Tuesday, January 31, 2006

los tangos vuelven sin llamarlos o releyendo puta que te pusiste melodramático

Los tangos vuelven sin llamarlos porque desde la primera vez que pusimos play ellos pueden ponernos play a nosotros. Convirtiendo la soledad en una especie de música de supermercado que no elegimos pero nos sigue como una especie de Harry el sucio o un Droopy que ya no nos da risa.
Destino que se ríe de nosotros aún amándonos y que convierte esas canciones A.M que siempre aborrecimos, en algo que merece una atención más atenta, ya que los horóscopos dirigidos a esa generalidad absoluta, raramente esta vez se dirigen a mí.
Me miran y recuerdan que las risas me acomplejan porque he logrado convertirme en el complejo de mí mismo.
Tendré que volver a la primera vez que reí y empezar de nuevo o hacer un curso avanzado donde sea posible hacerlo sin pensar en cada cosa increíble en la que creí y que ahora seguirá sin que yo esté para descifrarlas.
¿Qué será de todo eso?
¿Qué voy a hacer con el tiempo?
Tendré que contarlo minuto a minuto de nuevo, dormir sin querer hacerlo y vivir sin saber cómo. Aprender que el amor debe pasar por el egoísmo para ser algo verdadero. ¿Cómo amar sin amarse y odiarse? ¿Cómo amar a pesar de uno? ¿Hay alguien que lo crea posible y no sea un mal seguidor de San Agústin?
¿Se acabarán las cosas que hacemos por un nombre, un lugar a defender o una etiqueta mal pegada aún tatuada?
Me dediqué durante gran parte de mi vida a relacionarme con los límites o con las mujeres construídas en el límite de ellas mismas, por lo que nunca logré comprender qué había de mujer en esos límites que tal vez eran los míos.
Si no era el olor a copete, era que ella tenía que leer porque no había leído en todo el día y dejaba siempre el último momento para lo que no había podido hacer en todo el día, obviamente yo nunca entraba en lo que había o no había hecho ella y lo peor de todo es que aún ahorrándose ese tiempo seguía igual de estancada.
Qué increibles las excusas que uno se construye en complicidad y con las cuales el otro es en algunos momentos a la vez uno. Qué raro que mi excusa sea justamente estar escribiendo cuando debería estar haciendo otra cosa.
Al lado mío una mujer me mira con la culpa de sus culpas y yo que no soy tan piadoso escribo sobre ella porque no puedo dejar de pensar en ella. En realidad quisiera levantarme e irme pero no sé si tengo un mejor lugar a donde ir que esta cama de dudas que me permite dudar.
Lugar que odio pero que puedo nombrar como lugar, como un punto entre las comas de mi cobardía o balbuceo entre mis silencios.
No sé por qué pero siempre respeté a los tartamudos sin tener que explicarlos a través de una etimología que lograra situarlos en ese lugar cómodo de las categorías que borre justamente lo que su tartamudez tiene de acto.
Tal vez por eso siempre me enamoré de las mujeres de los rincones, de esas que marcaban los límites de las salas de clases y competían conmigo en los miedos vestidos de violencia, displiscencia u orejas tapadas por personal stereo.
Más de una vez en mis tiempos de odio al mundo se acercaba gente con buenas intenciones a preguntarme qué me pasaba, tal vez intuyendo que me pasaba algo más de lo que pasaba a ellos. A los que yo les respondía qué por qué tenía que pasarme algo y si acaso no sería que le pasaba algo a ellos.
Es un tema complejo porque ahora lo siento un poco forzado, aunque siga sintiendo que fueran defensores del status quo y que muchos se acercaran porque era una especie de mancha en el cuadro que se hacían de sus vidas.
Más allá de mi soledad y mi relación con las canciones siempre esperé que se acercara alguien que se sintiera como yo o me obligará a enfrentarme a sacarme los audífonos, ya que si uno no tiene o no quiere tener amigos que terminan mandándote al arco en la pichanga, funcionan como una compañía sin un fin determinado.
Logran decirte algo sin pedir nada a cambio llenando momentos vacíos que gente como yo no sabe como llenar y donde muchas veces uno puede inventar las preguntas y las respuestas.
Me arriesgo al decir que tal vez haya otros como yo que han entrenado a poder tratar con las personas a través de ese momento solitario que significa intentar saber que quiso decir una determinada canción que no estaba dirigida a uno. Por lo menos ahora creo que así puedo entender a esos pocos amigos que he podido reemplazar por canciones, y al igual que ellas pueden mostrarse como ya escritas pero siguen escribiéndose al compás de nuestra historia.
Escuchar a un amigo es como escuchar una canción que desafina en una estrofa que a veces es la que más nos conmueve. Que se dirige a nosotros pero a la vez falla el rumbo porque hay algo de su sentido que no nos pertenece ni le pertenece tampoco al que la dijo. Tal vez por eso en la amistad como en la música hay un cierto lugar en el que debemos confiar, y yo por lo menos confio e intento escribir lo que sé que vale sólo como intento.
¿Hay algo más real que no saber de donde vienen las balas?

