Tuesday, February 19, 2008



Esto si que es de todas formas una irresponsabilidad ya que debería estar terminando una pega o por último escribiendo la forma de mi cabeza en la almohada.
Pero no hay nada más adictivo que inventar excusas para buscar en la “adultez” otros tipos de enchufes en los que meter los dedos.
Empiezo a odiar la idea de que madurar es que se te acaben las excusas o que ya no te sirva que convencer a otro de algo te convenza a ti.
Al principio si eres tímido los demás te confirman o te destrozan. Luego empiezas a no creer en la confirmación y si no te confirman lo que eres pueden servirte para confirmar que no quieres ser como ese otro, o sea te confirman igual.
Peor todavía es llegar al punto donde intentas no convencer para convencerte.
¿Con vencerte te sirve?
Nadie gana ni nadie pierde porque siempre somos vencedores vencidos como diría el indio solari.
Fantaseamos con prestarnos a nosotros mismos un poco de hyde y a veces en realidad el que está a préstamo es jekyll.
Si quieres matarte y hasta eso te sale mal vas preso porque puedes ser dueño de todo menos de revocar ese contrato que nunca firmaste.
Es paradójico querer descansar de querer descansar.
¿Cómo es que algo te falta tanto que no puedes más que abandonar la búsqueda y querer ser la falta misma?
¿Qué haces cuando fuiste por una temporada al infierno y hasta tú mismo estas en huelga?
Les dices a los del aeropuerto que sólo venias por una temporada y te dicen estilo guardián de Kafka: Señor ud está equivocado. La temporada efectivamente existe pero esa ya la tuvo del otro lado. Cuando decimos temporada es en el sentido de esa gente que cuando dice que tuvo una mala temporada se refiere a los ultimos 50 años.
Le hablas a tu espejo y sólo ves cenicientas.
Llegaste a tu casa y te cambiaron la chapa. Llegaste al paradero y te tocó la micro enchulada.
Y te despertaron diciéndote que era el fin del recorrido.
Y la gente sigue aburriéndote y de vez en cuando agradeces ese alzheimer de relojes que uno que otro te regala.
Te cansaste de odiar de los ojos para afuera para odiarte menos en el inverso de tus párpados y cuando quisiste hacerte cargo de eso te diste cuenta de que incluso odiarte sería valiente.
No te odias ni te amas porque naufragas entre esas dos orillas.

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