MI historia con Dulli comienza allá por el año 91 y no
escuchando un disco sino viendo una polera colgada en una feria de navidad que
se ponía en frente de la facultad de derecho de la Chile.
Era negra y tenía dos cuervos y abajo decía The afghan
whigs.
Uno a veces no sabe o más bien no maneja, las razones por
las cuales llega a escuchar por primera vez un grupo de música y menos aún,
aquellas que te hacen en el futuro, un fan de esa banda.
Puede ser una crítica que leíste o uno de esos amigos que te
miran con cara de Esto es para ti. Puede ser de esos
discos que te topaste más de una vez en la feria del disco que nadie compraba y
terminaste llevándotelo a tu casa, como ese perro guacho que te cruzaste más de tres veces en la calle.
A veces hay detalles que te enamoran desde antes al igual
que esa chica que te cruzabas en el patio del colegio y te demoras 3 meses en
pedirle el teléfono.
Me pasó por ejemplo con el siamese dream de los pumpkins. Yo
venía de escuchar el gish y me había dejado loco y siempre supe que algo
llamado disarm, en manos de ese cabro, iba a destrozarme entero.
Cuando vi esa polera de los cuervos yo estaba loco
escuchando el gish que había salido ese mismo año. Los afghan habían editado el
Up in it un año antes pero aún no los conocía. Tuvo que pasar un año para que
sacaran el disco con el que los conocí: Congregation.
Acá empezamos a conocer al Dulli convertido en ese Barry
White con cuarenta grados de fiebre que, cuando te dice “I´m her slave”, no
quiere seducirte sino sólo declarar un estado de cosas.
Get off that stuff, she said,
And I’ll stone you instead.
Unchain yourself, said she,
And tie yourself to me.
Tuvo que pasar otro año más, para que tuviéramos uno de esos
años en donde el 93 mezcló el gentlemen con el siamese dream. Que gran año ese
para los discos.
Donde Dulli se hacía cargo de que ser un caballero implicaba
decir cosas como i´m a dick for a brain, Corgan intentaba desmarcarse del
grunge y la idea de que ser rockero era dárselas de macho.
El siamese dream se llama así porque se puso a escribir de
su hermano gemelo con síndrome de down y el gentlemen se llama así, porque
Dulli se cansó de que lo masculino fuera Guns ´n roses y el hombre fuera una
postal zorrona para vender más Jack Daniels.
Dulli en “Gentlemen” se mete de lleno en explorar en el amor
y en lo que siempre tiene de contradictorio.
Escribe del sexo en todas sus formas y sobre todo, nos habla
de la culpa.
No hay forma de escuchar el “gentlemen” y que te salga
barato.
Los Wighs vienen décadas tratando de dejar en claro que, aún
siendo de Cincinnati y no de Seattle, no eran un grupo grunge.
Los Afghan son del mismo saco de bandas estilo American
Music Club, que cuando son contratadas por un sello grande, el pueblo no les da
el rating esperado y las tildan de “fracaso comercial”.
Cuando les pedían ser Nirvana, eran Mudhoney, y cuando les
pedían ser Mudhoney, tocaban Prince.
Y sacan el “Black love”, uno de esos discos con poca fama,
pero más incendiarios que la discografía entera de Primal Scream. Si no me
creen, escuchen esta versión del “Going to town”, citando a Stevie Wonder mejor
que nadie. https://www.youtube.com/watch?v=WBCbqNkb_O0
The Afghan Whigs son de esas bandas a contramano de todo, y
que no se conforman con el discazo que es “Black love”. Dulli podría haber
dejado todo en este disco. Sin embargo, necesita sacar “1965”, tal vez porque
era el homenaje que le debía a Prince, a The Clash, a Al Green y a Miles y a
miles más. Nunca hubo más trompetas en la discografía de la banda.
Y bueno, no hablaré del último disco sino que diré que no
estoy tan nervioso con un recital desde la vez que vi a los Cocteau twins, a
Mark Eitzel, a Morrissey por primera vez y a los Ramones.
Asumo de antemano, que lo único que me gusta de esta columna
es la primera parte. Un día haré un lado B de esto.