Wednesday, January 25, 2006

¿sabrá tu novia que escuchamos Morrissey?

¿Sabrá tu novia que escuchamos morrissey? se pregunta leo garcía en una canción que podríamos considerar simpática si la sacamos de cualquier forma de homenaje y pensamos que convierte a Morrissey en un secreto o mensaje que no intenta hablar tanto de él sino de una cierta complicidad que dice más de lo que aparenta. Por lo que escuchar a Morrissey diría algo del que lo escucha y ocultaría mucho para el que no lo hace ni tampoco sabe que hay dos que sí lo hacen.
Me gusta pensar cuál es la complicidad que se esconde para esos dos en escuchar a Morrissey y que la novia no sepa.
Por eso siempre me gustó este tema sólo por el título. Qué es lo que dice si se eligieron esas frases en vez de por ejemplo ¿sabrá tu novia que nos revolcamos en mi cama de la adolescencia? ¿Qué relación particular se puede tener con Morrissey sin que sea necesario sentirse un snob que transforma su cobardía en el dato que los demás no tienen?
Yo me pregunto cada vez que vuelvo a escucharlo, cuánto de mi relación con él tiene que ver con la forma en que he ido construyendo mis preguntas.
¿Cuánto de mi adolescencia se cruzaba con los ordinary boys y con entender lo que significaba poner de su lado a Wilde y del otro a Keats o Yeats?
De partida tuve que leerlos para saber el significado de pararse de un lado o el otro, incluso lo que más recuerdo de Wilde no son sus libros ni la polémica por saber si Teleny es o no de él sino haber leído la transcripción del juicio que terminó llevándolo a su muerte. Creo que ahí recién entendí por qué Wilde podría pararse en la vereda del frente, a pesar de que los dos me llevaron a Auden. Movimiento que también le debo a Morrissey.
Lo que me lleva a la pregunta exagerada y cornetera de ¿cuánto de lo que soy se lo debo a Morrissey?.
Sé que suena exagerado y sé que no es ni la única ni la máxima de las razones por la que mis preguntas son las que son en este momento. Pero también sé que no es casualidad que esta es la primera vez que escribo de él y que lo que escribo se parece en algo a lo que siendo presente se viene incubando desde hace demasiado tiempo.
Cuántas de sus preguntas me obligaron a situarme y a elegir de qué lugar del mundo uno decide pararse. Cuánto de la idea que tengo del pop se la debo a él y que cantar fuerte no significa decir cosas necesariamente fuertes. Cuántos momentos adolescentes donde odiaba al mundo porque creía que el mundo me odiaba fueron salvados por tener en mi personal a Morrissey?. Cuántas odiosas clases de inglés fueron soportadas por traducir sus letras? Cuánto le debo por la fascinación que aún sigo teniendo por la canción common people? Cuánto de mi sensación de no encajar se resolvió con esa vez que vi el video donde sale una gordita bailando o esas frases como: sign your life, any fool can think up words that rhyme, many others do, why don´t you, do you want to?.
Cuánto de mi torpeza, mis límites y mi capacidad de ahorro se pusieron en juego la primera vez que me escapé del colegio en Buenos Aires y tomé mi primer tren sólo para ir a buscar hatfull of hollow. Me sentía perdido, tenía miedo que se dieran cuenta mis viejos, tenía miedo de perderme pero también tenía un objetivo. Sólo me ha pasado dos veces en mi vida, descontando querer leer la mente de las mujeres, que estuviera ante un disco demasiado tiempo sin poder escucharlo y empezara a mirarlo como si quisiera convertirme en Tony camo para hacerlo hablar. La primera fue con Morrissey y la segunda con Jeff Buckley. El primero fue un cassette y el segundo un cd.
Recuerdo que volvía a mi casa en el tren como si trajera un antídoto para salvar la vida de alguien, era como ese personaje de John Waters en Polyester que miraba los zapatos como si se le fuera la vida en eso.
Trataba al cassette como si llevara en mis manos una caja de pandora o una lámpara de Aladino. Como si supiera que ahí iba a encontrar muchas respuestas que no me daba ni el colegio ni los que repetían hasta el hartazgo el hit de moda. Si mal no recuerdo creo que en esa época era the final countdown.
Le debo a Morrissey tal vez hacer de los rincones un lugar cómodo. Entender que la vida no se te va en ser aceptado. Le debo frases como esta:
And time is against me now
Who an what to blame?
Anything is hard to find
When you will not open your eyes
When will you accept yourself?
Le debo saber que mis amigos y yo también tenemos un lugar reservado en el infierno. Le debo un pedazo de polera que me quedé cuando tocó en el Victor Jara y le debo también no haberme sentido un groupie idiota. Le debo lo que hace que me cuestioné que tal vez no le deba nada.
¿Sabrá el resto del mundo que escuchamos Morrissey?

