ocasiones tengamos que ponernos en estos lugares embarazosos de querer decir algo que patee penales con nuestra identidad y que incluso me hagan dudar de si acaso Arjona es más claro que yo, algo no tan difícil de pensar en todo caso.

En este sentido, tal vez comparto con él o creo compartir, el hecho de que las mujeres pueden ser la mejor excusa para hablar de lo que no conocemos, no sólo porque no podemos sino porque muchas veces no queremos.

Él, por lo menos tiene la excusa de la plata que gana, yo soy aún más idiota tratando de decir algo dedicado a la mujer de mi vida (o de lo que hasta el momento es mi vida) que incluso sé que no leerá esto y logre hacerme sentir, tal vez, como esa gente que apituta a alguien en un trabajo sólo por el hecho de hacer una buena acción. Buena en el sentido que lo deja a uno como bueno, ya que sería muy difícil desaparecer de la risa del otro dirigida a uno. Por esto voy a tomarme el atrevimiento de generalizar, ya que por un lado esa es una de las virtudes de las palabras, y por el otro (si es que sólo hay dos) porque él que escribe ahora soy yo y puedo de vez en cuando creerme un Stalin de las palabras.

Si no lo hiciera así y en algún momento me hiciera famoso, después podrían decir que comencé vendido, si es que fuera posible decir que alguna vez fuimos dueños de nosotros mismos.

Es así como esa mujer con nombre, ahora representará a todo lo que nos regala esa imagen invertida o desfigurada de lo que somos.

Ese intento hijo del vacío que no conoció nunca a su padre y que añora una licencia frente a lo desconocido, que logre nombrar por lo menos algo sobre la impotencia de las palabras, aunque sólo tenga cara de carnet.

Esas letras terribles fuera del renglón que no logramos ordenar y se convierten en el pobre que habita en cada rico, haciéndolo más pobre aún.

Borde de la limosna y borde del viagra.

Borde de lo que queremos que sea un sentido, y que parafraseando a nacho vegas, nos pone en ese lugar en donde no sabemos si esta vez todo está dentro de nosotros y ya no podremos escapar ni aún odiando.

Escapamos tal vez, inventando rótulos que nos ayuden a situar eso que está al otro lado, para pensar por lo menos que no estamos pensando, o para no asistir a ese lego que somos y por el cual venderíamos el alma si es que existiera alguien que pudiera armarlo.

Buscamos así, la sabiduría de esa barbie que vivió tantos años entre juguetes y piezas de plástico que pueda darnos una respuesta. Por lo menos desde la ilusión práctica de que el estar tantos años al lado del estante de los kent eso le enseñó algo. No importándonos que ahora sólo estén hechos de cirugías o se agoten en lo efímero, de un humo demasiado light para que valga la pena incluso pensar en ellos.

Ahora sólo quedan los cigarros detrás de las palabras, como lo que no debiera haberse dicho, o como el lamento del cáncer que piensa en el primer cigarro tratando de olvidarlo. Formando parte de lo que no escapa al presente y logra darle un lugar entre todas las cosas que nos fascinaría pensar, si es que no fuéramos lo que somos.

Así, entre tanta incomprensión y belleza, inventamos a la mujer profesional, al drum & bass, a la madre, a la esposa, a la puta, y a lo alternativo, siempre y cuando no se salga del cuadro y no sea eso alternativo a las categorías que no sabríamos como nombrar.
Por suerte, y para que mañana no me pongan en la categoría “gótico”, siempre hay alguien que en el intento de escapar hace escapar a otros de esa ilusión de qué podemos saber realmente lo que el otro quiere y así, las canciones se vuelven la prueba de lo difícil e inútil del olvido. Haciendo un monumento que permita decir que ahí estuvo lo que quiso ser una caricatura del olvido y quedó petrificado con cara de inutilidad.

Cada uno tendrá sus hombres, sus mujeres, sus historias monumento y si están ahí, es porque el peor y el mejor arquitecto, somos nosotros mismos dedicando lo que tal vez nunca supimos que estábamos dedicando.

Como esa gente que va al campo a encontrarse a sí mismo y termina dándose cuenta que las vacas no pueden contestarle sus preguntas, porque él ante las vacas no es nadie.

Nada se devuelve, no se siente tímido ni se enamora de ellas porque las vacas no desean nada en él.

Chiste contado por lo inverso que no quiere darse cuenta que aunque se lo cuente solo, hay alguien que se ríe más allá de él y no hay idioma posible que convenza a las vacas en usar pepsodent para que se le vean más blancos los dientes.

Tal vez, porque a la otra vaca o toro no le importan los dientes más que para comer y no pueden darse cuenta que lo que sobra, es lo que nos hace reír de un chiste, que a veces somos nosotros mismos.

the last waltz



La muerte ataca de nuevo a los que mejor la han tratado, a los que han podido acercarla al amor, a la incomprensión y a lo que no puede ser dicho más que pagándolo con el cuerpo.

Un amigo me llamó hoy pidiéndome que escribiera sobre Elliott Smith pensando que la muerte era una buena razón. Estoy de acuerdo con esto en algunos casos, pero yo no sabía el dato de que ese señor de las tinieblas se encontró finalmente con ellas, escribiendo por fin ese punto final que siempre le causó dificultades.

