Tuesday, March 31, 2020



Se murió Berrio CSM. Así lo recuerdo.

Rafael Berrio y el algebra de la existencia



Empezar a escribir del disco nuevo de Berrio cuando compartes el transformador de tu computador con alguien más y que justo se te apague y que tengas que bajar deezer en tu iphone y seguir escribiendo a mano, en este caso no es un detalle hipster de instagram, sino saber que con tipos como él, hay que respetar ese sentido de urgencia, que si se te pasa tal vez mañana no escribas de él.

A Berrio lo conocí hace muchos años por ese cover de Alaska que hizo con Amor a traición llamado Hagamos algo superficial y vulgar, y aunque no me gustó tanto quedé atento a él. Y después vino Deriva, esa banda en que ya podíamos saber que su voz y sus letras merecían mucha más atención que la que le podíamos dedicar al Donosti sound del que supuestamente venía. El primer disco de Deriva llamado “Planes de fuga” es un verdadero plan de escape. Hay demasiada mano metida, suena a electro, suena a Manchester, suena a todo lo que se te ocurra. Pero hay algo que ya sabíamos que existía ahí y son las letras y la voz de Berrio. No es tan fácil cansarte de Lou Reed y abrazar a Primal Scream y seguir escribiendo bien. Si uno escucha “menos es más” dan ganas de trollear a Calamaro, pero como acá lo queremos, no lo haremos. Lo importante de esto en realidad es que después viene el segundo disco de Deriva llamado Harresilanda.

Acá ya nos encontramos con ese poeta maldito de lo simple que terminaría explotando después en los discos solistas. Acá tenemos al Berrio que ya planeaba unir en un mismo cuerpo a Raphael, Brel, Cohen y Brassens, describiendo en canciones como “Algo delicado y difícil” ese desencuentro que existe entre las intenciones y las palabras.

Y así llegamos al disco 1971, donde de la mano de la orquesta de Joserrra Senperena, cambia los violines por las guitarras y su voz pasa a primer plano. Y nos encontramos con ese tipo de canciones que no puedes escucharlas sin que te destrocen un poco. Esto no es nostalgia de esa que te deja tranquilo ante tu presente porque ya no eres ese de antes y maduraste. No es tampoco la nostalgia del “todo pasado fue mejor” ni esa idea de rebeldía Benedettiana del no te salves.

Lo maldito en Berrio escapa demasiado a cualquier categoría que quieras ponerle para tratar de explicar que sea de esos amados por la crítica y ninguneados por la gente de “a pie”. Pero Rafael es de esos que después de haber aparecido en el mapa musical casi por fuerza con 1971, saca después su último disco que se llama diarios, y era obvio, que ese no sería un diario íntimo.

Berrio es de esa gente que no necesita el espejo de los demás para animarse más o menos con un disco. Es alguien de esos que tienen ese plan macabro que mezcla saber que cada día harán mejores discos, pero que no saben muy bien qué sentido tiene eso.

El amor lo encuentra siempre mal parado, como en “Como iba yo a saber” “Yo que no he encontrado nunca la razón de levantarme de la cama, yo que no he entendido nunca la manía que nos hace amanecer. A mí que me es lo mismo que hoy sea hoy o sea mañana”.

Berrio es de esos que escriben de lo incompleto sin sonar a excusa de lo que no logran, sino más bien de los que saben que jamás una canción o un disco podrán representar ni al amor ni a la muerte. Por eso, cada disco de Rafael, se acerca cada vez más, a lo difícil de vivir y tener que escribir de eso sin que sea una etiqueta de supermercado.
Cómo iba yo a saber que en estos tiempos de mierda se iba encima a ir uno de los más grandes.

"Yo, que no he encontrado nunca la razón de levantarme de la cama.
Yo, que no he entendido nunca la manía que nos hace amanecer.
A mí, que me es lo mismo que hoy sea hoy o sea mañana,
Díme tú amor mío, cómo iba yo a saber.
Yo, que he juzgado el mundo en torno a mí como una inhóspita intemperie.
Yo que he sido una crisálida indiferente hasta ayer.
Yo que en el fondo he amado siempre la rutina de los días en serie,
Díme tú amor mío, cómo iba yo a saber.
Cómo iba yo a saber, cómo iba yo a saber
Cómo iba yo a saber, cómo iba yo a saber
Cuando nada se espera".


