Saturday, April 14, 2012

Lo que escribí sobre la exposición de Papas Fritas.



Hay mil maneras de hacer arte e infinitas formas para hablar de él, pero una sola cosa suele acercarse más a lo real y se llama cuadro. Un cuadro implica elegir y renunciar. Elegir lo que quisiste decir y renunciar a lo que no pudiste o alcanzaste a decir.
Cuando lo que se pinta se hace para hacer juego con el sillón o la mesa de centro, más que arte es diseño de interiores o una copa al servicio de COPEC.
Estamos invadidos de acciones de arte que no son ni acciones ni son arte. Tiempos donde el alcalde de Valparaíso quiere hacer listas de la gente que compra pintura en aerosol porque no pinta en los lugares destinados para el arte oficial. O sea que si dices lo que hay que decir y dónde yo lo digo, puedes pasar de ser delincuente a ciudadano.
Yo que no sé tanto de pintura pero sí sé que el día que vi de frente un Brueguell me fui a la chucha y sé que el arte debiera siempre estar jugando con los límites sean los que sean. De tiempos o de contenidos.
Lo demás es propaganda.
El arte debiera ser una acción en sí misma y no una acción de arte.
Para mí, Papas fritas sigue siendo siempre eso. El arte como algo instituyente en vez de algo instituído.
Y es por eso que esta vez deja las puertas abiertas de su trabajo permitiendo que las cosas no sean resueltas como una sanción drástica y definitiva. En cambio, esta vez el interés está puesto en sufrir la experiencia, donde las acciones discursivas simplemente sucedan, enfrentando la propia ignorancia del autor–artista y la dura mirada del espectador a la fractura.
Esta vez ese vacío que tanto ha criticado en su trabajo, pasa a desnudarse como parte de su obra.
Es así como algo que empieza como una serie de retratos de sus influencias se transforma por el uso de los detalles, en algo mucho más cercano a un autorretrato.
Lo que parte como el despliegue de una historia general se va convirtiendo así en una historia particular. La historia de cómo alguien se apropia de una macropolítica y la convierte en micropolítica.
Los retratos de Papas no buscan el realismo de un Bravo ni esperan tampoco un bravo!. Son la forma en que alguien se hace cargo de sus influencias.
La realidad acá no importa, ni menos el realismo. Como diría Bacharach: Una casa no es un hogar. Y siempre invitar a alguien a tu hogar es un acto valiente. Para invitar a la casa tenemos a homecenter.
Para Papas fritas, el sentido común no es un lugar en el cual descansar sino todo lo contrario.
A partir de elementos de la cultura pop trastoca el sentido común asociado a estos, para hacerlos decir otra cosa de lo que el esencialismo o la historia creó para ellos.
¿cómo logra hacer de esos elementos cotidianos que siempre han estado ahí algo que nos diga otra cosa?
Lo hace usando objetos del sentido común y traslandándolos a lo incierto, como si se tratara de jugar con metáforas y metonimias para mostrar que el orden establecido de los sentidos, sólo es una muestra más del poder del discurso hegemónico.
Lo hace cambiando los finales Disney y haciendo hablar a los personajes de otra forma. Por ejemplo, para Papas, el lobo de caperucita roja se convierte en mucho más de lo que dice el cuento normativo. Por un lado, porta los colores de la iglesia que personifica la pedofilia en la distancia entre un lobo y una niña y por otro también del poder de la iglesia(que suele poner siempre la naturaleza de su lado). En ese gesto, también demuestra que ese enemigo que fue el lobo en toda nuestra infancia, ahora se volvió mucho más real y que basta con ir a la iglesia del bosque para encontrarlo, en vez de ir al bosque mismo.
Papas vende lo que pinta en vez de pintar lo que vende.
Hace y deshace los cuentos oficiales para hacer de eso, lo que a veces el arte tiene de realidad y no de realismo.
Y en esta diferencia, creo está toda la fuerza de su arte.

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