Eso incompleto en sus canciones intentando explicar la razón de sus preguntas, preguntas que sin embargo no sirvieron para empapelar lo que quedaba más allá de la música que dejó.

Es así como nuevamente tenemos que inventar esa despedida más fuerte que cualquier otra, ya que no hay nadie de quien despedirse. Sólo nos quedan esas enormes canciones que incluso lograron que Robin Williams pasara desapercibido en Good Will Hunting y que esos amores incompletos tuvieran por fin la banda sonora que merecían.

Es la segunda vez que escribo con una rabia inmensa, no crean que es porque me gusten los muertos, sino más bien porque me encantaría que murieran otros y no los que me habitan, ya que siempre se llevan algo de mí y de lo que yo era con ellos. Metáfora tal vez que vuelve eso de la media naranja en una excusa recitada por nuestro egoísmo en ese más allá de lo que quisiéramos decir.

La lista en mi cabeza podría ser interminable y absolutamente ridícula pero no cambiaría nada ni le sacaría el filo al cuchillo de esa psicosis, que de una vez por todas, ha transformado la tranquilidad de la ficción de esa ducha fascinante de norman bates en la realidad más insoportable. Una realidad, que probablemente me haga mirar dos veces el próximo cuchillo con el que trataré de cocinar, lo que ojalá no termine cocinándome a mí.

Sólo puedo decir que esas piedras para afilar que nunca supe manejar muy bien ahora han pasado de la ignorancia al terror del recuerdo.
Si es cierto eso de que la muerte se aparece de negro con una hoz o juega ajedrez como en el séptimo sello, quiere decir que es miope, disléxica o realmente malvada.

No me gusta la rabia, ni que me inunde el sentido común, porque quiere decir que me está costando demasiado hablar por mí y busco el refugio de palabras que comienzan a oler a diccionario, a profesor Banderas, a manual de carreño o a que la Teletón no puede ser sino “buena onda”.

Todas esas cosas que terminan dirigiéndose a mí, tratando de ocultar cuál es la verdadera razón del dolor en mis palabras. Ese momento en que aparece el fantasma de Jeff Buckley cubriendo todo de un manto de injusticia. De esas cosas terribles que suceden todos los días en el mundo y que esquivamos con amigos, mujeres, alcohol o canciones.

Mueren los que no pueden más, no los que cagan el mundo. Mueren muchas veces los más lúcidos. Mueren los honestos. Mueren los complicados, ya que los demás toman pastillas para la depresión y encima les sirven o creen que el extasis viene en forma de pastilla.

Mueren los que nos hacen morir un poco. Mueren dejándonos la culpa de que tal vez debiéramos haber sido nosotros. Mueren los que se han encontrado con sus palabras convirtiéndolas en un cañon en la sien o en cualquiera de sus metáforas que han dejado de serlo en el momento de morir y ya no podremos preguntar si eso que se dijo es minímamente lo que pensábamos, dejándonos realmente solos.

Muriendo para o por nosotros, a veces en la honestidad de no seguir mintiendo. Muriendo como el espejo que nos dice que seguimos vivos, enfrentándonos a una pregunta o la madre de todas las preguntas que nunca podremos contestar.

Quiero creer que ese padre, hermano y amigo fue en su búsqueda. Que fue un ansioso y no un suicida. Que se le acabaron las palabras de este mundo y fue a buscar otras que lo salvaran del sacrificio de tener que dedicarlas o de saber a quién.

Quiero pensar que no lo pasó mal. Que estaba tranquilo. Que no sufrió más que al escribir sus canciones. Que no sabía que nos recordaría todas esas pequeñas y grandes muertes que no mueren con el día.

Me encantaría pensar que el equivocado es él y que los que quedamos, no nos equivocamos en seguir buscando respuestas donde otros ven negocios. La verdad es que intento decir algo que no sé si podré decir y que está volviendo inútil cada palabra que trate de explicar esta terrible pérdida gemela de todas las demás pérdidas.

Puede parecer exagerada mi dificultad, pero no me importa, porque esto es entre Elliott Smith y yo. Y si es que ahora estoy escribiendo, es porque me lo pidió un amigo y porque en este momento no tengo ganas de hablarle ni a mi perro ni a la pared, que ya debe estar cansada de tantas muertes y sólo quiera la tranquilidad de esa ceresita que la haga sentir minímamente renovada.

Me contento sólo con creer que ese hombre innombrable, murió tarareando su propia letra y se entretuvo creyéndose por fin a sí mismo lo que decía en Waltz 2 de la siguiente manera:

It's okay, it´s allright, nothing wrong.
Tell Mr. Man with impossible plans to just leave me alone.
In the place where i make no mistakes,
When i have what it takes.

Ojalá que le esté resultando y que si llega a ver a mi abuelo le dé un gran abrazo de mi parte, ya que tampoco de él pude despedirme y hace que no llegue a poderle ver la cabeza a su recuerdo.

