Wednesday, March 14, 2007

Qué hacer con los pies si uno no es zapatero

El metro no es tal vez el lugar para una segunda oportunidad ni para intentar pensar lo que significa tenerla. Ni tampoco eso que uno daría porque otros la tuvieran.

Es así como hoy vuelvo a escribir de Elliott Smith, ya que no he podido sacármelo de la cabeza e intento por lo menos ese segundo momento inútil que él no tuvo, tal vez para sentirme o convencerme de que estoy más vivo.

Es el momento en que uno vuelve a abrir las tapas de los discos tratando de reconstruir esa cara que en los últimos días ha mezclado la pena y el terror como sólo puede hacerse si es que uno juega con el as del tiempo en la manga. Descubriendo que la muerte lo cambia todo porque lo que siempre fue una fantasía de futuro en nuestro estante de discos muestra ahora sus peores dientes mordiéndose a sí mismo al no poder lidiar con los costos de lo manoseado de ser hombre.

Desnudo de esa sabiduría de nuestros abuelos que lograban resumirla en un simple “hacerse hombre” intentando convertir una pregunta en un acto.

Frase que odio desde que tengo uso de razón pero que ahora se vuelve algo sabia más allá de mí y de los chapoteos de mis palabras que no saben nadar e intentan patalear entre tanto sinsentido.

Es eso que no alcanza a entrar en la postal turística que le venderíamos a los extraterrestres si dejaran de ser una fantasía para transformarse en un negocio tangible. Ese “whisky” de la foto que por lo menos lograra contestar publicitariamente eso que somos y que hoy se ha vuelto una pregunta que no logro formular, porque se me ha perdido ese mínimo nudo desde dónde poder hacerla.

Extraño de esta manera a aquellos que por lo menos pueden hablar de un norte o algo que los sitúe en una especie de mapa imaginario de lo que vendrá.

Lamentablemente hoy para mí es un nudo que ha paralizado cualquier dirección posible.

Me he quedado sentado en las escaleras del metro mientras la gente corre sin saber que Elliott Smith ha muerto. Quiero creer o inventar que mi desamparo no es una forma de snobismo que se tranquiliza con un nombre, haciéndome poseedor de una verdad que los demás no conocen sólo por falta de información.

La verdad es que entre tantos pies que creen saber hacia donde van o que el ir se les ha vuelto una costumbre, creo ver una muerte que logra hablarle a todas esas muertes cotidianas vestidas de repetición, que las hace seguir respirando en el intento valiente de querer decir algo más allá de uno.

Esa lucidez del más allá que siempre esperé como casi la única cosa por la que vendería el alma si por lo menos pudiera mirarla a la cara.
Aunque sea la de Fausto la prefiero a la estupefacción de un cuchillo en dirección de harakiri.
No sé si seré honesto y lúcido cuando la enfrente, sólo sé que en estos momentos no me da miedo sino que me parece patética en su intento de tratar de convencerme.
Esta vez se ha quedado sin la retórica que pudiera decirme algo, esta vez ha perdido todo mi respeto.

Es una estatua que petrifica todo de manera horrible, es una caricatura de sí misma que sólo puede vivir de otros. Es un parásito sin sangre y un banquero que no tiene nada propio y vive de los demás.

Tal vez por eso hoy me vista de general después de la batalla y tenga que lidiar con las interpretaciones que cobran un sentido asqueroso y ridículo, ya que con él vivo por lo menos todavía existía la esperanza de una respuesta a esas canciones que creíamos que hablaban de nosotros. Y que la soledad, era sólo una ilusión, a la que por lo menos podrían visitarla las pastillas.

Ahora quedan esas frases cobrando un sentido comandado por lo que ya no tendrá respuesta. Ya no existe ese punto que permitía la pregunta que tal vez nunca iba a hacerse pero tenía su futuro escrito en ella.

Que hacemos ahora con algo así:

“So now you see your first mistake was thinking that you could relate for one or two minutes she likes you”

Que hacemos ahora si nuestras propias preguntas se convertirán en la copia del que mejor las formulaba.

Sé que decir esto me deja en una mala posición, en un súbdito idiota que espera escuchar algo que jamás podrá ser dicho, pero lamentablemente debo decir, aunque suene exagerado, que se han llevado una parte de mi oreja o de eso que me ayudaba a espantar el ruido entre tanta mierda.

Me quedo con la tranquilidad de que si dios existe tendrá que escuchar unas cuantas verdades acerca de su inutilidad, mientras los ángeles corean y aplauden con las alas cada una de sus canciones.

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