Monday, March 12, 2007

el voyeur de sí mismo



Es interesante pensar en cómo un accidente tan trivial como un esguince te obliga a mirar las cosas desde otro lado, desde esa ventana indiscreta personal que no apunta al edificio de enfrente sino a ti mismo.

Hitchcock mereció su nombre desde que la ventana situada enfrente empezó a mirar a ese James Stewart que todos llevamos dentro.

Siento una rara sensación, como si por un momento fuera posible imaginar la imposibilidad de la huída o representar esos tiempos detenidos que se hacen cómplices de mi pierna derecha. Aquella compañera muda que parece hablar sólo en estos momentos o cuando el dolor habla por ella. Partes del cuerpo que sólo existen como mensajeros de malas noticias o espasmos que se ríen de los orgasmos múltiples o las recetas kamasutra.

En este caso, hacen volver sobre mí, imágenes que había dejado pasar en esos continuos de tiempo que construímos para darnos sentido intentando jugar a que no existen para poder respirar tranquilos sin saber que lo estamos haciendo.

Vuelven cosas que había dejado pasar en ese continuo de los pies al caminar y que ahora me muestran que habían estado enyesadas, enquilosadas, detenidas, aún más que ese monumento en lo que se ha convertido mi pierna. Lo primero que pienso, es que lo real del yeso funciona como una metáfora del caminar como una especie de negación, abriendo la pregunta acerca de cuáles son las muletas que usamos el resto del tiempo y que de reojo nos hacen caminar en ese azar impar del todo o nada.

Muletas que nos sostienen sin pedirnos permiso y alojan en nosotros sin que sepamos qué es lo que sostienen.

De ahí tal vez su fascinación ausente y pasaporte falsificado sin nombre que la identifique, pero que aún así logra sostener la ilusión de que nos habita. Como un terror personal con cara de alien, aunque más querible que el de la película porque no es necesario mirar hacia fuera ni tener que explicarlo. Tal vez como nuestro propio límite al misticismo de revista de sábado o al feng shui que nos dicta desde dónde debemos mirarnos.

Hay discos que me han salvado de todos los nostradamus que nos dictan un sentido o servido de muletas cuando pudiendo caminar no quería levantarme de la cama.

Otros que me hicieron comprender que esa partícula en el universo que soy, podía comunicarse con alguien sin temor a cubrir mis preguntas con un manto de piedad.

Me han contestado cuando no podía preguntar y me han mirado cuando no podía sostener la mirada.

Me han mostrado que a veces soy demasiado serio en mis preguntas o que pregunto cosas sin respuesta sólo por el hecho de dirigírselas a alguien. Las canciones también se han reído de mí y me han acompañado con la paciencia de algo ya hecho.

Algo que no puede vestirse de moda porque es sólo de uno y de esos momentos en que buscamos o repetimos estrofas hasta el hartazgo, con la ilusión de que la vida pudiera ser una prueba de esas que pasamos repitiendo manuales o pudiendo elegir lo que queremos repetir.

Lamento decir, que como no elegí usar muletas este mes que me queda de mirar espaldas que me dejan atrás, tampoco he elegido las canciones o las estrofas que me han acompañado a pesar mío y a las cuales les agradezco su obstinación sin cara, de las cuales tal vez me habría alejado coreando a lo Bob Dylan: Don't look back.

Les agradezco la enseñanza de que el sentido de las cosas puede ser un yeso de eso que camina en nosotros sin que queramos.

Tom Waits lo ha dicho mucho mejor que yo en esa frase que dice "the piano has been drinking" y debo decir que tiene demasiada razón, no en el sentido de una excusa, sino de eso que habla más allá de él.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home