Tuesday, February 06, 2007

su fan numero uno quiere saludarlo



The wind pulls me around and everything it touches turns weak
An antique or an eyelash stuck to your cheek
The paper thin skin of the crowd chasing you down a long and
Dead end trail with a guilt no alibi can curtail

The world is held together by the wind
That blows through Gena Rowland´s hair

Land ahoy fill my weak lung with this joy-dizzy on the deck i hope
I last until we land with an envelope burning a hole in my hand
Bearing the names of the winners who walked away from the
Games that the slaves like to play to replace the air and the sea
Leaving you no way to fly to me

Trough the window the warm summer wind does a 2-step
I wish there was some way i could keep it
And clear away the mission St. In my head that
Keeps this watery weariness in your bed and
Sets up more windmills that i'll waste my time missing
When it should just be your lips that i´m kissing
Don't tell me that you don't hear
The clock ticking on the shelf by our bed it´s near
There's a light turning green just like fear
There's a light that turns green and leaves us without a prayer

What holds the world together
American Music Club

Hoy es día de hablar de esos momentos que parecieran ser sólo fábulas, de esos pedazos de realidad que añoramos como buenos groupies que somos de nuestras propias fantasías y que tratamos por todos los medios de seguir manteniendo a pesar de los años.

Hoy es día de hablar de esos encuentros que uno espera toda la vida y que jamás salen como lo esperabas porque la realidad te cachetea con la suave comprensión de los hechos.

La historia es de alguien que se llama igual que yo y que creo que soy yo aunque le gustaría cambiar los finales o por lo menos los prólogos para que el carnet no tambalee.

La banda de sonido de esta historia es un disco de American Music Club llamado San Francisco. El último respiro de la banda de Mark Eitzel tratando de lidiar con lo que pudo haber sido la fama, de la cual nunca fueron muy protagonistas.

La historia comienza con la primera vez que escuché un disco llamado california y sobre todo una canción llamada 'Jenny' y un estribillo que decía "otra fiesta estúpida de nuevo, celebrando por nada de nuevo".

Si creyera en la reencarnación habría pensado que me dieron todo menos la lucidez y una voz decente, porque por un minuto de mi vida podría haber sido yo el que estaba cantando o resumiendo parte de mi adolescencia en un par de estrofas, o que mi amigo imaginario retrasado algunos años, estaba ahí frente a mí, mostrándome que alguien más podía acompañarme que no fuera mi personal y el cassette ya gastado de los Smiths.

Tengo que decir que Mark Eitzel fue mi mejor amigo por mucho tiempo y que escribir esto es una forma de compartir mi experiencia o mi estupidez al mismo tiempo que tratar de demostrar que hay cosas que la realidad no podrá cambiar.

Toda mi vida tuve la fantasía de imaginarme terminándome una botella de whisky con Mark Eitzel o siendo su barman mientras sonaba la frase "Some bartenders have the gift of pardon" mientras yo le decía torpemente : "don´t worry, Mark" hay cosas peores o terminaba dándole consejos sobre un acorde que me sonaba raro o hablando de que esa mujer no le convenía.

Hubo un tiempo en que pensé que debía pensar más seriamente en Dios o en una visión más moderna de la reencarnación porque alguien estaba viviendo lo mismo que yo en otro lugar del mundo e incluso me mandaba recados en un idioma que sólo nosotros entendíamos y que algún día sería descifrado para que no fuera sólo una locura propia.

A veces es mejor guardar las fantasías bajo la ignorancia de lo no correspondido, lejos de la ley de Murphy y la realidad, aunque también es bonito contrastarlas con eso que uno nunca pensó que podría suceder, como por ejemplo escuchar y ver a Mark Eitzel en vivo en Santiago de Chile a tres pasos tuyos.

Tengo que aceptar que toda relación con la realidad fue mera coincidencia porque nunca entendí muy bien cómo yo estaba ahí mientras 10000 cantantes o grupos podrían haber estado ahí antes que él y no se trata de esa argumentación idiota de yo lo conocí primero sino que él siempre me parece un poco desubicado, como no encajando demasiado, como si sus canciones superaran a eso que es él y lo hubieran abducido y sólo quedara el envase.

Se paró del sillón, cantó sin micrófono, se enojó cuando en una frase de una canción que decía "Extasis of love" parte del público festejó lo que le sonó a droga y aún así, algo de esa noche se quedó ahí junto con parte de mi historia, timidez y vergüenza al gritar desde el público que cantara 'Channel n5' o 'Blue and grey t-shirt', dos memorables canciones de American Music Club que se asemejan a pedirle a kurt cobain que toque 'Smell like teen spirit' o a Morrissey 'Ask'.

Me quedo con la sensación de que por lo menos exigí mi pedazo de historia invertida y que no soy como esa persona que en un recital de Redolés le pidió una de Serrat, ni como esos gringos que a Lemonheads en Buenos Aires le pidieron cinco veces 'Ms Robinson' y que Evan Dando con menos paciencia les contestó "fuck you".

Quise enterrarme pero me contestó con 'I've mess' del disco Mercury que es de ese tipo de canciones increíbles pero que en los surcos de los discos quedan inmaculadas como 'I started something I couldn't finish' del Strangeways here we come porque son de esas canciones que te dan ganas de tomarte todos los ansiolíticos de tu vieja.

