Monday, May 12, 2008

holy day



Me dan ganas de llorar cuando en buenos muchachos dan clases de cómo cortar el ajo con gillette. Me parecía hasta épico cuando Marlon acariciaba el
gato con la mano.
Solía odiar cada uno de los estereotipos dirigidos a las mujeres en donde fuera, pero a veces, las ganas de ser sony o Joe Pechi y no Michael Corleone son demasiado gigantescas.
Es terrible cualquier milisegundo de complicidad con ellos y es fácil alinearse con los fáciles. Es fácil querer ser el Al Pacino multinacional de la 3 y no el de la 2.
Es fácil elegir entre el blanco o el negro pero es difícil saber que ninguno será
suficiente.
En el mundo donde las intenciones ya no existen sino sólo el arbitrio de los reyes magos uno aprende a medir a las personas en una lógica psicótica que sabes que te terminará dejando solo.
Y es ese solo que no tiene ni el acento del solamente.
Es una especie de patada en el suelo que le agrega al lonely el ness. Y si se trata de asociaciones libres es seguro que si aparece un Elliot no será Ness.
Es ese que se apellida Smith y que dijo tanto, que en vez de una coma un día puso un cuchillo.
Y allá van los piadosos intentando hablar de soledad y de que se extinguieron los demás y la verdad es que a veces nadie se mata por soledad sino tal vez por exceso de murmullo. Por un cuchillo intentando espantar los abejorros, la carroña, y su manual de nombre Carreño.
¿Qué diferencia hay entre escuchar voces o vivir de acuerdo a ellas?
Debería existir un pabellón de la explicitación para que metieran a todos los que no sólo escuchan sino que vociferan lo escuchado.
Estará permitida la teleserie hacia afuera como intento creativo si construyes cualquier hogar que no sea tu cabeza o puedes también hacer de eso un dialogo productivo. A cada voz un personaje y una estructura entre medio.
Hasta Dios tenia contestador automático en esa película de woody allen.
Que terrible es cuando hablaste tanto y te empiezan a hablar todos juntos haciendo una especie de club de toby y nadie entiende nada. Nadie sabe que hablar es a veces un automatismo donde mientras menos sabes más rellenas los espacios y los vasos vacíos. Y te discuten.
Y se unen estilo club de debates.
Y discutes y argumentas y ya hace rato que todo eso te importa una soberana nada, que nada perrito y lleva 9 meses de clases.
No entiendes el croll y eres un kroll y te ahogas con tu rol y te carga el sushi.
Y sigues dándole importancia a todo porque hiciste de Pedro y el lobo unos siameses que nacen y nacen en el mismo día eterno de un hospital san José en el día de la marmota.
Y naces no en el baño sino en el daño.
Y te despiertas en una incubadora con parlantes donde todos hablan.
Y de repente pasaste de probar a que te prueben.
Pasaste de adolescer a envejecer.
Y coleccionabas relojes y ahora ellos te coleccionan a ti.
Y hasta un solo de satriani se siente menos solo que tú y por suerte sigues pensando que es una pirotecnia china húmeda y con tanta mecha que no prende nada. Y hasta reírte te da un poco de culpa.
Ves en la multitud una multi tú y no hay caso. Da lo mismo volver a la primera segunda o tercera persona. Da lo mismo el cambio del ves al veo o al había una vez o al beso.
Una multitud de mutantes con buenas intenciones te atacan.
Te golpean con cuchillos de pescado, con codos mal ubicados, con futuros esperados y presentes depresivos.
Y no cejan sino que aconsejan y odias su seguridad motorizada e hipotecada. Odias que el éxito sea tan fome.
Odias a todo/as porque prefieres los odios que los oh dios pero te preguntas qué ganas cuando ganan los buenos muchachos.
Es un casi a veces. Es un no otras veces. Nunca un casino.
Hoy, aunque las fichas te ahoguen, las apuestas las hacen otros y eres daltónico para el rojo y el negro y manco para la ruleta.
No quieres la intuición como prisión.
Ni tele. Ni teletón ni reggaeton. Ni ton ni son.

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