Monday, January 23, 2006

not molly ringwald

La primera vez que escuché a Hefner escuché a un nerd vengándose del mundo, por lo que me vi obligado a tener que entender bien las letras para saber si era otra versión de mi adolescencia en forma de ese almohadón de plumas llamado la venganza de los nerds, que creyendo que los buenos ganaban instalaba un bill gates que cambiando lo que no me gustaba lo hacía peor. O si mi idea de nerd tenía que ver con que el sentirse extraño no desaparecía con la aprobación del otro ni hacía de su experiencia un relato convincente para dejar de serlo, sino que intentaba describir lo fallido de su intento.
Debo decir que no lo he resuelto porque la vez que intenté hacer de eso un tema me quedé tan pegado con una frase que nunca más volví a preguntármelo. ¿Qué frase se preguntará el que está leyendo, aunque sea por lo menos jirafa 70?
Es de un tema que se llama "The hymn for the alcohol" y que si uno lleva mucho tiempo escuchando a Hefner te lleva a pensar ¿cuál de los himnos es más himno?.
Estamos acostumbrados a ser lobotomizados desde la infancia para creer que el himno es "el himno". Recuerdo que cuando Charly García hizo una versión distinta del himno argentino las polémicas patrioteras llovieron.
Bueno, si uno es del planeta Hefner está obligado a elegir entre los siguientes:
El ya nombrado.
The hymn for all the things we didn´t do
The hymn for the cigarettes
The hymn for Thomas Courtney Warner
A hymn for the coffee
A hymn for the postal service
Me gustan todos pero el que más me gusta es justamente el que me ha convencido que hay muchos más himnos en sus temas que los que salen en el título.
Resumiré algo que me pasó hace dos semanas para explicar por qué me gusta tanto Hefner.
Estaba en un asado y uno de los participantes dijo que una de sus películas favoritas era million dollar baby. Aclaro que siendo fanático de Clint Eastwood las dos películas de él que menos me gustaron fueron esa y río místico. Por qué? Porque es cuando más quiso decir cosas importantes, tal vez porque en una de sus últimas entrevistas dijo que se estaba sintiendo viejo sintió que estaba con poco tiempo para decir "algo verdaderamente importante" que dejara un mensaje y ahí es donde la moraleja invade a los personajes obligándolos a ser importantes y a dejar de tener matices para dar un mensaje.
Llegados a este punto, Hefner hace himnos sin querer hacerlos y cuando los nombra lo hace como un homenaje no a lo que tienen que dirigir al mundo sino a lo que no alcanzaron a decir, no hay moralejas sino preguntas.
Demasiado prólogo para decir que la siguiente frase hizo que Hefner se tranformara en un tema pendiente en la agenda que aún no tenía, y dice lo siguiente:
You never drank it with me but now you drink it with him, I’m not good enough for whiskey, not good enough for you.
No cometeré el sacrilegio de interpretar nada sino sólo decir que un himno no se construye repitiéndolo en el patio de un colegio ni nombrándolo como himno repitiendo conductistamente sus frases. Para mí un himno es lo que no me esperaba y habla de mí sin más obligación que la que hace que me reconozca en lo que 1 segundo antes me era desconocido.
Mi primer respeto a Hefner es justamente que sus himnos andan buscando las banderas más que instalándolas. Que no teniendo claros los territorios ni los mapas escriben intentando encontrar ese mínimo sentido que los situe en algún lado.
El segundo es que hayan creado una frase como I stole a pretty bride during the summertime. Sobre todo me quedé pegado con el stole y el during. Con el stole me pasó que lo robado es algo que ya de antemano no te pertenece y si le agregamos el during the summertime creo que es el mejor himno que no han hecho a la fantasía o a lo que siendo tuyo sabes que en cualquier momento dejará de serlo. Como si desde lo más looser saliera sin quererlo una universalidad no pretendida que dice que incluso lo más eterno es efímero y robado sin buscarlo sino sufriéndolo.
No diré más porque tendría que cambiar el título por million dollar baby. Hefner lo dice muchísimo mejor que yo en gran parte de sus letras. O por lo menos eso creo.

