Sunday, May 28, 2006

NNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNN

Anduve dando vueltas en la pieza tratando de armarme de la valentía que me permitiera terminar con este blog de mierda que realmente siento que no tiene sentido y me encontré con el sentido del sin sentido y el sin sentido del sentido y como no era una canción de Arjona, las cosas se complicaron.
Me serví una copa de vino como para que brinden 11 campeones del mundo o se celebren unas 3 cenas para terminar de planear la que será la última y sólo pude cambiar un cuadro que está justo en frente de mi computador.
Se fue una versión bastante libre de Alex de la naranja mecánica y apareció un cuadro compuesto por 4 fotos sacadas por Margarita Dittborn.
La primera es de un perro de espaldas durmiendo en un sillón.
La segunda, del perro de frente siendo acosado de cerca, mientras duerme, por un peluche.
La tercera es del peluche parado al lado del sillón mientras el perro se va.
La cuarta es del peluche durmiendo placidamente.
O sea, la representación más perfecta de la fantasía sacando del sillón a la realidad.
¿Hay algo más terrible que esa doble expulsión representada en un sillón?
¿Hay algo más terrible que ser echado de ese segundo lugar de descanso habiendo ya renunciado a la cama?
Empiezo a entender a todos mis amigos amantes de los comics y casi, a esos hombres que prefieren que si su mina los engaña sea por lo menos con un hombre.
Empiezo a dudar acerca de si no me gustó tanto Donnie Darko no porque fuera una mala película sino porque el puto conejo era más real que el personaje.
Empiezo a odiar pensar en empezar y no saber cómo hacerlo.
Empiezo a entender a los hamsters cuando se les va la vida girando en la rueda sin la posibilidad de irse a paro.
Los entiendo y los odio porque lo pasan bien en la rueda.
Los veo como si quisiera ahorrarles el sentirse Carla Ochoa en la Kamazú, no entendiendo que puedan pasarlo bien.
Empiezo a pensar que los nerds jamás se vengarán, justamente porque sólo se vengan en Hollywood. O sea, hacen de su venganza una película.
Intuyo que un par de personas leeran esto como un nuevo lamento y me encantaría creerle a mi intuición para que por lo menos ellos se sientan tranquilos.
Lamentablemente, si escribo esto es justamente porque mi intuición vale callampa.
Porque no existe fuera de lo que escribo y lo que escribo es lo que no hago. Porque no tiene una esencia mística más allá de mí.
Porque no entenderme no significa no tener razón.
Porque no tener razón no significa no entenderme.
Porque lo que me tiene aquí no puede ser ni mi canción de cuna, ni mi amante, ni mi puta, ni nada que me consuele para dormir.
Porque podrían consolarme los lugares comunes y los excesos de groupie pero me hacen reir.
Porque panico y locura en las vegas me hizo salir del cine no por una ideología opus dei sino porque más que ponerme serio me hizo reir no con ellos sino de ellos.
Porque sí.
Porque no.
Porque puedo elegir no quedarme con ninguno de los dos.

Friday, May 19, 2006

Siempre tendremos París

Una polera de la polla records destrozada fue lo último que dejó valentin.
Me lo recordó mi novia cuando ya estaba surtiendo efecto mi evasión perruna y comenzó a hacer de antídoto mi memoria y mi odio al destino o al misticismo.
Mirá ahí en el rincón me dijo.
Fue lo último que hizo Valentin.
Yo miré y vi un no somos nada mordido.
Recordé que desde que me robaron la polera de siouxsie, esa pasó a ocupar el lugar de la más antigua.
Recordé que tal vez sea la que más comentarios recibía fueran del tipo positivo que se preocupaba por mi salud mental diciendo que somos mucho o del tipo avanzado que ponía a su portador en el lugar que la India tenía para Marx o Mekano para Ignacio Valente.
Se comió la polera que más historia tenía y se fue riéndose de la nostalgia.
Se fue y la polera hecha pedazos tal vez significa que no hay una puta huevada que escribir o recordar.
Que si no somos nada escribirlo es ya ser algo.
Se fue dejando una instalación. Haciendo una performance más bonita que su muerte.
Se fue queriendo que lo dejen irse por lo que esta será la última vez que escriba de él.
Se fue tal vez queriendo que cuando me pasen sus cenizas, antes de tocar el suelo se pongan una polera de la polla records.