Para los que no fueron les puedo decir que un gordito depresivo se desarmó en un escenario y que todavía andan tratando de juntar los pedazos de los cuales yo por lo menos me quedé con su caligrafía al anotar los temas que iba a tocar y que en el décimo lugar figuraba 'Channel n5' y en el duodécimo 'Jenny' por lo que todo parece una especie de cuento de Stephen King que no termina ahí porque todavía falta el encuentro con el monstruo hecho de realidad.

Los que todavía no se hayan aburrido imagínense que si esto fuera una película o más bien un guión de una película diría ahora algo así como: dos días después, casa de Jim (amigo del productor, canadiense) almuerzo.

Se ven sentados en un sillón Sam Prekop y Mark Eitzel hablando acerca de la hora en que va a llegar John McEntire. Sentados alrededor están Roberto Denegri y Jim. Se ve una mesa con comida y una botella de whisky vaciada en su mayor parte por Mark Eitzel haciendo honor a su fama de borracho.

En ese momento llego con Cristian Araya con la idea de hacer una entrevista con Sam Prekop y si es posible con Mark Eitzel (razón por la que sobretodo voy). Aquí es donde se enfrenta la realidad con esas imágenes inmaculadas que nos construimos de las cosas que son importantes para nosotros, es como imaginarse a Emanuelle Beart lavando los platos (mejor busquen sus propios ejemplos porque este no es el más apropiado) o contrastar lo que fantaseamos con lo que podríamos odiar de esa fantasía al mismo tiempo.

Si el universo entero pensara al mismo tiempo no podría imaginarse peor introducción que que te presenten como el fanático número uno de American Music Club y uno de los primeros que han escrito en Chile acerca de ellos, sobretodo si sé que Mark Eitzel odia a los periodistas porque siempre le preguntan acerca de la razón oculta en sus canciones a lo que responde que escribe justamente porque no puede decir eso de otra forma.

Lo peor de todo es que como no se trata de un guión no puedo disimular mi vergüenza y por lo tanto ya no me es posible salir del lugar de periodista ávido de polémica o deseoso de encontrar profundidades o psicología de tv grama y sobretodo porque de periodista no tengo nada. Aunque debo admitir que envidié por un momento eso de buscar la noticia, porque por lo menos me habría permitido entablar algún tipo de conversación antes de que se parara un rato después diciendo que quería caminar. Lo que en todo caso, no me impidió imaginarme un final más de película en donde yo me paraba y mientras hacía de guía turístico le explicaba que en realidad yo entendía lo que quería decir en sus canciones y que yo no andaba buscando la interpretación última ni la relación de las canciones con su infancia frustrada ni sus relaciones de pareja incompletas, sino que yo era un poco como él pero sin su talento para interpretar tan brillantemente la diferencia y la similitud entre uno y lo que te rodea.
Imaginando también una hermosa película donde podríamos olvidarnos por un momento que él era él y yo era yo y que a pesar de nosotros las canciones existían en una especie de realidad paralela en donde él no tenía tan claro por qué las había escrito y yo no tenía otra forma de interpretarlas más que con lo que mi pobre inglés y mi historia me lo permitían. Que eramos dos personas medio perdidas disfrutando de no saber quienes somos esperando la hora para tomar el avión que nos ordene un poco el lugar a donde queremos llegar, aunque sea una ilusión hecha ticket de aeropuerto que podemos dar vuelta en la manos como si fuera un momento palpable que está fuera de nosotros y podemos reembolsar o cambiar de destino.

Como un guión en el que no hay necesidad de pensar que él se fue, que yo no hablé y que tampoco necesité esperar remediar ni mi inglés ni mis modales, ni mis explicaciones.

Porque al fin y al cabo, no hay realidad que pueda colmar esos castillos de naipes que tanto me gusta hacer para sobrevivir.

i know its over



Kadish por los difuntos que aún nos lloran.

Me habían regalado hace cuatro años un disco titulado My sweetheart the drunk, cuatro palabras que ya por sí solas son difíciles de sostener para un músico que no quiera hacer falsas promesas. O como se dice ahora, "que no quiera defraudar a los consumidores".

Si a eso le agregamos, que el autor es de esa gente que te recuerdan a los padres de tus amigos que en algún momento de tu vida te miraron fijamente sin entender mucho y te dijeron con gesto profético: "este chico tiene futuro", empezamos a armar esas pequeñas bombas con las que cuenta el común de la gente y que no sabemos cuando explotarán.

En este caso ocultadas por cuatro largos años y que en algún momento se hacen realidad, mostrándote que no hay cosa peor que darse cuenta que uno en algún lado sabía qué es lo que uno estaba tratando de esquivar con tantas postergaciones y pérdidas momentáneas de ese disco aún cerrado y del que uno no quería hablar ni escuchar ni leer nada. Ese momento de auto olvido que había que cuidar bajo siete llaves y que te llamaba a vivir un poco de costado esquivando los golpes bajos como si fueran pelotazos en la guata.

No sé si a veces hay que ceder a esas cajas de Pandora que pueden demostrarte que hay muertos que uno no puede dejar de llorar, que no permiten cerrar eso que por algo llamamos eso, justamente porque ni las palabras nos permiten decir de qué se trata.