Friday, January 20, 2006

the piano has been drinking

Dos de mis amigos más respetados me han dicho que no sólo no me entienden cuando escribo sino que suelo ser redundante en el acto de llevar al papel lo que ya no soporto en mi cabeza.
El intento de hoy va dirigido a ellos porque al odiarlos han hecho que me pregunte por el sentido de dar vueltas por el mismo barrio hasta volverlo desconocido. Hasta hacer que el nombre de las calles parecieran no haber existido nunca antes de la historia que grafiteamos encima.
Nombre escrito en menos tiempo del que ha empezado a sobrar, de ese tiempo que empieza a existir sólo en su abundancia, vestido tal vez de la ausencia de esa media naranja que ya no lo fue y empieza a pudrirse como eso horrible que algunos llaman naturaleza muerta y sólo está muerta si es que a alguien se le ocurre representarla.
Es así como para hablar de la sintesis que mis amigos periodistas aman, se vuelve indispensable pensar en lo que se pierde en el intento de pensar en los cáracteres en los que tendremos que encajar nuestras ideas convirtiendo las palabras a la lógica intercambiable del best seller más lejano que existe a un amigo.
Alguien dijo una vez que la escritura es una pelea con las palabras, a lo que yo agregaría que en este cuento David no sólo nunca derrota a Goliat sino que le hace creer que puede.
De esta manera, los futuros periodistas estudian el sutil arte de jugar con cartas que creen marcadas a través de las diversas técnicas de la retórica y sus derivados haciendo que juegan en el equipo de la objetividad pero perdiéndose el partido al convertirse en esa neutralidad disfrazada llamada árbitro.
Les enseñan a respetar la realidad pero mientras más lo hacen ella más se aleja. Forma de impotencia llamada descripción y eyaculación precoz llamada sintesis. Placer pero dejando claro cuál es la introducción, el desarrollo y la conclusión. No vaya a ser que se desconozcan en lo que escriben.
Creímos haber triunfado haciendo monumentos de los ases y los comodines cuando lo que en realidad hacemos es agrandar las mangas del otro para que pueda esconder más cartas.
¿Qué ha pasado que la claridad ha tomado el lugar de una verdad objetiva? ¿Qué retórica de la verdad ha dejado de ser una retórica y ha llevado a que incluso una duda tenga que ser escrita en forma de certeza?
¿ Qué problemática se ha vuelto un problema vocacional? ¿Cómo es que las frases de tus amigos se convierten en una frase de madre, diciendo lo que no alcanza a decir porque al fin y al cabo somos sus hijos, deslizando un "en una de esas podrías haberte dedicado a otra cosa? ¿Cómo es que se nos alargan tanto las preguntas?
Nos preguntamos por si tenemos dedos para el piano aunque todavía creamos más en superman que en cristopher reeves. Nos preguntamos y lo escribimos porque todavía tenemos dedos. Nos preguntamos en lo que podríamos haber sido más que en lo que somos. En el traje de la S más que en una silla de ruedas que se ríe de los oficios de la potencia al haber sabido siempre que iba a tener que vérselas con el futuro.
Escribir es entonces un ejercicio del tiempo de lo que aún no hemos sido tropezando con lo que creemos que somos y con lo que no somos. Triángulo incestuoso de nuestras propias palabras fantaseando un cuadrado.
Cuadrilátero donde más que domesticar las palabras hay que esquivarlas sin saber de antemano de dónde vienen ni con qué claridad vendrán. Son y punto y tal vez esa sea la violencia que siempre está implícita en la escritura. Si es que uno quiere escribir, claro.

Thursday, January 19, 2006

el amor es una mujer gorda

Mis ojos al cerrar te ven igual que ayer, temblando al implorar de nuevo mi querer, y hoy es tu voz que vuelve a mí, en esta tarde gris…

