de costado

Todo empezó cuando tuviste que apoyarte en tu brazo izquierdo y buscar primero un lápiz. Lo encontraste y no había hojas por lo que tuviste que escribir en sobres de discos vírgenes.
Lo difícil no es la búsqueda del tiempo perdido sino las razones que te permitan un futuro.
No es lo que no escribiste ni lo que podrías escribir sino escribir.
Es luchar contra el deseo de la hibernación y no de la muerte o de la transformación en un oso.
Es saber que las vacaciones ya no dependen de haber pasado los ramos y que nunca habías deseado que este encierro sea eterno.
O que todo sueño sea un coma.
Cada pestañeada te trae el descanso de putear con la muerte.
Cada sueño quieres que sea eterno aunque la eternidad exista sólo para los
vivos y no para los perros.
Para los que ya se saben las respuestas es vivir siempre hacia adelante.
Para los que hacen del error un misticismo es un aprendizaje.
Para los que dudan incluso habiendo acertado es una trampa.
Tú quieres lo fácil de soñar que escribes pero cuando sueñas no lo haces.
Es más fácil que te escriban, que te sueñen o que sueñes, que soñar despierto.
Te es más fácil garabatear, que escribir o decir un garabato.
Y siempre, en el fondo, terminas pensando que lo que escribes es un ejercicio.
Como 20 AVES marías o 100 abdominales.
Piensas que de algo servirá todo esto y que te lean te hará leerte más.
Y te preguntas si la vida puede ser un diario.
Y te alegras de pensar que algo podrá ahorrarte el segundo a segundo.
Te alegras de por lo menos de que algo pueda medirse aunque sigas odiando el rosa.