Se que siempre se nos va a morir gente querida, sé que hay muertos que por lo menos para mí están bien muertos, sé que hay vivos que me da lo mismo si siguen respirando, sé muchas cosas que podré contarles en otra ocasión, pero hoy lamentablemente mis palabras irán dirigidas a una sola persona y a una sola ausencia que siempre terminarán a pesar de uno siendo varias.

Se también que hoy hablar de muertos tiene una carga especial por ese Mickey Mouse con armas que sigue demostrando lo dado vuelta que está todo, pero no hay nada nuevo en todo eso salvo algunas "nuevas tecnologías" que están probando lejos de su casa. Lo único nuevo es que hoy el egoísmo se ha apoderado de mí, se ha acostado al lado mío y está a punto de tirarme de la cama. Egoísmo de sostener la cobardía que me hace creer que una muerte así es peor que muchas otras y que hoy estoy dispuesto a atestiguarlo mientras Jeff Buckley no deja de mezclar todo, de hacerme la pregunta de cómo estaba cuando se ahogó, de haber querido ser su amigo o su ángel salvador para no tener que pensar en cuántas circunstancias podrían haber sido distintas para que abrir un disco no sea tanta amargura condensada y tanta lucidez perdida.

Me quedo con la rabia de que justo el que dijo "our mutilation is a gain to the system" se pierda en el mar de los derrotados y pase a ser otro más de los sacrificados que por decir lo que dijeron pagaron el costo de la muerte o la locura.
Por eso en estos momentos dudo de todo y pienso que hay gente que muere por nosotros cuando el nosotros es cada vez menos claro y me hace pensar que el mundo es para los ganadores, para los que calculan cada uno de sus actos con un cerebro que simplifica más de la cuenta.

Me pregunto cuándo empezamos a ver las cosas en términos de números y categorías. Qué día fue que simplificamos la belleza en un 90 60 90 o cuándo en vez de escuchar y poder sorprendernos dijimos post rock, techhouse o electroclash.

Me acuerdo de Picasso (y lo cito para darle a esta columna un aire más intelectual) cuando dijo: vendo lo que pinto, no pinto lo que vendo y pienso en lo difícil que es separar la música de su imagen o de la identidad que puede proveerte ser seguidor de tal o cual grupo y trato de creer que estoy más allá de eso.

La verdad es que no lo sé y que sólo tengo la tranquilidad de que puedo compartirlo, de que no estoy acá para escribir certezas sino dudas, las mismas que le sigo envidiando al gran jeff que nunca me conoció pero que fue capaz de mezclar todo a su antojo para mostrarnos que aún no sabemos nada y que lo poco que sabemos nos mantiene con vida y con ganas de hablar de eso.

Salud a todos y salud al que ya no la tiene.

the past



Tenía una columna llamada del egoísmo y todos sus bienes que ya no existe en pos del Dios de la síntesis, así que se encontrarán de vez en cuando con cosas que parecen haber sido sacadas del Delorean de Michael J. Fox o la máquina del tiempo de 2001 odisea sexual. Me gusta que estén por acá así que las iré subiendo de a poco.
Al que no le gusté que cierre la página o definitivamente piense que el egoísmo trae puras maldades.

en busca de la cancion perfecta



Qué hacer cuando las canciones dicen más que tus amigos, cuando hay momentos en que los estados de ánimo te piden play más que una cerveza, cuando crees que hay canciones compuestas para ti y en algún lado está ese otro que no va a contestarte más que con lo que alguna vez tampoco le pudo decir a nadie, ese hoyo negro que nunca más tendrá una explicación y se traga lo que nunca sabrá que ha sido tragado. ¿Será tan difícil vivir con esas cosas o es que somos futuros candidatos al manicomio?.

Me gusta usar el plural para conservar la ilusión de que alguien piensa como yo o yo pienso como alguien o que esa soledad que aprendió a gatear que somos aguanta ciertos cuentos o se apacigua con canciones que dejaron de ser de cuna..

Fantasías en donde luchamos para creer que no somos superficiales por tener certezas puestas en las orejas, por escuchar respuestas o susurros cuando otros escuchan simples voces o ruidos y no creer que por eso podemos dar consejos o elevar la música a una metafísica.
Tiendo a creer que es lo contrario, ya que si tenemos la necesidad de escribir o discutir es porque no hay nada resuelto y porque la música lo único que hace (que ya es mucho), es hablar de nosotros con la ilusión de que las canciones no te van a dejar sino que es uno quien las deja.
Pueden defraudarte pero creo que siempre será una relación egoísta porque uno podrá interpretarlas como quiera y tendrán el sentido que podamos darle.
Esta es la razón de las eternas preguntas sobre qué quiso decir tal o cual cantante y al mismo tiempo la venganza de las canciones, ya que nunca podrán pertenecerle completamente a nadie ni explicarse totalmente. Por lo menos para mí no hay nada más frustrante que escuchar que lo que yo creía que era una mujer increíble resulta que era por ejemplo una calle por la cual pasaba repetidamente el cantante y aunque yo no reciba el dinero de los derechos de autor, creeré que el mundo miente y repite la eterna pregunta por el origen.