Siempre creí que el amor era como una mujer gorda, alguien que a pesar de los defectos visibles podría dejar todo de lado construyendo de a poco su propia historia, tal vez más sabiamente que esas personas a las que todo se le ha dado bien o tienen una cara demasiado bonita de acuerdo a la forma de mirar que esté de moda.
Siempre me lo había imaginado de esta forma o por lo menos esa fue la ilusión que guió gran parte de la historia de mis fracasos, que con comas de más o de menos, son los gateos de lo fácil o difícil que finalmente hará posible que ese "nuestra" que a veces usamos, pueda ser el primer nombre de ese segundo nombre que a veces llamamos vida. Eso que hace posible poder contar algo desde un presente que no ha sido comprado en las rebajas de Fallabella y que justamente permite decir que algo es "nuestro".
Podríamos decir de otra forma, que nunca creí en el amor bonito y feliz para siempre, ese inmaculado y certero al estilo village metamorfoseado en una puesta de sol.
Atardecer pensado por publicistas como yo, con la idea de ahorrarnos los atardeceres y el peso singular del tiempo propio.
Mi perro es más sabio que yo al recordarme que no siempre quiere aceptar la correa y que el lugar de amo se vuelve a veces irónico.
Es así como sólo rodeando lo que quiero decir, digo que he empezado a sentir el tiempo de otra forma, ya que ahora me imagino que el pasado empieza a existir sólo a partir de la primera decepción, no calculable en ninguna postal hecha para que nos identifiquemos con ella.
Es así como desde este presente en el que escribo, y a que a su modo también es pasado, el amor se parece más a un interruptor, a algo que se apaga y no hay chilectra, señas, fotos, ni complicidades pasadas que puedan repararlo. Se muere y como todas las muertes no hay razones que te permitan revivirlo, porque si es que algo vuelve es que ya no es lo mismo. Desde ese momento en que si intentamos hablar de ese pasado sólo será posible a partir de otro lugar que intente hablar de él, y ahí, queridos amigos y enemigos, estamos obligados a entrar en la nostalgia.
En ese espacio donde uno empieza a preguntarse por lo que ya ha sucedido, intentando situar el pasado como algo pasado.
Es así como puedo preguntarme por mi ingenuidad cuando creí que todavía quedaban posibilidades.
No sé si lo que creía sentir estaba pasado de moda y había visto demasiadas películas, cuando creí que todavía había cosas buenas que revivir, o por lo menos construir otras que siguieran alimentando a esa mujer que jamás podría haber sido anórexica.
En este momento el amor es como Tatcher riéndose o matando a las gordas de Fellini; es como el mundo cayéndose a pedazos delante mio y yo sin forma de detenerlo ni escaleras al cielo disponibles.
Tal vez debieran existir menos libros, canciones y películas que me recordaran todo una vez más, o por lo menos que ese recuerdo no tuviera que ver justamente con mis libros, canciones y películas preferidas.
Si lo son es tal vez por la única razón de que siempre estoy tan al filo de caer en esas historias que prefiero que ellos las vivan por mí. No porque quieran concientemente caer en la limosnería dándole a los demás lo que a ellos les sobra, sino porque muchas veces no tienen más elección e incluso ese otro al cual se dirigen los mira por encima y constituye la historia de lo que nunca fueron.