Tuesday, December 04, 2018




Nick Cave

Conocí a Nick Cave en la casa de un amigo de mi adolescencia que un día me prestó su cama de abajo para dormir. No recuerdo de dónde veníamos, pero puso el Let love in (1994) tal vez pensando que sería un buen disco como para quedarse dormido. La primera vez que escuché esas campanitas de “Do you love me?” y esa frase repetida mil veces como si fuera un mantra,  no pude conciliar el sueño, di mil vueltas a la almohada y tuve que poner el disco mil veces más porque había algo en lo que escuchaba que no me dejaba descansar. Había algo en Nick Cave que quería tratar de descubrir, había algo en ese disco en el que, me parecía, no repetía las cosas al azar.
Era imposible dormir sin tratar de descifrar lo que esa conjunción de cosas quería decir.
La primera vez que escuché a Nick Cave fue también el momento en que acepté que no entendía nada. No conocía nada anterior. Ni el First born is dead  (1985) ni menos a su banda The Birthday party. Llegué al Nick que tenía a los ángeles de Leonard Cohen haciéndole los coros. Y otro día contaré la historia entera, pero hoy estoy acá porque vengo de escuchar su último disco Skeleton tree y aunque ya tenía escrita una segunda columna sobre American Music Club, me pareció necesario agarrar el lapiz Bic y rebobinar el cassette de todo.
El Skeleton tree es como cuando citan a Auden en Cuatro bodas y un funeral (1994), ves tu reloj y en serio la aguja del tiempo se ha detenido, aunque siga girando.
Stop all the clocks, cut off the telephone,
Prevent the dog from barking with a juicy bone,
Silence the pianos and with muffled drum
Bring out the coffin, let the mourners come.

Let aeroplanes circle moaning overhead
Scribbling on the sky the message He Is Dead,
Put crepe bows round the white necks of the public doves,
Let the traffic policemen wear black cotton gloves.

He was my North, my South, my East and West,
My working week and my Sunday rest,
My noon, my midnight, my talk, my song;
I thought that love would last for ever: I was wrong.

The stars are not wanted now: put out every one;
Pack up the moon and dismantle the sun;
Pour away the ocean and sweep up the wood.
For nothing now can ever come to any good.


Se me hace imposible no pensar en esos perros a los que Auden quería hacer callar cuando escucho el skeleton.
Recuerdo a Freud cuando se rompía la cabeza pensando en que a pesar de que existen los traumas en la realidad, esa realidad es solo la realidad que nuestro psiquismo nos permite articular. Y pienso en esto porque me parece necesario comprender la idea de que Nick Cave siempre ha tratado con fantasmas, pero lo que hace que este disco descienda realmente a los infiernos es esa muerte real que toca a la puerta.
El Edipo te dice que hay que matar al padre, pero nunca te enseña a que un hijo se muera antes de poder matarte. Y es a  Nick a quien ―más allá de que sé que asesina fantasmas desde el día que nació y que muchos interpreten el Skeleton en clave Pedro Engel cuando supieron que gran parte de las canciones fueron escritas antes de la muerte de su hijo― vengo acá hoy a dedicarle esta columna.
“I've searched the holy books
Tried to unravel the mystery of Jesus Christ, the saviour
I've read the poets and the analysts
Searched through the books on human behaviour
I travelled the whole world around
For an answer that refused to be found
I don't know why and I don't know how”.

