Da gusto esta gente que escribe lo que uno no podría.
No sé si existe alguien en el mundo que se haya acordado que en estos días hace once años que falleció Epic Soundtracks. El dato no parece el mejor de los anzuelos para pescar su nombre entre las aguas donde aletean los olvidados del rock, pero créanme que no encontré ningún otro. Músico de perfil bajo, sus discos apenas tienen ese rasgo distintivo, ese golpe de efecto que le hiciera destacar a primera vista entre el pelotón de rockeros al piano. Ni tampoco se le conocen episodios destacables en una biografía redactada sin fuegos artificiales. Epic Soundtracks fue fiel ejemplo de músico íntegro, admirador ciego de sus ídolos y quizás poco hábil en el uso de las oportunidades que la música le dio. Un músico que siempre renegó de la hipocresía aunque en ello también se le fuera el éxito. Para él, la música no fue lo primero. Fue lo único. Bueno, junto con las mujeres. Pero no le vean tras esta afirmación como un mujeriego de libro: el infeliz de Epic Soundtracks se enamoraba con tanta asiduidad que cada decepción le traía una nueva depresión. Al menos así le recordaba Nikki Sudden en un texto que escribió tras aquel 5 de noviembre de 1997, día en que su hermano decidió poner fin a todas y cada una de sus desilusiones con una efectiva sobredosis.
Tres son las bandas en las que se fogueó Epic Soundtracks para evitar morir de aburrimiento. Empezó escondido tras la batería de Swell Maps. Algunos lo llamaron punk avanzado, pero yo más bien lo veo como un grupo dislocado sin las ideas muy claras, lo que en la época del post-punk siempre fue un valor al alza. Nikki Sudden, que ponía la voz, siempre dijo que Swell Maps hubiera sido un buen grupo de no haber existido el punk. Da que pensar. Luego vinieron Crime & The City Solution, un clon descafeinadísimo de los Bad Seeds de Nick Cave. Su mayor logro: hacer un cameo en “Cielo sobre Berlín”, de Wim Wenders. Pero, sin duda, Epic Soundtracks pudo sentirse orgulloso de haber militado en un magnífico disco de blues post-industrial, como es “Get Lost (Don’t Lie!)”, de These Immortal Souls, la banda que se sacó de la manga Rowland S. Howard para exhumar el cadáver de The Birthday Party. Uno se rinde ante aquel disco, pero mucho me temo que Epic Soundtracks recordaba aquellos episodios con un poco de indiferencia y algo más de frustración. Sólo cuando deshizo el camino andado y superó las vivencias del punk y los devaneos por el blues más cool, se encontró a sí mismo en el lado más clásico.
Trabajó en una tienda de discos, cultivando pulcramente esa actitud extendida de que los dependientes de este gremio no son especialmente tolerantes con aquellos clientes que no comparten sus gustos musicales. Nikki Sudden confesó que su hermano fomentaba esta actitud altiva con orgullo, leyendo en esta postura más fortaleza que debilidad. El caso es que la colección de discos de Epic Soundtracks fue creciendo y creciendo hasta que un día Alan McGee (uno de los personajes más importantes de la industria del indie) llegó a decir que la discoteca de Kevin Paul Godfrey (su nombre real) era poco menos que la base sobre la que se sustentaba su sello, Creation Records.
Epic Soundtracks se quitó por fin el miedo al protagonismo con “Rise Above”, su magnífico estreno en 1992. La canción “Fallen Down” hace justicia a su talento a las primeras de cambio. Una melodía inspirada, unos arreglos acertados, una gran emoción contenida, una canción redonda. Fue uno de los grandes tapados de los noventa. Si “Rise Above” pasó inmerecidamente desapercibido, sus siguientes movimientos no corrieron mejor suerte. “Sleeping Star”, “Change My Life” o “Debris” contenían preciosas canciones al piano (su registro más incisivo, en mi opinión) pero pocos se dieron cuenta. Hoy escucho “Fallen Down”, “Waiting For The Train Again” o “Tonight’s The Night” y maldigo la buena suerte de Richard Hawley. Epic Soundtracks nunca encogió la voz para subyugar a pusilánimes ni forzó su humilde registro pretendiendo ser quien no era. Sabía que escribía canciones de lenta maduración, pero calculó mal los tiempos: su vida se cortó cuando sus temas aún no habían caído del árbol. Tenía treinta y siete años. Grande, muy grande Epic Soundtracks.
Cesar Estabiel
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