Intento justificarme como si el sentido fuera la balsa del naúfrago que soy y no quiero ser, pero me encuentro con la certeza del tiempo diciéndome que eso también era un antes.
Un antes que me dice que ahora estoy ahí, en todas esas hojas, en todas esas formas y en todos esos acordes.
Me encantaría no ser quien soy y hacerle caso a la cosmopolitan, seguir esos 10 famosos pasos que dan vergüenza sólo en el intento de numerarlos. No miento si digo que lo he intentado, pero por cada letra que leo quiero leer cinco de las otras, por cada acorde de la radio quiero diez de mis cassettes y por cada minuto de televisión quiero diez de una buena película.
En este momento las certezas de lo que me ha constituído en lo que he visto y me ha visto, de lo que he leído y escuchado, han pasado a tener amantes y la fidelidad a mi historia ha salido de un motel con el pelo mojado. Hasta las canciones de la Aurora que siempre aborrecí me recuerdan a Carolina cuando me dijo: -Ya no hay nada, ya no me atraes, es como que se apagó…no sé…creo que podríamos ser amigos.
En este momento estoy como la saliva que ni un borracho se quiere tomar, no me acumulo en los vasos pero he logrado hacerlo sin problemas en el fondo de las micros, en el fondo de las salas de clases y en el fondo de los bares. Lo único que ahora me hace recordar cuán gordo puede ser el amor, es una especie de paranoia cíclica que me lleva siempre a los mismos recuerdos, con una redondez tan perfecta como la gordura más perfecta. He peleado como cuando uno pelea sin la duda al costado, pero vuelvo a caer siempre en las mismas escenas en las que no quiero caer. Como esa vez que Carolina me dijo, mientras mordisqueaba un pedazo de pie de limón en el pasto del forestal: - Eres un voyeurista- sin siquiera pestañear.
-¿Yo un voyeurista?- le pregunté, sin saber realmente lo que quería decir con eso.
No es que no conociera el significado de la palabra sino que por su mirada como de esconder algo realmente inteligente, intuí que a eso no se refería.
-Sí. No te hagas el que no entiendes- me recriminó mientras cruzaba los brazos esperando que yo adivinara lo que quería decir.
Si hay algo que me molesta es cuando te dicen cosas así y uno no tiene la menor idea de qué es lo que te quieren decir. Es como si hubiera una especie de código que los que lo dicen creen compartir a través del tono, las palabras y las miradas. Yo que aún no he sido iluminado con ese don, puedo asegurar que no tenía ni la más remota idea acerca del significado de su tono, sus palabras y menos aún de su mirada inquisidora.
-Te digo que no entiendo, que yo sepa nunca me has encontrado mirando por la cerradura de la pieza de tu hermana, aunque no deja de merecerlo- dije tratando de distender algo el ambiente, que obviamente no lograba manejar.
-No me refiero a eso y tú lo sabes bien- dijo mirándome y haciendo una pausa como esperando a que yo hablara.
Yo no dije absolutamente nada porque en serio no sabía que decir y la miré como diciendo ¿Y ahora que sigue?
Ella me miró como si el abrir la boca abriera al mismo tiempo una especie de sinceridad piadosa. Ahora sé que esos segundos que antecedieron a sus palabras fueron tal vez la única venganza que tuvo conmigo, más merecida de lo que quisiera creer. Intuición por la cual aguanté la pausa de sus labios, aún más que esa primera vez que la interrumpí con un beso y que esta vez no merecían una interrupción.