Eso ya cantaba Nick mucho antes de que se le muriera su hijo, así que buscar premoniciones en el Skeleton tree es para esa clase de giles que te tira un “te lo dije” en medio del polvo de Siria, que vuela después de las metáforas pelotudas de la guerra.
Ayer fui a ver el documental de Nick sobre la grabación del skeleton y hoy estoy borrando casi todo lo que llevaba escrito acerca del skeleton tree.
¿por qué borro? ¿por qué llevo 2 meses sin haber podido terminar de escribir de este disco? ¿por qué me fascina hoy dejar de lado ese narcicismo de que no lean tal vez algunas frases que me parecían buenas?
Bueno. Creo que ayer comprendí muchas cosas viendo el documental. Diré 3 porque aún sigo mal con verlo ayer.
La primera es que mis palabras al lado de esos silencios de Nick Cave valen nada.
La segunda es que sin Warren Ellis a su lado esta historia hubiera sido muy distinta.
Nick en un momento del documental dice: ¿qué sería yo sin Warren?
Cuando a Warren lo quieren entrevistar acerca de Nick, dice de manera respetuosa: No me rompan las pelotas. No me pregunten lo que no sé ni lo que no quiero responder. No tengo respuestas pero tengo mi hombro para que Nick se apoye.
Hay un momento del documental en donde por primera vez vemos a Warren moviendo el korg sobre sus piernas y lo mira a Nick como diciéndole: Algún día vas a volver a bailar amigo. El resto del tiempo, Ellis es ese que cuando a Nick le faltan las palabras le pone partitura a sus silencios.
La tercera es que el skeleton tree es una ópera a cuando las palabras fallan. A cuando se enfrentan con eso real ominoso e inexplicable. Al hombre de arena releído por Freud, al Evangelio de San Mateo de Borges, a los perros de paja de Peckinpah.
Hay un momento gigantesco en el documental cuando Nick dice que las palabras ya no le sirven pero que sin ellas no tendríamos forma ni de articular la memoria. ¿qué hago yo en una entrevista cómo esta? Dice en otro momento. Pareciera querer decir que ya no cree en las palabras en las que creía antes. Ya no las maneja. Es como si estuviera haciendo asociación libre con todas sus certezas.
No hay tiempo aún para escribir de esta tragedia o, por lo menos, analizarla. Pero sí hay para decir que para mí el Skeleton son todas esas dimensiones del dolor que Nick siempre fantaseó por nosotros.
Esa idea de que la religión siempre fue un espejo que querías que te mirara un poco menos. Ese temor a que la ficción terminara tragándote porque era algo demasiado real.
Nadie quiere que los fantasmas se hagan reales, pero justamente el tema acá es que el Skeleton no es premonición de nada. El Skeleton son los huesos de ese ser llamado Nick Cave, que da la vida por hacer canciones que dan la vida. La diferencia esta vez es que se coló en mala la realidad en el mapa de Fausto.
El Skeleton es esa fiebre que Nick siempre le cuidó a la muerte temida, cada puto chupete que le puso a su hijo antes de morir, cada canción que le dedicó al Dios en el que no confió nunca y que fue letra escrita en piedra sobre ese acantilado.
Skeleton fue escrito antes de la muerte de su hijo quizás porque en Nick Cave la muerte siempre estuvo rondando todo, y la única diferencia es que esta vez los fantasmas se vuelven realidad. Por eso es tan triste y tan real escribir del Skeleton, justamente porque a ese dueño del oráculo se le mató toda esa realidad que siempre quiso contarnos. Esa que para él siempre fue construida con pedazos de fantasmas y con traumas, tratando de sostener el timón de la nave de los locos para que no se fuera a pique.
En el Skeleton no se pronuncia ni una sola vez el nombre de su hijo Arthur, pero la ausencia de su nombre es la que justamente lo hace más presente. En (“Jesus Alone”) dice: “Caíste desde el cielo / Te estrellaste en un campo / Al lado del río Adur / […] Con mi voz te estoy llamando”. En “Distant sky” ya no está PJ para responderle a lo Pimpinela, pero sí está la soprano danesa Else Torp. Nick canta: “Nos dijeron que nuestros dioses nos sobrevivirían / Nos dijeron que nuestros sueños nos sobrevivirían / Pero nos mintieron”, a lo que ella responde: “Vamos ya mi único compañero / Preparémonos para los cielos distantes / Pronto los niños habrán crecido / Esto no es para nuestros ojos”.
Para los que hemos amado a Nick siempre; Nick nos ha regalado más de las siete vidas de un gato: mil veces. Y Nick es tan grande que en vez de esconderse en la cueva de su apellido, toma el lápiz y vuelve a ser ese valiente que siempre ha sido.
¿dónde está mi lápiz? Pregunta en el documental de la grabación del skeleton. Busca en el bolsillo donde siempre estaban sus certezas y esa ausencia es también la de su hijo muerto. Esa frase perdida o borrada. Esa sangre de su sangre de la que siempre habló.
Tal vez lo más grande del skeleton sea que esa búsqueda sin certezas que Nick tuvo siempre y donde las metáforas mueren como esqueletos de Brueguel, lo siguen teniendo al pie del cañon disparando balas de esas que traspasan Kevlars.