Tuesday, May 16, 2006

Valentin

Aunque no me lo crea ni yo y tal vez lo escriba para que si lo leo afuera me lo crea un poco, estoy cansado del peso que el pasado tiene en mí.
Estoy cansado de que las cosas que quiero se mueran.
Estoy cansado de que lo que se muere sea una excusa para no vivir de otra forma.
Estoy cansado de que mi blog nunca sea lo que quiero y que justamente sea lo que se me escapa.
Estoy asqueado de que lo que suena a lamentación no lo sea y no pueda explicarlo bien.
Estoy triste de que no pueda aceptar que se me murió definitivamente un perro que se murio y se rie del "se me".
La muerte es tan terrible que no tiene propiedad.
Se murió un perro que amé profundamente y que debiera enseñarme o cachetearme con lo que significa vivir, ya que siento que su muerte es también un poco de lo que debiera morir definitivamente en mí.
Me asquea recordar su cara de miedo y no su desparpajo contra el mundo. Su amor por los basureros que al fin y al cabo fue su manera de recordarme que no era mio sino de la calle.
Su odio por los diagnósticos que cuando le dijeron que no volvería a caminar recriminó acompañándome a trotar y corriendo a cada basurero que pasaba por el pasaje.
Su odio por lo que yo pensaba como mejor para él y él cuestionaba con su naturaleza hermosa.
Su tremendo coraje para vivir como pudiera y mover la cola aunque le doliera.
Sé que me importa un pico hacer una apología de un perro como si a él le importara que intentara explicar algo y también sé, con un dejo de psicopatía, que a él le gustaría que no me importara la imagen de Pablo Herrera que ahora cargo.
Intento solamente hacer algo con esa imagen que me quedó de su cara de terror ante lo que él no sabía que era un tumor y que lo terminó matando. No quiero quedarme con eso por lo que esto es una idiota forma de recordarlo de otra manera.
Suerte, hermoso. Y ojalá que si hay un más allá, se parezca al basurero municipal.

Wednesday, May 10, 2006

Más de tres cosas que decirle a Juana Molina

Cuando un amigo me pidió el disco de Juana Molina una de las últimas veces que viajé a Buenos Aires pensé que era una broma.
Lo primero que se me vino a la mente para descartar a la única Juana Molina que conocía, era que se trataba de otro grupo tipo Victoria Abril que tendría que llamarse luego Juana a secas por problemas de copyright o jugar a las matemáticas para seguir siendo reconocidos o para que los sigan odiando pero por lo menos como afirmación de su existencia.
Luego pensé en una Juana que se hace la loca pero es más racional que Popper.
En tercer lugar, comencé a darle espacio a la idea de que esa actriz que recordaba allá por el año 89 en los programas de Antonio Gasalla, podría haber sacado un disco.
No sé si nunca pude olvidarla porque algo en ella hizo que el olvido fuera inútil o si fue porque empezó a salir con Gasalla justo cuando yo estaba empezando a hacer las maletas para venirme a Chile.
Volante o maleta podría ser un buen resumen de la decisión que tenía que tomar cuando mi viejo me preguntó: ¿te quedas o te vas con nosotros?
Ese peso del nosotros se mezcla un poco con Juana Molina, por lo que no sé que mínima objetividad tenga ahora para hablar de su disco, o que, para hablar de ella- que novedad- no pueda sino hablar de mí.
Lo único que recuerdo de ella es que la veía en blanco y negro porque esos eran los colores que tenía el televisor de mi pieza
Que fue la única razón por la que seguí viendo a Gasalla cuando me aburrí de ver a Gasalla.
La recuerdo en el momento en que saqué una polera de Ramones de una mochila para dejársela a un amigo que me pasó por primera vez pleasant dreams y end of the century para que abandonara el segundo y tercer disco de Bon Jovi.
Creo sobre todo, que la recuerdo porque pensé que nunca más iba a tener que recordarla.
Tengo una idea dando vueltas desde hace tiempo/ Cómo es posible que el progreso sea tan violento, canta desde mi computador Juana Molina en sálvese quien pueda.
Mi computador parece una especie de Hal 3000 a favor del progreso ya que lo tuve que resetear cuatro veces, pero diré algo más a favor de la resistencia de la memoria y de lo que hoy aparece con el nombre de Juana Molina.
Buscando en internet me encontré con esta frase:

«Cuando tengo una pequeña idea, antes de tocarla aunque sea una vez, pongo en marcha el grabador. Porque siempre sé que va a haber una cosa que va a ser un error, porque no sé muy bien adónde ir y porque no sé muy bien cómo volver: y estoy segura que con todo eso se va a armar algo que me va a gustar. Y después trato de hacer que eso tenga una letra que le vaya a esa melodía, y que se enganche armónicamente con esto y con aquello. Pero prefiero que quede esa primera huella, que al final es la que brilla en el tema».

Y antes de aclarar mis ideas escuché una parte de la canción 6 del disco tres cosas que dice lo siguiente:

Yo sé que no sé tomar una decisión/ ando como perro en cancha de bochas/ quiero algo pero digo no y en vez de irme siempre me quedo. /Tengo que librarme de toda opinión/ Dudo de lo que hago aunque me guste.

En este momento odio a mi amigo porque tal vez estaría escribiendo esto 6 meses o un año después y no ahora que ya empecé y que si soy coherente con Juana Molina, intentaré terminar en honor a esa primera huella.
Difícil momento en que aunque nos pueda ayudar la tecla supr en relación a los otros, la memoria de haberla apretado siempre le ganará a la tecnología y a la culpa de haber perdido el tiempo.
¿Qué le voya a hacer? ¡No hay caso, no aprendo! Sólo sé que al final lo lamento Cambio ideas que me llaman, llaman, llamando Y van cambiando, yo voy cambiando Y voy dudando, lo hago dudando Y voy pensando, lo hago pensando ¿Para qué sembraron la duda? oigo voces dentro.