No tuve que esperar tanto esta vez, tal vez porque sus labios no buscaban seducirme sino explicar porque yo ya no la seducía.
-Me refiero a que te fascina la música, no puedes vivir sin ella y nunca se te ocurrió ni intentaste tocar un instrumento. Sabes más de las calles de New York y de la heroína de Lou Reed que de tus propias calles y tu propia droga. Conoces más la soledad de Morrissey que la tuya propia. En resumen, siempre todo le está pasando a ellos pero nunca a ti.
Yo la miraba sin decir nada porque su resumen era brillante y estaba en el equilibrio entre desear que se le cayeran todos los dientes y que siguiera hablando, mostrándome tal vez una de las razones por las que no había estado equivocado al enamorarme de ella.
-Amas los libros, me hablas de Cortázar, Auster y millones más pero te cuesta muchísimo escribir algo que te convenza, que te apasione. Te la pasas leyendo poemas que te interpreten porque no tienes el coraje de escribirlos tú mismo.
Yo la seguía mirando como hablaba y se terminaba de comer el pie de limón, constatando que lo que más me gustaba de ella era al mismo tiempo lo que ella odiaba más de mí.
Traté de decir algo pero en esos momentos sublimes en que la verdad te apalea es mejor callar.
-Te mueres con el cine pero nunca terminaste ninguno de tus guiones, te sabes de memoria los diálogos de Woody Allen pero nunca intentaste hacer algo que se le parezca. Miras todo desde afuera, no participas. Recién ahora vengo a entender tu fascinación por la ventana indiscreta. No te preocupes, las ventanas y el yeso en el pie son tal vez lo más fácil de conseguir.
No podía dejar de mirarla al mismo tiempo que dejaba el pedazo de pie de limón al servicio de las hormigas.
Si hago un recuento salvaje de mi vida, este debe haber sido el único momento en que me habría encantado ser una hormiga, ya que me imagino que los nudos marineros en el estómago les estan vedados. Eso sentía yo, no tanto por lo que me había dicho sino porque sabía que la forma en que se habían desencadenado los acontecimientos presagiaba de una u otra forma una frase catastrófica.
Si había sido dicho todo lo que ella resumió admirablemente, no habría esperado menos que lo siguiente:
-Ya no hay nada, ya no me atraes, es como que se apagó…no sé…creo que podríamos ser amigos.
La escuché cautelosamente como cuando teníamos que contar sílabas en el colegio y ahí me di cuenta que mi gran interés por las historias de perdedores duros al estilo Bogart sí tenía que ver con un afán meramente voyeurista.
Daría cualquier cosa por saber, aunque sea por un instante, qué le corría por las venas a Bogart en Casablanca cuando dice "Siempre tendremos París" porque yo jamás habría podido decir con su cara "Siempre tendremos Santiago".
Por eso cuando la miré queriendo decir algo parecido, me contuve y mientras me iba caminando pensé que el amor a veces es como un desfile de modas anórexico, donde público y modelo existen al mismo tiempo, o donde vivimos y morimos tratando de encontrar nuestro lugar en esa pasarela de nosotros mismos, que sólo puede ser mirada de reojo.

