Tuesday, January 31, 2006

los tangos vuelven sin llamarlos o releyendo puta que te pusiste melodramático

Los tangos vuelven sin llamarlos porque desde la primera vez que pusimos play ellos pueden ponernos play a nosotros. Convirtiendo la soledad en una especie de música de supermercado que no elegimos pero nos sigue como una especie de Harry el sucio o un Droopy que ya no nos da risa.
Destino que se ríe de nosotros aún amándonos y que convierte esas canciones A.M que siempre aborrecimos, en algo que merece una atención más atenta, ya que los horóscopos dirigidos a esa generalidad absoluta, raramente esta vez se dirigen a mí.
Me miran y recuerdan que las risas me acomplejan porque he logrado convertirme en el complejo de mí mismo.
Tendré que volver a la primera vez que reí y empezar de nuevo o hacer un curso avanzado donde sea posible hacerlo sin pensar en cada cosa increíble en la que creí y que ahora seguirá sin que yo esté para descifrarlas.
¿Qué será de todo eso?
¿Qué voy a hacer con el tiempo?
Tendré que contarlo minuto a minuto de nuevo, dormir sin querer hacerlo y vivir sin saber cómo. Aprender que el amor debe pasar por el egoísmo para ser algo verdadero. ¿Cómo amar sin amarse y odiarse? ¿Cómo amar a pesar de uno? ¿Hay alguien que lo crea posible y no sea un mal seguidor de San Agústin?
¿Se acabarán las cosas que hacemos por un nombre, un lugar a defender o una etiqueta mal pegada aún tatuada?
Me dediqué durante gran parte de mi vida a relacionarme con los límites o con las mujeres construídas en el límite de ellas mismas, por lo que nunca logré comprender qué había de mujer en esos límites que tal vez eran los míos.
Si no era el olor a copete, era que ella tenía que leer porque no había leído en todo el día y dejaba siempre el último momento para lo que no había podido hacer en todo el día, obviamente yo nunca entraba en lo que había o no había hecho ella y lo peor de todo es que aún ahorrándose ese tiempo seguía igual de estancada.
Qué increibles las excusas que uno se construye en complicidad y con las cuales el otro es en algunos momentos a la vez uno. Qué raro que mi excusa sea justamente estar escribiendo cuando debería estar haciendo otra cosa.
Al lado mío una mujer me mira con la culpa de sus culpas y yo que no soy tan piadoso escribo sobre ella porque no puedo dejar de pensar en ella. En realidad quisiera levantarme e irme pero no sé si tengo un mejor lugar a donde ir que esta cama de dudas que me permite dudar.
Lugar que odio pero que puedo nombrar como lugar, como un punto entre las comas de mi cobardía o balbuceo entre mis silencios.
No sé por qué pero siempre respeté a los tartamudos sin tener que explicarlos a través de una etimología que lograra situarlos en ese lugar cómodo de las categorías que borre justamente lo que su tartamudez tiene de acto.
Tal vez por eso siempre me enamoré de las mujeres de los rincones, de esas que marcaban los límites de las salas de clases y competían conmigo en los miedos vestidos de violencia, displiscencia u orejas tapadas por personal stereo.
Más de una vez en mis tiempos de odio al mundo se acercaba gente con buenas intenciones a preguntarme qué me pasaba, tal vez intuyendo que me pasaba algo más de lo que pasaba a ellos. A los que yo les respondía qué por qué tenía que pasarme algo y si acaso no sería que le pasaba algo a ellos.
Es un tema complejo porque ahora lo siento un poco forzado, aunque siga sintiendo que fueran defensores del status quo y que muchos se acercaran porque era una especie de mancha en el cuadro que se hacían de sus vidas.
Más allá de mi soledad y mi relación con las canciones siempre esperé que se acercara alguien que se sintiera como yo o me obligará a enfrentarme a sacarme los audífonos, ya que si uno no tiene o no quiere tener amigos que terminan mandándote al arco en la pichanga, funcionan como una compañía sin un fin determinado.
Logran decirte algo sin pedir nada a cambio llenando momentos vacíos que gente como yo no sabe como llenar y donde muchas veces uno puede inventar las preguntas y las respuestas.
Me arriesgo al decir que tal vez haya otros como yo que han entrenado a poder tratar con las personas a través de ese momento solitario que significa intentar saber que quiso decir una determinada canción que no estaba dirigida a uno. Por lo menos ahora creo que así puedo entender a esos pocos amigos que he podido reemplazar por canciones, y al igual que ellas pueden mostrarse como ya escritas pero siguen escribiéndose al compás de nuestra historia.
Escuchar a un amigo es como escuchar una canción que desafina en una estrofa que a veces es la que más nos conmueve. Que se dirige a nosotros pero a la vez falla el rumbo porque hay algo de su sentido que no nos pertenece ni le pertenece tampoco al que la dijo. Tal vez por eso en la amistad como en la música hay un cierto lugar en el que debemos confiar, y yo por lo menos confio e intento escribir lo que sé que vale sólo como intento.
¿Hay algo más real que no saber de donde vienen las balas?

4 Comments:

Blogger Q said...

A los amigos se les quiere con virtudes y defectos. Así son las canciones que se metieron bajo mi piel... aparecen cuando más las necesito... a veces asesinadas por un mal cover, otras surgen de la nada cuando no quiero saber de ellas y me obligan a recordar aires olvidados.

5:18 PM  
Blogger pablo rosenzvaig said...

jirafa 1970:
toda la razón aunque a veces las canciones no se dejan fácilmente situar entre lo bueno y lo malo.
mi actual novia me regaló casi sin conocerme hace ya casi 6 años 69 love songs de magnetic fields en un tiempo que andaba yo sin plata y había visto la caja varias veces en una vitrina queriendo romperla...no sólo le debo la gran sorpresa sino incluso tal vez no estar en la peni.
de hecho creo que los regalos que más valoro son los que aunque me carguen dan cuenta de una intención que me parece notable...bueno a no ser que a alguien su intuición lo lleva a regalarme cristián castro.
saludos.

11:01 AM  
Blogger Ro said...

Mira, no sé que decir a tu post, algo como respuesta? no tengo idea...

Pero puta que me llegó lo que escribiste.

Me encantó como está escrito además.

8:37 AM  
Blogger Unknown said...

Mira tú, me acordé de un chico que una vez me regaló el volumen 3 de 69 Love Songs (no tenía tanto dinero él). Nunca en su vida había escuchado Magnetic Fields. Tampoco se convirtió en mi novio. Pero escribió una línea que no supo como terminar en la carátula. Han pasado años, pero yo sé que él me regaló ese disco, que aunque trató, no era un mensaje, era sólo el disco que a mí me gustaba, pocas veces los regalos son a propósito del regalado y no del regalador.

1:27 PM  

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