¿En qué momento la música entró en nuestras vidas y dejó de ser un fondo de supermercado o de conversación entre amigos? ¿Cuándo dejamos de escuchar lo que alguien nos estaba diciendo para descubrir un estribillo? O ¿cómo es que nos tomamos tan en serio ciertos gustos musicales encontrando ahí mucho más que frases como sobre gustos no hay nada escrito? Sobre todo cuando perdemos tiempo tratando de escribirlos, permitiendo que un amigo como Pato Urzúa escribiera sobre Radiohead destilando política, crítica y su lugar en el mundo del "mercado" musical, más que una descripción de estilos e influencias musicales que suenan a consejo de Falabella. Ayudándote a elegir tu identidad de la mano de un espejo.

Las canciones tienen la virtud de recrearse y reconstruirse porque así somos, viviendo como decía Paoletti en busca de la canción perfecta y pobre de nosotros si algún día la encontramos o nos casamos para toda la vida cuando justamente la vida se va o nos va haciendo y no hay certeza que no pueda caer con nosotros en esa especie de deporte extremo que no necesita ni de paracaídas ni de acantilados.

Sé que hay gente que puede ver hojas al estilo de la bolsa de belleza americana y encontrar ahí los momentos simples en donde vale la pena demorarse y dejar que el tiempo pase por nuestras espaldas. Pero hay algo que me hace desconfiar de la estilización de la simpleza y al mismo tiempo encontrar esa simpleza en canciones que no la buscan ni la venden, que no les pertenece como a la caricatura de la realidad al estilo Mekano, que encuentran lo que no han buscado y uno se pregunta que habrán querido decir y lee entrevistas tratando de encontrar alguna certeza y habla con los amigos y busca en su vida despejar lo que tal vez no te permite ver y ve a los críticos haciendo piruetas con los símbolos. Con lo que algo quiso decir otra cosa y en la repetición encuentran alguna verdad y de paso comen y reciben discos gratis tratando de encontrar la interpretación que deje tranquilos por un momento a los consumidores y los salve de seguir buscando con generalizaciones al estilo de "el nuevo Prince o lo que Nick Drake hubiera hecho si le hubieran prestado una laptop".

En contra de eso seguimos escribiendo y escuchando mucha música, tal vez como una forma de decir que si no somos perfectos difícilmente habrá una canción perfecta, aunque la seguiremos buscando así como buscamos y esquivamos los grandes amores.

Hoy escribo esta columna desde mi cama, ya que un yeso me ha obligado a detener el tiempo y situarlo entre cuatro paredes más reales que las que acostumbro construir.

Es interesante pensar en cómo un accidente tan trivial como un esguince te obliga a mirar las cosas desde otro lado, desde esa ventana indiscreta personal que no apunta al edificio de enfrente sino a ti mismo.

Hitchcock mereció su nombre desde que la ventana situada enfrente empezó a mirar a ese James Stewart que todos llevamos dentro.

Siento una rara sensación, como si por un momento fuera posible imaginar la imposibilidad de la huída o representar esos tiempos detenidos que se hacen cómplices de mi pierna derecha. Aquella compañera muda que parece hablar sólo en estos momentos o cuando el dolor habla por ella. Partes del cuerpo que sólo existen como mensajeros de malas noticias o espasmos que se ríen de los orgasmos múltiples o las recetas kamasutra.

En este caso, hacen volver sobre mí, imágenes que había dejado pasar en esos continuos de tiempo que construímos para darnos sentido intentando jugar a que no existen para poder respirar tranquilos sin saber que lo estamos haciendo.

Vuelven cosas que había dejado pasar en ese continuo de los pies al caminar y que ahora me muestran que habían estado enyesadas, enquilosadas, detenidas, aún más que ese monumento en lo que se ha convertido mi pierna. Lo primero que pienso, es que lo real del yeso funciona como una metáfora del caminar como una especie de negación, abriendo la pregunta acerca de cuáles son las muletas que usamos el resto del tiempo y que de reojo nos hacen caminar en ese azar impar del todo o nada.

Muletas que nos sostienen sin pedirnos permiso y alojan en nosotros sin que sepamos qué es lo que sostienen.

De ahí tal vez su fascinación ausente y pasaporte falsificado sin nombre que la identifique, pero que aún así logra sostener la ilusión de que nos habita. Como un terror personal con cara de alien, aunque más querible que el de la película porque no es necesario mirar hacia fuera ni tener que explicarlo. Tal vez como nuestro propio límite al misticismo de revista de sábado o al feng shui que nos dicta desde dónde debemos mirarnos.

Hay discos que me han salvado de todos los nostradamus que nos dictan un sentido o servido de muletas cuando pudiendo caminar no quería levantarme de la cama.

Otros que me hicieron comprender que esa partícula en el universo que soy, podía comunicarse con alguien sin temor a cubrir mis preguntas con un manto de piedad.

Me han contestado cuando no podía preguntar y me han mirado cuando no podía sostener la mirada.

Me han mostrado que a veces soy demasiado serio en mis preguntas o que pregunto cosas sin respuesta sólo por el hecho de dirigírselas a alguien. Las canciones también se han reído de mí y me han acompañado con la paciencia de algo ya hecho.