Sunday, June 03, 2018

Sheffield blitz, parte 1




Hay un primer Freud, un segundo Freud, un tercero y hasta un cuarto. Pensando seriamente cuál de los 6 Jarvis aparece en el d class.
Corría el año 1995 era verano y hacía calor como diría la canción de los twist y los medios seguían discutiendo aún si Oasis era mejor que Blur. Y llegó un documentalista a leer La gran Bretaña de los 90 con potos de botella y ya nada fue igual.
Hoy Francisco Ortega me hizo pensar en Jarvis a partir de algo que escribió acerca de Jorge González y esa idea de llamarlo rojo o resentido. Lo que ponía en juego Ortega era la idea de que esa misma gente que jode con Jorge, al mismo tiempo bailaba en fiestas a los smiths o a Pulp, y en donde Ortega acierta es justamente en que Jarvis debe ser de los letristas más corrosivos acerca del sexo y de las clases sociales que han salido de Inglaterra.
De partida pulp surge a finales de los 70 y sacan su primer disco en el 83 y nadie los pesca hasta su cuarto disco. Uno podría pensar que venir de Sheffield podría tener algo que ver con tener el cuero tan curtido. George Orwell dijo en 1937: “Sheffield, supongo, que podría reclamar justamente ser la ciudad más sucia del viejo mundo”.
En la segunda guerra mundial, las fábricas de acero que existían se pusieron a hacer armas y balas para la guerra por lo que la ciudad se convirtió en uno de los principales blancos de bombardeos. Entre el 12 y 15 de Diciembre de 1940, lo que hoy se llama Sheffield blitz, en 3 días murieron más de 600 personas y varios edificios quedaron en ruinas.
¿es casual que bandas como cabaret voltaire, human league o heaven 17 vengan de ahí?
No nos pongamos pilarsordianos y volvamos a pulp.
¿por qué yo nunca pude meter a pulp en la casilla del brit pop? De hecho para mí ponerme a escribir de estas cosas siempre significa tratar de preguntarme cosas. SI ya supiera las cosas de antemano ¿para que chucha escribir?
Bueno, esta vez no escribiré canción por canción el different class sino que aprovecharé para hablar de este disco y cómo es que la calle, el amor y la adolescencia se vuelven transversalmente algo político.
Las calles son una trampa, los amores son puras fantasías que puedes ver sólo de lejos. Y todo parte por el csm de Jarvis que elige poner de de foto de portada una foto real de un matrimonio. La historia cuenta que un día la madre del novio vio un cartel del disco en una disquería y que Jarvis le manda una foto autografíada que dice: “Muchas gracias, Dom y Sharon por dejarnos colarnos en su boda”.
Eso que hoy parecería lo peor del universo y un uso de imagen sin pagarle a nadie, en este caso debe ser tal vez uno de los casos más consecuentes de un disco en la historia.
Al fin y al cabo, el different class es justamente eso. Alguien que se cuela en una fiesta sin pedirle permiso a nadie. Pero no sólo sin pedirlo sino haciendo de eso un gesto político.
Esa fiesta y esa foto es justamente lo que Jarvis piensa de todo: Entrar en esos lugares a los que jamás fue invitado.
Springsteen hablaba de camioneros, Jarvis hablaba de los hijos de los obreros que nacieron con padres desempleados o en paro.
Crecieron viendo la fiesta desde lejos. Espiándola como si el orden del mundo les hubiera sido siempre algo extraño.
Si el brit era la fiesta, pulp era el que la miraba desde afuera de la ventana.
Trastoca lo cotidiano, no critica las cosas sino que las vuelve obsoletas.
No es la Inglaterra que quiere poder tener plata para poder ir al mall sino la que mira los maniquies como si fueran una metáfora de los humanos que caminan por la calle, que hacen pasos de baile nuevos y son felices creyendo que que haya salido un nuevo estilo de baile es una razón para alegrarse.
Este es un disco conceptual pero no al estilo de los que hacían los prog. Este es un disco que podríamos pensar que es para los 90, lo que el the queen is dead fue para los 80.
Intenté por primera vez en la vida leer cosas antes de escribir algo y me fue mal. Me fue tan mal que hasta se me acabaron los cigarros.
Si uno pudiera empezar a decir algo del different class realmente de verdad, habría que partir por ahí. Por alguien sin más nada que unos audífonos tratando de entender la manera en que parte este disco.
¿con quién chucha pelea Jarvis? ¿cuáles son las lineas laterales? ¿por qué si todos los de antes de él odiaban su colegio Jarvis dice que aprendió tanto en la escuela? ¿cómo es que alguien logra empezar un disco diciendo: “No nos parecemos a ti, no hacemos las mismas cosas que tú, pero también vivimos por aquí”
Y uno sigue pensando como sigue el disco y lo que te sale es pencil skirt. Jarvis pasa de los plurales políticos a la micropolítica de levantarle la falda a la esposa de todo eso que odia.
“Te enseñaré todo eso que haces mal” canta Jarvis en la letra pero no se lo dirigirle a ella sino al que no está ahí para hacerlo bien.
De hecho, Pencil skirt es una canción que está dirigida a ese ausente que no es un hombre real sino a un sistema entero que si no fuera Jarvis el poeta que es, podría estar representado por el latino que limpia la piscina en miles de películas gringas.

