(NO) estoy solo….un reloj en la esquina marca lentamente los segundos mientras corro de izquierda a derecha, descansando sólo cuando pienso(por eso pensar no es trabajo).
Mientras troto, no hay más que un constante ir de aquí para allá, tratando torpemente de interpretar a un grupo de furiosas yemas que tratan de sacarse el frío…pero saben que no lo lograrán. Por más furiosas que estén, que griten y se golpeen contra el maleable muro, no terminarán de sacarse el frío…no hay fin, y ese es el problema. Su hombre constantemente piensa en él, en como salir de esto, en como irse a pensar (a descansar).
He allí la trampa. El descanso mismo es(¿era?) una actividad. El descanso no puede ser descanso, como el mar no puede ser el mar. Y ellas comienzan a desesperarse, mientras van produciendo incesantemente a su propio verdugo. Miles de verduguitos van apareciendo, y ellas, mientras tratan de descansar, lo único que hacen es producir más trabajo. Las hileras siguen y siguen. El sentido comienza a perderse, y ya no importa, pues importar ya es en sí un sentido. Entonces el sentido precede a todos los demás sentidos, y por eso las yemas furiosas no saben lo que están haciendo.
Y dale. Otro más. Esto ¿terminará? La intervención tiene que ser un sinsentido. El hombre tiene que querer dejar de tener que buscar un sentido, no seguir buscándolo, pues se diluye allí mismo. Porque la búsqueda es sentido. Cada golpe contra el muro es un progresivo desgaste de sus cerebros, del cerebro de ese hombre que cree que lo va exponiendo. Mentira. Lo va perdiendo.
¿Y qué es mejor, buscarlo hasta perderlo, o dejar de buscarlo para así jamás encontrarlo? ¿Qué? Puta, parece que lo he perdido ¿Me podrías recordar qué fue lo que dije?
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