Algo que no puede vestirse de moda porque es sólo de uno y de esos momentos en que buscamos o repetimos estrofas hasta el hartazgo, con la ilusión de que la vida pudiera ser una prueba de esas que pasamos repitiendo manuales o pudiendo elegir lo que queremos repetir.

Lamento decir, que como no elegí usar muletas este mes que me queda de mirar espaldas que me dejan atrás, tampoco he elegido las canciones o las estrofas que me han acompañado a pesar mío y a las cuales les agradezco su obstinación sin cara, de las cuales tal vez me habría alejado coreando a lo Bob Dylan: Don't look back.

Les agradezco la enseñanza de que el sentido de las cosas puede ser un yeso de eso que camina en nosotros sin que queramos.

Tom Waits lo ha dicho mucho mejor que yo en esa frase que dice "the piano has been drinking" y debo decir que tiene demasiada razón, no en el sentido de una excusa, sino de eso que habla más allá de él.
Ese piano parlante con cuerdas pa rato.

Friday, February 02, 2007

a proposito de Aimee Mann sin Aimee Mann




Aimee Mann, dice su carnet, aunque algunos la llamen “ésa de Magnolia”, como esas personas que sólo saben citar o hablar de una película por los actores o, si es que quieren complicarse un poco, decidir entre entretenida y no entretenida.

Están también los que se creen más sofisticados y agregan algo más diciendo, con cierto aire místico, mientras acomodan sus palabras con feng shui: “No será una de Bergman, pero lo pasé bien”. Con tanta claridad al usar los conceptos y domesticar a los extremos, que se sitúan en ese punto justo donde me olvido de sus palabras y sólo pienso en el ángulo en que el hacha golpeará su cabeza más que en tener la obligación de decirles algo. Esos momentos de debilidad en que estaríamos dispuestos a trabajar en el comando para que Freddy Kruger salga senador.

Obviamente que tal vez es mi forma de no decir nada diciéndome algo. A través de esa burda fantasía gore que tampoco sirve como excusa, porque en vez de odiar tranquilamente me pregunto por la contradicción de mi discurso. Contradicción que intenta decir algo en las palabras que no son un acto, mientras el hacha viene hacía mí y el otro no se entera de nada y sólo existe en mi mundo. Lo que significa que esa tensión que flota en el aire sólo la respiro yo, mientras los demás asienten pensando que Bergman sirve sólo para usarlo de ejemplo porque es un latero. Hacha parapléjica que al no poder dirigirse hacia nadie sólo se vuelve hacia ti afilada sólo como las ideas pueden hacerlo, ya que sabes que esas fantasías de atragantar al de la fila de adelante con sus propias cabritas sólo existe para ti porque no se convertirá en un acto. Es como imaginarte lo que le harías a la novia de tu amigo y la sola idea de desabrochar el primer botón comienza a convertirte en el violador de Reñaca.

Woody Allen ha mostrado mejor que yo lo que intento decir, en esa escena de Annie Hall donde detrás de un cartel del cine aparece MacLuhann para decirle a un tipo de la fila que no pontifique en su nombre porque no entiende nada de su obra. A lo que, acto seguido, Woody Allen mira a la camára y dice algo así como que le encantaría que las cosas fueran así en el mundo “real”. A lo que yo digo: benditas sean sus intuiciones, aunque no sirvan de nada e incluso dudemos algo de ellas.

¿Por qué un desconfiador profesional como yo cae en la metafísica de apoyar su argumento en una mesa sin patas que cree sostenerse o levitar?

No lo sé, pero es algo tan idiota como recordar que Elliott Smith fue reconocido por su madre como ese alguien más allá de su hijo, cuando lo nombraron en los Oscars. Es por hechos como estos que se abren ante mí esos cielos nubladísimos que pueden recordarnos un paseo bajo la lluvia pero también una terrible inundación siendo dueño de una mediagua.

La existencia de ese espacio tan terrible me hace dudar acerca de lo que significa el reconocimiento y esa realidad normativa que pontifica acerca de las virtudes que hay que merecer para ser reconocido. Virtudes que si fueran las de los vendedores de la Feria del Disco me ponen en el problema de caer en el esnobismo de creer que el mal gusto de ellos es lo que permite diferenciarme y creer al igual que Morrissey, que Keats y Yeats están de mi lado, mientras que en el de ellos está Luis Miguel.

¿Un Oscar puede hablar tanto o cambiar una ignorancia en un cumplido?

Sé qué sí, pero si lo sé es porque entonces debemos desconfiar de nuestro conocimiento y de lo que también desconocemos, ya que no hay nada que pueda escribirse que nos salve de lo que decimos. Así como no hay Dios que no pueda pensarse sin construirlo al mismo tiempo.

No quiero ponerme ni críptico ni snob pero ¿nuestros perros, gatos o discos pueden pensar en un Dios que no sean ellos mismos? O, dicho de otra forma, ¿pueden construir ese algo que está más allá de ellos?

Yo creo que no, aunque eso no impida que nosotros nos inventemos esos lugares a cada momento y hagamos por ejemplo del “yo lo conocí primero” una religión. Discurso que deja a los demás en la ignorancia de los iniciados, de los que aún no han sido evangelizados o bendecidos.