Wednesday, January 18, 2006

Lo que se llamaba lo que debiera ir en la sección mujeres cuando no sabía cómo poner títulos

Lo que debiera ir en la sección mujeres

Daría mucho por creer que lo que me tiene encerrado en mi escritorio dudando del mundo es un problema de comunicación. Un problema de palabras, de letras que aún no han aprendido a encajar en el scrabel del universo que las contiene.
Si logro comunicarme mejor entonces no soy yo y no es ella el problema sino lo que está entre medio, un problema de emisión o recepción, por lo que pasa por arreglar el cable. En todo caso, no creo que sea inocente el que el mismo encierro en la pieza comparte ese encierro de las palabras que cuando ya no saben como dirigirse rebotan o cuando no saben enfrentarse hablan para sí mismas o se escriben escondiéndose de las miradas que pudieran convertir en estúpido no sólo el hecho de hablar sino también lo hablado.
No es casualidad tampoco decir que soy profesor y me gano la vida enseñando y corrigiendo, ahora tal vez pienso que debiera haberme casado con una alumna con la que la dirección de las palabras no costara tanto y que cuando creyera que le estaba enseñando se me acabaran las palabras de otra forma, no como si chocaran con un frontón sino como si cedieran frente a empresas imposibles en sí mismas.
Hacer clases y corregir las palabras de otros, funciona siempre y cuando las palabras se institucionalizan salvando en algo el lugar desde el cual hablamos ya que otro ha justificado nuestro lugar con la lógica del poder. No hablamos nosotros habla la ciencia, no hablamos nosotros lo escuché en la tele, no eres tú soy yo, ya no puedo estar contigo porque me lo confirma el horóscopo y mis amigos.
Me quedo con unas palabras que no son mías.
Squerry sides, take you time, please make me shine
Por qué inaugurar un blog es la pregunta más actual de la mujer que más he odiado y nunca he podido dejar llamada conciencia. Por suerte no me pide todos los días que le diga que la quiero pero no se cansa de obligarme a pensar acerca del sentido.
Qué sentido tiene hoy entonces inaugurar para mí este espacio?
No lo sé y tal vez por eso lo haga.
No explicaré las razones porque tal vez por eso escriba pero sí enumeraré algunas de las cosas que pudieron haberme traído hasta aquí.
1. Que un día medio borracho y entero triste escribí lo que iba a ser la presentación de este blog durante varias horas y hasta el día de hoy no sé en que lugar del ciberespacio se encuentra. En honor a ese compañero anónimo en un momento difícil no diré mucho más porque si la memoria engaña estando sobrio, intentar recordar de qué se trataba estando borracho sería como explicar la letra de una canción a partir de lo mal que trataron a su autor cuando era chico.
2.Que me gustaría conocer personas que tal vez concuerden conmigo o den otro punto de vista que descoloque un poco las certezas.
3. Que no me preocupe tanto ser a veces demasiado pedante con mis argumentaciones, ya que tendré tiempo de pensarlas un poco más.
4. Que en algunas ocasiones pueda sentarme a escribir sin preocuparme demasiado ni por como suena ni por lo críptico que algunos amigos dicen que soy. Por último me lo podrán decir.
5. Que tuve ganas y lo hice.