Friday, April 14, 2006

servicio de utilidad pública para saber si vale la pena seguir

Él había llegado antes que ella y se encontró con un piso pulcro vitrificado hecho a la medida de los tiempos modernos. Intentó arrodillarse para ver más de cerca la capa que lo cubría y antes de apoyar la segunda rodilla se acordó de esa vez que fue a ver el Guernica y el vidrio, que impedía acercarse, le pareció parte de una instalación macabra impresa en todos los recuerdos que ha tenido después del cuadro.
Recordó al mirar el piso, el intento de distinguir las figuras del cuadro dentro del cuarto de vidrio y cómo es que nada pudo ahorrarle la sensación de encierro. Las ganas de romper el vidrio, la idea de que siempre se sintió un poco fuera de lugar y la duda de quién estaba siendo mirado realmente. Dejó de mirar el cuadro y empezó a ver si habían limpiado bien el vidrio.
Levantó la rodilla y volvió al departamento alegrándose de que ya no tendría que ver por los hollos entre las maderas si los ruidos que escuchaba eran ratones o usar la aspiradora para limpiar lo que la escoba no podía. Se paró y todo parecía estar en orden. Se mareó un poco al sentir que todo estaba en orden y que su futura mujer llegaría en cualquier momento.
Se sentó en el piso riéndose de lo ridículo y automático de su gesto de limpiar donde iba a sentarse y debajo de su ojo izquierdo empezó a temblar esa vena que creía desaparecida.
La que primero lo delataba frente a los demás y luego ante sí mismo. La que en la adolescencia se preocupaba más de lo primero y después de los 30 de lo segundo.
Puso su mano en el piso y empezó a agradecer que estuviera ahí, porque la sensación de ser un ventrilocuo de sí mismo empezó a invadirlo.
En otra época habría conectado su equipo de música y pensado qué escucharía de acuerdo a su estado de ánimo. Habría empezado a compartir el espacio con sus discos y sus libros pero ahora sí estaba solo. Sus discos estaban aún en su casa y el equipo de música, que es siempre lo primero en mudarse, se sentía más abandonado que él.
Sólo tenía unas 20 cajas de Falabella y a su vena de acompañamiento. 2 señales que lo estaban poniendo nervioso.
Era como si sintiera el tiempo retrocediendo un casette TDK con un lápiz BIC o como esa vez que se hechó a perder la radio del auto y sólo podía escucharse una y otra vez ese tema de Chico Buarque que dice algo así como: Padre, aparta de mí ese caliz.
Sería el caliz su nueva vida, el matrimonio, las cajas cerradas que no le pertenecen y entre las cuales sólo reconoce 4 nombres?. Será la vena una señal de nerviosismo ante lo que se viene por ser desconocido o será un caliz con gotera?
De qué debía apartarse cuando justamente lo que se venía iba a pegar todo con la gotita?
Debía empezar a creer en el destino que le decía que esta era la única vez que se había cambiado de casa y la única banda sonora era su vena y las ideas que seguían subiendo el volumen dentro de su cabeza?. Debía pensar en la razón de que no estuvieran sus discos y de que ya Falabella empezaba a ser el nuevo nombre de un grupo? Debía ponerle rima a sus ideas que se estaban volviendo monótonas?
Los partes estaban listos y le sonaban a paco.
El padre de su novia pagaría casi todo y le sonaba a esa escena donde Marlon Brando recibía en el matrimonio de su hija a la gente en su oficina diciendo que tal vez algún día necesitaría un favor.
Los 500 invitados le sonaban a Garibaldi.
Los candelabros en las mesas no sólo no dejarían ver al del frente sino que le recordarían un funeral que no sería el de Arcade Fire.
El vals que no bailaría le recordó a Salieri.
Faltaba una hora para que llegara su novia y una hora y media para que llegara el dj, tal vez lo único que había elegido, cuando se le ocurrió bajar y tomar un taxi.