A muchos la situación les debe resultar conocida y, si no es así, voy a tomarme el atrevimiento de dar algunos ejemplos:

La referencia a la historia del grupo que al mismo tiempo da cuenta de que uno no es un aparecido. Para los que aún no han entendido voy a hacer la mímica computacional. En una de esas lo lee alguien “importante” y me contratan para una teleserie.

A se encuentra con B y pregunta: ¿Escuchaste el último disco de Radiohead?
B responde: Sí, está bastante bueno, pero como que se vendieron, para mí después de The Bends son un grupo del montón y en realidad no debiera decir después porque Pablo Honey es una basofia.

Si B fuera un conocido mío estaría de acuerdo con él, pero más allá de eso podríamos pensar en cómo ese tipo de explicación sirve para dárselas de entendido, aún no habiendo escuchado ni una puta vez ninguno de los discos. Basta con leer a alguien con carnet de crítico y las orejas limpiadas todas las mañanas con cotonetes Rolling Stone.

Podríamos llamarlo el discurso del todo pasado fue mejor, aunque el todo debieramos entenderlo entre parentésis para dar a entender que no estamos generalizando y que somos erúditos en la materia. Erudición que debe confirmarse al poder establecer diferencias y poner silencios donde no existen, ya que han sido pensados de antemano para dotar al discurso de un cierto rango de duda y humildad.

Súbditos míos, si aún no han entendido, es como dejarle en claro a la audiencia que estamos pensando al estilo de Rodin para demostrar algo de riesgo o novedad en nuestras palabras.

Otra forma de usar este recurso es hablar no sólo de los discos sino de los integrantes del grupo. Me permito usar otro ejemplo:

A: Suede cagó después de que se fue Butler, ya que le daba un toque pop como más fino y hacía que las canciones se diferenciarán. Si no me entiendes, piensa en Morrissey sin Johnny Marr o en Blur sin Coxon. ¿Será que los guitarristas la llevan?
B: Voy a escuchar de nuevo ese segundo disco que me parecía medio sinfónico y casi tan maricón como el primero, ése en el que salían dos tipos en la tapa, en una de esas puedo comprármelo de nuevo cuando salga la reedición con dos temas nuevos en vivo desde el asilo de ancianos.

Otro caso que podríamos citar es cuando un grupo que uno considera bueno promedia más de 5 pasadas en la radio y se “chacrea”. Rara forma de considerar una determinada obra por lo que sucede después de ella.

Alguien dijo una vez que un libro una vez terminado ya no pertenecía a su autor. Si estamos de acuerdo con esto, ¿cómo podríamos juzgar un disco por lo que suceda después?

Recuerdo varias películas sacadas de cartelera y sin la venia de los críticos, vueltas a poner porque ganaban un Oscar o un Cannes y donde el público argumentaba que ese día en que la vieron habían ido sin los anteojos, estaban aquejados de colitis o no faltaba la mujer que argumentaba que justo ese día era fin de mes y sus hormonas hablaron por ella.

En este sentido, A diría lo siguiente:
Me gustaba mucho ese tema ‘Laid’ hasta que un día me lo hizo escuchar mi hermana diciendo que le gustaba más que el de New Kids on the Block.
B: Sí, te entiendo, yo lo regalé porque como que ya no me pertenecía, como que algo cambió.
A: Me carga demorarme dos años en encontrar un disco y que en un mes lo termine tarareando mi nana, mezclándolo con Cristián Castro.
B: Te entiendo perfectamente A, son los costos de una sociedad que odia a los adelantados y pretende masificarnos a todos. Como diría el duo dinámico o la teleserie argentina que es mi último placer culpable: resistiré.

También los discos pueden servir para hablar de esos personajes que quieren dar a entender que no son tan aburridos o intelectuales como parecen y tienen su lado oculto:

A se dirige a B desvíando un poco la mirada y le dice: ¿Escuchaste el disco de Justin Timberlake?

A lo que B responde: ¿Justin?
A: Like a love you.
B: Qué increíble que podamos comunicarnos sin hablar, debe ser por eso que estamos tan cerca en el abecedario, debe ser el destino, o como dice mi profesor de psicología, los discursos construyen la realidad.
A: ¿O sea que la A y la B son construcciones?
B: No sólo me regocija constatar que nos entendemos sino que al mismo tiempo estamos siendo parte de un artículo sin que me haya tenido que agarrar a tu novia o contar tus intimidades con el resto del abecedario.
A: No lo había pensado, pero de todas maneras no me gusta que nos hayan mezclado con las otras letras, sobre todo si nadie puede con un mínimo de decencia no empezar con nosotros, si es que alguna vez ha ido al colegio.
B: Tienes razón. ¿Has escuchado algo más feo que esa generalidad idiota que algunos nombran como de la A a la Z? Es como mezclar peras con manzanas.
A: ¿Lo dices de picado porque no saliste y siempre serás segundo?
B: Puede ser, sobre todo porque, ahora que lo pienso, la distancia entre A y B es la misma que entre A y Z si uno va a la inversa.
A: ¿Estuviste leyendo a Osho?
B: Sí, pero parece que ya no me gusta tanto porque escuché por ahí que Marciano quería musicalizarlo.