Estoy cansado y me pesa seguir escribiendo, así que sólo diré que lo único que puedo decir es que le agradezco a mi amigo por este ejercicio de memoria y a Juana Molina por permitirme discrepar con ella y conmigo mismo acerca de la frase que dice que en vez de irme siempre me quedo.
Por ahora, hago un estribillo de lo que no lo era y digo:
Cambio ideas que me llaman, llaman, llamando Y van cambiando, yo voy cambiando Y voy dudando, lo hago dudando Y voy pensando, lo hago pensando.

Sunday, May 07, 2006

Una noche en la floreria

Ayer a la noche se me ocurrió ver broken flowers y lo que intentaré decir carece absolutamente de memoria a corto plazo y parto pidiéndole disculpas a Jarmusch por retroceder unas 30 veces su película jugando con sus tiempos.
Primero: el título nunca estuvo mejor puesto.
Las flores siempre salen arregladas, menos las de su casa cuando vuelve y están marchitas.
El broken es fascinante porque no tiene que ver con las flores sino con un comodín usado por el que no sabe qué regalar.
Brindo porque uno de mis directores favoritos sigue subiendo la apuesta haciendo que me den ganas de seguir manteniendo mi chanchito llamado twinings established earl grey tea, con monedas de quinientos.
No hay nada más vertiginoso que ver una película nueva de alguien que te gusta, como si te juntaras con esa novia que te pateó cinco años antes y rezas para que sea lo que tu imaginación imaginaba.
Jarmusch como novia imaginada es lo que para algunos es Pamela Anderson después de operada. Perfecta como esa idea de perfección realmente perfecta. Para mí es recordar las caras de Bill Murray y tener que hacer algo porque Pamela no me calienta.
Debo decir que me daba miedo saber que estaba Sharon Stone, Bill Murray, Chloe sevigny, Julie Delpy y Jeffrey Wright porque podía volverse una película de cameos estériles. Nuevamente Jarmusch me sorprende haciendo una película sobre la paternidad y el peso del pasado que tautológicamente me ha pesado.
Hace tiempo que no veía una especie de road movie en donde nada cambia y el viaje es sólo físico.
Las caras de Bill Murray son las mismas al principio que al final y me fascina que entre las intenciones y los actos las moralejas queden incompletas.
Aún tengo en la retina la forma en que Jarmusch lentamente muestra como el mundo apabulla a Murray sin que éste pueda dejar de sentir que la realidad es un decorado fijo que no puede ser cambiado.
Murray observa todo como si estuviera en esas cabinas porno donde se puede ver pero no tocar. Es como si esa abulia externa fuera la muestra de todo lo que le sucede por dentro y que cuando llega a contactarse con el mundo aparece como un John Holmes después del vigésimo acto.
Un lugar donde siempre se llega tarde y no se sabe si se gana o se pierde pero se abre una apuesta por un minimalismo que no es estético sino ético.
Que alegría es que a veces no te alegren pero te hagan vivir por un momento en la realidad. Eso me alegra sin sentirme en una postal village.
Eso es justamente eso.
Ni esto ni aquello.

Calamaro tercera parte

Me gusta imaginar que en ese no poder elegir a veces se entra a la cancha en vez de quedarse en el banco de suplentes.
En esto hay dos posibilidades que se me ocurren.
La primera es que Andrés cree que todo lo que escribe es bueno y merece ser publicado. La segunda es que en el no saberlo o no poder renunciar nos entrega un proceso lleno de desastres pero también la honestidad de no vender la imagen de sólo lo que lo haría quedar bien.
Asumo que Calamaro es grandilocuente, simplista, cursi muchas veces y asumo también que esto que escribo tiene que ver conmigo y no con él, ya que nadie que haga música merece ser reivindicado más que con la música que hace.
Calamaro para mí es Buenos Aires sin discos ceda el paso, es caminar las calles gambeteando las ofertas y el cambio del dólar, es asumir lo doble que somos que para mí es Chile y para él España.
Es dividir la cuenta del bar sin sacar la calculadora de marca chilensis, es no hacer la fila doble en el supermercado a ver quien llega primero, es haberme enseñado a pararme en el mundo sin un mapa.
Es haber hecho de honestidad Brutal un disco gastado mientras demasiada gente se ríe y yo hago proselitismo calamariano.
Calamaro para mí también es asumir que los amigos dicen idioteces tal vez más de lo que uno quisiera y a veces nos gustaría adelantarlos como uno hace con sus canciones.
Nos gustaría ahorrarles las palabras de más y decirles que un disco doble es una exageración pero ese no poder hacerlo es lo que hace de la turbulencia algo hermoso.
Es así como un disco tan poco funcional, tan poco medido, sólo nos permite acomodarnos y no acomodarlo.
Más que un sentimiento una pasión dirían los de abajo si tuvieran tímpanos.