Lo asaltó la intuición de que esas escenas donde en las películas un corto servía para pensar mejor, surtirían el mismo efecto que la reunión de su equipo de música con algunos de sus discos.
Rezó, cuando ya estaba en la calle, porque le tocara ese taxista que tomó una vez con su amigo periodista y su novia después de Donna regina que se demoró tres minutos entre el Normandie y Plaza Italia.
Ilusionó que sus discos fueran un antídoto para salvar a la humanidad como si estuviera en Misión imposible y cargara una quimera.
No le tocó ese personaje ni por suerte un paquistaní perdido de Jarmusch pero al decirle que un matrimonio estaba en juego sintió que las cartas estaban de su lado porque llegó en 7 minutos a su casa.
Sacó un par de American music club, un grandes éxitos de The Pogues para subirse el ánimo saltándose los temas donde todavía no llegan al puerto, gentlemen de Afghan Whigs para sentirse hombre, Suede para ponerlo en duda y escuchar the asphalt world, 10000 maniacs por si acaso y Smog porque si después de all your woman things seguía queriendo casarse sería un sacrilegio no hacerlo.
Intentó manotear jeff Buckley, Go Betweens, Magnetic fields y love pero se llevó waterboys por si el agua le llegaba hasta el cuello.
Se subió al taxi como si hubiera salido de la casa incendiada de Rembrandt salvando un cuadro para las generaciones futuras y cuando el taxista le preguntó a dónde y él respondió al mismo lugar donde subí, la vena comenzó a competir con los tarareos de los discos que tenía en su mano.
El taxista lo que no sabía era que su respuesta no fue un intento de ahorrar palabras sino que se había olvidado la dirección.
Pensó que estaba curado y se acordó de una amiga que le había contado que una vez había intentado, después de una noche de curadera, abrir la puerta de su casa con el dedo.
En este momento hizó funcionar su map city alcohólico y decidió que si todo parecía un delirio alcohólico, esa duda lo sacaría de preguntas más urgentes.
Doble en la esquina siguiente y pare un minuto le dijo al taxista.
Entre la distancia de la puerta y la botella de J.B que se compró, respondió esa pregunta eterna de por qué el apellido de algunas botillerias es "de emergencia".
Llegó 35 minutos antes que la hora en que llegaría su novia y lo primero que hizo después de no abrir la puerta con el dedo, fue poner The Hymn for the alcohol que venía de polizonte en Mercury de American Music Club.
" Don’t start me on the rum, Just because it makes me numb. Start me on the whiskey I know whiskey is his drink. You never drank it with me but now you drink it with him, I’m not good enough for whiskey, not good enough for you. Let’s start drinking wine, we used to all the time".
Eso sonaba en la pieza que por fin sentía suya pero no sabía si podía o quería compartirla.
Lo invadió todo su snobismo al darse cuenta que no le hablaban vidas pasadas que habían habitado el departamento sino que le hablaban sus canciones favoritas.

5 Comments:

Blogger Santiago Illapa said...

Me gusta Liliana Felipe, especialmente cantando danzones y tangos.

9:54 AM  
Blogger Soorikeit said...

me asusto.
de ser eso una palida semblanza e la REALIDAD ME PREOCUPARIA

de ser esto una ejercicio de retorica me alegraria por lo sese moting.

me confunde even

whatever

1:25 PM  
Blogger Gonzaloieb said...

Si las canciones no nos hablaran...

8:43 AM  
Blogger NN said...

No me extraña para nada que American Music Club te hable, más bien, lo hace desde que te conozco.
Me gusta pensar que The Divine Comedy me habla. Y especialmente 'Gerónimo', que me habla no sobre lo que mi vida es, sino sobre lo que me vida podría llegar a ser.
Besos.
Iv.

9:29 AM  
Blogger Unknown said...

No había tenido tiempo de leer.
Nice.

8:45 PM  

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