Saturday, May 20, 2017

Mejorcompremos chocolates




Llegué a Chile en 1990 y después de que no me aceptaran en el Francisco de Miranda por reprobar un examen estando terriblemente deprimido, caí en el Liceo 11 Rafael Sotomayor.
Uno de esos colegios que construyen para que los hijos de cuicos y militares, tengan después de echados, un lugar a dónde caer.
Recuerdo que aún siendo estatal, seguían parándose después del plebiscito cuando llegaba la profe diciendo Good morning miss. 
Recuerdo un colegio que no era privado pero tenía clases de religión aunque supuestamente la concerta era una promesa laica.
Recuerdo cuicos que se perdían el desayuno en su casa cuica por levantarse tarde, pero encontraban que robarle el desayuno del estado a los que no desayunaban en su casa porque una bolsa de té tenía que alcanzar para 5, era una especie de chiste masculino dirigido a sus pares cuicos. En el fondo un acto más de poder dentro de los miles que construían su cotidianeidad.
Yo venía de un barrio del sur de Buenos Aires en el que si no aprendías temprano a defenderte te comían las ratas, así que más que preocuparme por que me sacaran la chucha recuerdo que mi primera preocupación fue la de no entender los códigos. La segunda, cuando ya los empecé a entender, fue de cómo iba a vivir entre esos códigos que de a poco hacían crecer mi odio.
El colegio del que yo venía en Lanús se llamaba Nere echea (Mi casa en vasco) y el 90% de los que te enseñaban eran mujeres y de ese 90, el 60% eran divorciadas, solteras o a su pareja la habían matado los milicos.
O sea que era un colegio en donde la política no se pasaba en clases de educación cívica sino que era transversal a todo. Iba desde a cómo tratabas a alguien en los pasillos hasta a que una profesora de cine te corrigiera viendo 9 semanas y media cuando alguien decía refiriéndose a Mickey Rourke: “Uuuu. Le dio con todo a Basinger” No no no, se dieron, se dieron recuerdo que decía la profesora.
Por qué este prólogo gigante para empezar de a poco a hablar de corazones de los prisioneros se estarán preguntando.
Bueno, la primera razón creo que tiene que ver con antes de empezar a escucharlos y llegar a Chile preguntando por qué equipo de fútbol no tenía estadio. Mi hermano y yo éramos de San Lorenzo(club sin estadio) y creo que preguntar eso da la primera clave de una cierta pertenencia que estábamos buscando. Y es acá en dónde creo que posteriormente se empieza a anclar también mi fanatismo por los prisioneros aparte del que se empezó a gestar por la U.
Creo que en algún lado esos lugares comunes del exiliado no le sirven a todo el mundo que llega a Chile de vuelta. Yo crecí con mis viejos en Argentina escuchando el libreto entero de la lucha libertaria, de ese exiliado físico obligado a arrancar y cambiarse de nombre. Quilapayún, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Víctor Jara y miles más, eran la música y el exilio de nuestros padres, pero no necesariamente el nuestro.
Y es acá en donde me interesa plantear el primer punto que me parece importante acerca de las razones por las cuales me acerqué por primera vez a los prisioneros. Aún ni me acerco a hablar de Corazones.
Creo que tiene que ver con que la primera vez que los escuché supe que González le cantaba al exilio interno más que a ese universal de la canción protesta. Los prisioneros le cantaban a la noche, a las esquinas y a las calles porque tal vez creían que la voz de los 80 tenía que empezar a ver el mapa pero con lupa.
Yo conocí esa lupa por el primer amigo que tuve en el liceo. Se llamaba Jaime Reyes, un cabro que en vez de jugar fútbol en los recreos tocaba la polla records y los smiths en guitarra.
La primera vez que lo escuché cantando fue desde la cancha del patio.
Llevaba 4 días en el colegio y me metí a jugar porque el fútbol era el único idioma universal que conocía y porque aparte era también el único lugar en el que podía pegarle a los cuicos sin meterme en problemas. Miraba de reojo mientras paraba una pelota, esos pasillos que me recordaban los de Cindy Mancini.
Me llegó un pase al borde del área, de esos que quedan picando justo, llegó llenita le decíamos en el barrio. La pelota dio 2 botes y justo cuando estaba perfecta para pegarle escucho los acordes de there is a Light that never goes out sonando desde el borde de la cancha.
La pelota se fue más alto y más lejos que si hubiera nacido jugando al rugby.
Creo que fue de las pocas veces en mi vida que he abandonado una cancha de fútbol sin que se tratara de un esguince de esos crónicos de tobillo.
¿qué pensé qué iba a encontrar en alguien que tocaba a los smiths en esa época de mierda de mi vida?
¿por qué me fui esa vez de esa cancha y me perdí de quebrar al hermano de Cruz Cocke que jugaba en el equipo contrario?
¿por qué abandoné el único lugar en el que me sentía cómodo en esa época?
Bueno, lo primero que puedo decir es que los smiths siempre fueron mi hogar y creo que intuía que ese hueón tocando eso al borde de la cancha tenía que ser mi amigo.
Yo venía de otro país pero él también.
Él también era un extranjero, extranjero de ese colegio y de esa cancha de fútbol. Recuerdo que me acerqué y le pregunté por qué estaba tocando smiths y nos hicimos amigos instantáneamente.
Todo este prólogo sigue siendo el intento de escribir de corazones porque creo que escribir de un disco como este implica mínimo partir por el colegio. Partir por ese San Miguel personal que cada uno tiene.
Nada me calza hoy más que Jaime Reyes tocara Los Prisioneros entre medio de canciones de los clash cuando me los presentó.
Obvio que las primeras canciones que escuché de los prisioneros no fueron las de Corazones sino las del pateando piedras y la voz de los 80.
Recuerdo que Jaime me los presentó diciendo: No le creas a los hits de la voz de los 80 y tocó brigada de negro:

“sábado en la noche... la gente estúpida sobra
sábado en la noche... quien pesca a una chiquilla
sábado en la noche... nadando en alcohol y tabaco
sábado en la noche... alegría de vivir ellos dicen.
la noche es joven... para lucir letreros en la ropa
convence a tu chiquilla... que te pareces a su ídolo
manténganse despiertos... dennos sus mejores poses”

Cuando Soda stereo tocaba en clave de ska puras pelotudeces acerca de las persianas americanas y le llamó a un disco “nada personal”, los prisioneros titulaban antes a un disco “la voz de los 80” que podría haberse llamado “todo personal”.
La voz de los 80 es la voz de eso que no tenía voz. Pero no es cualquier voz esa de González.
No es la voz del que dice desde afuera lo que está mal con las cosas de los 80 ni es la voz punketa directa del que se cree antisistema.
La voz de González es ya acá la ironía del que cree que sólo es posible criticar cosas desde adentro. González se parece demasiado a veces a cuando Luca Prodán hablaba de vampiros para decirle a los cuicos: “Yo estoy al derecho dado vuelta estás vos”.
Luca tuvo a Virna Lisi y González tuvo a Marilyn.
Si la voz de los 80 era la manera que tuvo Jorge para vérselas con ese 80 de Reñaca, soda stereo y GIT, Corazones fue la forma de vérselas con lo que Luca también adelantó parafraseando a Milanés diciendo: "El tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos, el amor no lo reflejo como ayer”.
Si Pateando Piedras le debe muchísimo a Depeche Mode y sus ruidos de máquinas de fábricas, Corazones es tal vez el disco más petshoybosiano de la historia de Chile.
Luca era fan de Nick Drake y pensaba al igual que Strummer que todo lo que estaba claro era una especie de enemigo. González hace de corazones no sólo el abandono de su historia anterior sino que graba un disco en clave de pop de todo eso que en los discos anteriores sólo podía ser una especie de discurso universal.
 En corazones están todos esos mismos enemigos que estuvieron siempre en los prisioneros pero esta vez es como si Jorge los viviera aún más desde adentro.
Luca cantaba canzonetas napolitanas antes de que llegaran los hijos bastardos universales estilo Manu Chao a hablarnos de los inmigrantes y los clandestinos. Strummer hacía reggae cuando todos le pedían que cantara de nuevo should i stay. González saca Corazones cuando todos le pedían de nuevo un baile de los que sobran.
Las fronteras de los prisioneros de antes en formas de mapas acá son un tren viajando al sur. Las banderas de Latinoamérica pasan a ser la distancia entre la que lava la ropa y el que mira la lavadora.
Como diría mi gran amigo Rodrigo Pérez, este es el disco en donde González sigue siendo un prisionero y Narea pasa a ser un profeta.
Podemos leer tal vez en este quiebre la entrada esta vez mucho más en serio de la electrónica en los prisioneros. Eso que ya insinuaban en “muevan las industrias” o “el baile de los que sobran” y que ya perfilaba para muchos la idea de que González se había vendido y se estaba poniendo blando por creer que abandonar las guitarras era ser menos contestatario, acá explota como 1000 corazones a los que se les saca el bypass.
Aún seguimos lidiando en el presente, con columnistas que siguen haciendo de la guitarra sinónimo de rebeldía. Se olvidan de P.I.L, de los Pet shop Boys de heaven 17, de los Stranglers e incluso de lo que significó la pega de Andrew Weatherall en el screamadelica de los primal scream.
Se olvidan hasta de lo punk que puede ser Merritt con un casiotone de juguete.
Cito a estas bandas porque creo que son necesarias para pensar lo que Corazones implica en la historia de Los Prisioneros.
Venían de hacerse famosos en toda Sudamérica con Pateando piedras, venían de lidiar con la prohibición de tocar en muchos lugares para presentar “La cultura de la basura” por haberse puesto del lado del NO.
Aún así Corazones era para EMI el disco con el que debían conquistar el nuevo casillero del monopoly industrial. México.
Vengo escuchando Corazones hace días más de 6 veces por día y aunque Pet Shop boys, new order y hasta stereo mcs ayudan como referencias para hacer un disco increíblemente bailable, uno se enfrenta a la idea de que si el ritmo te hace mover las patas en mala, las letras dan ganas de salir a incendiar micros y si no las escuchas bien, a salir a promocionar el femicidio.
Me fascina meterme así en discos para tratar de trazarles la historia.
Corazones fue masterizado en Los Angeles y producido por Gustavo Santaolalla, o sea que estamos hablando de esos tiempos en donde los estudios invertían en serio porque pensaban que iban a dejar la zorra y convertir a los prisioneros en los nuevos Soda.
Y González acá hace eso que muchos otros hicieron conciente o inconscientemente cuando deben saltar a la fama. Dejan la cagada.
A Mark Eitzel le pasó exactamente lo mismo por ejemplo con San Francisco de American Music Club con Geffen Records. ¿resultado? Los echaron del sello.
Pero no nos desviemos y volvamos a Corazones.
Esa edad del plástico, a la que González le cantaba en la voz de los 80 creyendo que su generación sería fuerza y cambio, acá se transforma en un viaje mucho más personal y a la vez incluso más político.
En el apogeo de la era de los viajes a Miami, Corazones empieza con un viaje en tren. Un viaje huacho y pobre mirando por la ventana un Chile más chico que ese del no necesitar banderas o ser un pueblo al sur de Estados Unidos.
Es como si González pasara en este disco de la proclama social, a la proclama del cuerpo que sufre lo social.
Pasa de los mapas al viaje. Pasa del mapa al territorio. Pasa de que tengamos que pensar que eso que antes era dirigido al discurso social ahora pueda estar dirigido a una mujer y a una pérdida. Ese que decía seremos fuerza seremos cambio pasa a asumir su caída. De esta forma Corazones creo que se transforma en el disco más político de Los Prisioneros.
Acá Jorge sufre de todos y cada uno de sus discursos y empieza así:

 “Y no me digas pobre por ir viajando así,
no ves que estoy contento, no ves que voy feliz,
viajando en este tren, en este tren al sur...”

Charly cantaba “no voy en tren voy en avión” . El indio Solari proclamaba: “ yo voy en trenes no tengo a donde ir” retrucando a Charly, pero tenemos a González viajando en tren y haciendo de lo que ve por la ventana un himno de incluso lo que ya no existe.
Ya no hay trenes al sur ni ventanas como esas porque ya no hay trenes al sur. Ese “Y no me digas pobre por ir viajando así” no es un González que se vendió al sintetizador sino que es el mismo himno que podría hacer Jarvis Cocker con los common people o cualquiera de los pet shop boys bailando con todo eso que odian.
No es casualidad que ya ese tren no exista.
En Amiga mía sigue viajando pero esta vez el tren se pierde entre el amor y la amistad. Un himno que pide que lo que fue y ya no es, vuelva a serlo y lo que nunca fue no lo sea. La amistad y el amor en versión dialéctica.
Una canción que hoy podría ser perfectamente pasada a tribunales por stalker.
Amiga mía yo sé que nunca vamos a dejar que este amor se nos vaya dice el coro en plural y uno ya sabe que ese amor que ya no existe, es una perdida singular. Todos los femicidios comienzan justamente en esa idea de no soportar que un plural se haga singular.
Lo gigante de esta canción está para mí en esa idea de poder decirle a alguien amiga porque sabes que ya la perdiste como amante:

No te olvides
lo que digo.
aún cuando escuches
lo peor.
te estaré amando igual!

Lo otro impresionante es que cuando dice: yo sé que nunca vamos a dejar que este amor se nos vaya, no se trata de esas canciones que buscan que ese otro vuelva. Es una puta canción de despedida con la idea de que ojalá puedas un día llamarle en serio a la culpable de todos esos recuerdos de sudores y almohadas, amiga.
En Con suavidad eso que comienza diciendo “llego como una ilusión, tan distinto a tus amigos y me apoyo en la pared, para hablarte de aventuras” y que podría ser un adelanto gimnástico del reggaeton  que vendría después y que podría resumirse en un perreo contra una pared sin embargo anuncia sin hablar, toca sin tocar, te habla de amigos, rutinas y trabajo.  
Es como si González quisiera pelear con los lugares comunes del erotismo. Esos gimnastas del amor del que nos hablaba todo el porno de los 90s. Esos que se saltaban los preámbulos al igual que los cuicos yendo a chanear como si fuera un nuevo deporte extremo.  
Con suavidad adelanta la primera razón por la cual este disco se llama corazones. No por nada después viene corazones rojos.

Corazones rojos

González tosiendo y rapeando:

En la casa te queremos ver.
Lavando ropa, pensando en él.
Con las manos sarmentosas
y la entrepierna bien jugosa.
Ten cuidado con lo que piensas,
hay un Alguien sobre ti.
Seguirá esta historia,
Seguirá este orden,
porque Dios así lo quiere,
Porque Dios también es hombre!

Y aún hay gente que cree que eso de la entrepierna es algo que no hay que decir cuando en realidad eso jugoso es lo que se espera de esas mujeres que no son las de Arjona.
Las mujeres de Arjona se enamoran sin ese lado político del hombre, del dios y de eso que acá González explica en 4 estrofas:

“Si te quejas ahí esta la puerta, no estás autorizada para dar opinión”
De tu amor de niña sacaré  ventaja,
de tu amor de adulta me reiré.
Con tu amor de madre dormiré una siesta
y a tu amor de esposa le mentiré.

Las mujeres a las que le habla González son los plurales de las mujeres que no son una misma mujer sino todos esos lugares de la mujer en el fantasma masculino. Mujeres que sirven siempre y cuando calcen en los lugares en que los hombres suelen y quieren ponerlas.
Acá ya podemos empezar a pensar que el enemigo de González ya no es ese de los 80 sino que en los 90 es ese que ya es post plebiscito. Acá ya no le habla a la dictadura sino que se adelanta a la dictablanda de la concertación. 


Y corazones sigue con la canción más pet shop boys ever and ever. Cuéntame una historia original creo que es una canción que resume muy bien el disco. Los dolores acá ya no son necesariamente sociales o si lo son, a González lo que le interesa es ver como se construyen en lo más íntimo de lo individual. En esos detalles que la proclama social deja de lado. Le interesan mucho más acá los barrios que los pueblos al sur de los Estados Unidos.

Que todos los papás son la víctima Todas las mamás son explotadas Todos los hermanos viven infelices en todas estas casas Diez portazos por minuto En las manzanas que nos rodean Mientras caminamos por San Miguel. Todo el mundo dice que vives sufriendo como nadie más Cuéntame una historia original 



Corazones es de esta manera, el disco en dónde creo que González deja más las guitarras de lado para poder seguir contando una historia original.
Esa que en el encasillamiento del rock de protesta ya no podía contar y empezaba a repetirse al revés diciendo el diablo es magnífico.
Corazones me recuerda esa frase de Hornby en Alta Fidelidad acerca del pop:
¿Escucho música pop porque me siento desgraciado o me siento desgraciado porque escucho música pop?
Acá González, al igual que los pet shop boys, que Jarvis Cocker, que Luca y su rubia tarada, demuestra que la rabia no sólo es aquella que se grita, también es esa que se baila.

Monday, December 01, 2014




Empecé escribiendo acerca de esa idea ultra manoseada de que los documentales son “objetivos” y las películas son ficción. Como si fuera posible pensar que se puede contar algo, sin narrar en lo que dejas dentro o dejas fuera, una mirada.
Empecé con eso y borré todo así que esa idea quedará para después.
Haré un breve resumen de por qué me parecen importantes ciertas cosas del inedit de este 2014. No hablaré de las cosas que no he visto enteras así que por eso es breve.
Irá uno al día de acá al Jueves por lo que un día irán 2. 
Partamos con los spandau Ballet.

Un documental maravilloso por miles de cosas de las cuales hablaré de 5:

La primera es que no sólo se trata de la trilogía anonimato, fama, caída sino que sobre todo de lo que significa la amistad en un país gobernado por Thatcher y de cómo 5 chicos de un barrio obrero empiezan a hacer música con las luces del neoliberalismo de la dama de hierro de fondo. Es también  la historia de cómo una banda elige llamarse Spandau Ballet pensando en la prisión de Spandau y que su nombre se debe al único y último preso que tuvo, llamado Rudolf Hess. Uno de los cerebros de Hitler. 
Ya con estas cosas vale la pena verlo para entender incluso en algún lado, el lugar que tuvieron los sintetizadores y que los llamados “los nuevos románticos” de romanticismo no tenían nada, o por lo menos no el de la radio Corazón.

Segunda cosa: Que alguien cuente tan bien las reinvenciones de una banda, de cualquier banda, son siempre un registro importante. De la misma manera en que no existen unos Spandau Ballet singulares, tampoco existe un Freud, un Foucault o un Charly García. El seguimiento que hace George Hencken de las etapas por las que pasa una banda, es muy parecido al que Hugues o Lumet pueden hacer de una amistad.

Tercera cosa: Es un documental demasiado importante para entender que el barrio obrero que sacó a bandas como Pulp, madness o the specials no es igual que el de 2 minutos de Valentin Alsina.

Cuarta cosa: El periplo de Gary Kemp desde ser el iluminado a ser un inseguro con TOC que transformó un grupo en los fantasmas de un solista, vale para miles y millones de historias del pop y del rock.

Quinta cosa: Los ingleses que aman a Motown suelen ser gigantescos.